Guillermón Moncada: el General de las tres guerras
Con una estelar participación en las tres contiendas que el Ejército Libertador orquestó contra el colonialismo español, José Guillermo Moncada Veranes se convirtió en uno de los más sobresalientes precursores del patriotismo y la emancipación de la mayor de las Antillas.
Nacido el 25 de junio de 1840 en el barrio santiaguero de Los Hoyos y pese a la pobreza del seno en que vio la luz, aprendió desde bien joven a leer y escribir y encontró en el oficio de la carpintería un gran aliciente para ganarse el sustento.
Moncada Veranes fue de los primeros en incorporarse a la gesta insurrecta impulsada por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 y, así como logró extender la guerra al territorio guantanamero, integró el grupo de valientes que junto a Maceo refutaron el Pacto del Zanjón en Baraguá.
De igual forma, mantuvo la fragua combativa durante la denominada Guerra Chiquita, asumiendo el mando de las fuerzas del centro y sur de la provincia de Oriente, con el grado de Mayor General y siendo partícipe, tanto del esperanzador plan entre el Titán de Bronce y el Generalísimo, como de la llamada Conspiración de la Paz de Manganeso.
Escenarios como Mayarí, Santo Domingo, Jarahueca, Caimanera, El Purial, Duaba y Las Cañas, entre otros, atestiguaron su denuedo en el campo de batalla y, gracias a su destreza con el machete y su gran fortaleza física y estatura, fue bautizado con el sobrenombre de «Guillermón» por sus compañeros mambises.
A sabiendas del quehacer martiano para materializar la Guerra Necesaria y pese a las complicaciones por la tuberculosis que contrajo cuando sufrió cárcel, se alzó en Alto Songo al amanecer del 24 de febrero de 1895 y, posteriormente, al advertir el avance del padecimiento, confió la jefatura de la región oriental al Mayor General Bartolomé Masó y las fuerzas subordinadas al Estado Mayor, al coronel Victoriano Garzón.
Tristemente, Guillermón Moncada falleció el 5 de abril de 1895 en el campamento de Joturito, en Mucaral, Santiago de Cuba y, a 129 años de su deceso, el pueblo antillano lo recuerda como uno de los máximos exponentes del heroísmo y la resistencia ante la opresión, celebrando sus desmedidos coraje e intransigencia militar, siempre al servicio de la libertad, la soberanía y la autodeterminación de nuestra Patria.
