23 de abril de 2024

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Pensar en la cola

En ningún caso se debe permitir que la cola florezca sin control, dañando un entorno no pensado para la permanencia de grandes grupos, arrastrando a su paso con lo que tanto esfuerzo costó restaurar para disfrute de los yumurinos

En días recientes abrió sus puertas el Centro Comercial Milanés y Aillón, ubicado en el mismo corazón del Centro Histórico de Matanzas, anexo a la Plaza de la Vigía y en la vecindad del Teatro Sauto, la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Museo Palacio de Junco.

Encontrándose bien surtido de artículos, cosa que no sucede con todas las tiendas, desde su inauguración varias decenas de personas se congregan en sus alrededores y pasan horas, a veces la jornada completa, para entrar a comprar.

Esta aglomeración de público tiene un impacto negativo sobre un espacio de gran valor patrimonial. El sol de la primavera cubana pega casi tan fuerte como el de agosto, resulta predecible entonces que durante las horas de más calor la muchedumbre busque refugio en los edificios circundantes.

Especialmente el Palacio de Junco, por su proximidad y ancho portalón que brinda una refrescante área sombreada, sufre esta situación. En una cola, ya se sabe, “hay de todo como en la viña del Señor”, desde gente de buen comportamiento hasta los que ponen los zapatos en la pared o arrojan basura irresponsablemente.

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Las trabajadoras del Museo, algunas con más de 40 años de permanencia en el centro y gran sentido de pertenencia, se enfrentan a los imprudentes. Muchas veces no reciben la mejor respuesta a sus reclamos, ni esa es, a fin de cuentas, su única ocupación, por lo que a ratos la fachada queda desprotegida.

Me cuentan que tuvieron que retirar la cadena que bloquea el paso a través de una de sus arcadas porque, de tanto saltar sobre ella, temían que alguien pudiera partirla. Sonia, la carismática recepcionista, refiere indignada cómo debió desalojar a un señor que fumaba plácidamente sentado en los quicios de su puerta. “Periodista, debería escuchar las cosas que nos dicen algunos”.

A la larga, el murmullo persistente de la multitud interferirá con las actividades que se realizan en las primeras habitaciones: la sala de exposiciones transitorias y el patio de la institución.

Aunque en menor medida, el Teatro Sauto también padece esta situación, su sombra resulta más escasa y movible, como los marchantes que se recuestan a sus muros, cada vez desde un ángulo diferente.

Quizá cuando se concibiera el proyecto para este Centro Comercial la situación económica fuese otra, que no se tuviese en cuenta la gran afluencia de compradores, pero actualmente la realidad se impone y urge adaptarse a ella. Los mismos que diseñaron los exteriores de la tienda pueden plantear alguna solución acorde a su estética.

En ningún caso se debe permitir que la cola florezca sin control, dañando un entorno no pensado para la permanencia de grandes grupos, arrastrando a su paso con lo que tanto esfuerzo costó restaurar para disfrute de los yumurinos.

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