28 de marzo de 2024

RADIO 26 DESDE MATANZAS

Emisora provincial de Radio de Matanzas, Cuba: «La Radio de tu Corazón»

Carilda Oliver Labra: “Quisiera ser sencilla como la luz silvestre…”

Se dibuja su silueta vivaz adentrándose en la ciudad que tanto amó y en la casona neopoblana se percibe el teclear de su vieja máquina de escribir, como recuerdo de la grandeza de su lírica e intelecto

Dicen que Carilda Oliver Labra marca su inolvidable huella en el corazón de los cubanos cuando un día aparece en las librerías un poemario con el cual obtiene el Premio Nacional de Poesía 1950. Se titulaba Al sur de mi garganta.

A partir de ese momento, en su larga vida de 96 años, recibió lo más importante para ella, según confesó un día: la demostración continua de gratitud y amor de los pueblos por su obra literaria. Su nacimiento el 6 de julio de 1922 en una casona de Tirry, barrio de Pueblo Nuevo, en Matanzas, signó su vida y caudal de inspiración inagotable.

El eminente investigador Salvador Bueno escribió en el Mensuario de Arte, Literatura. Historia y Crítica, publicado en La Habana, acerca de Al sur de mi garganta:

“El breve libro que acaba de publicar Carilda Oliver Labra… ha recibido una excelente acogida de la crítica… Este conjunto de versos, reunidos bajo ese título sugerente, testimonia la presencia de una poetisa joven en Matanzas. Estos versos, frescos, nuevos, participan de una juventud, están, por tanto, volcados hacia el futuro…”

Y vendrían en caudal otros más apasionados.

 “Quisiera ser sencilla como la luz silvestre…”

Poeta, escritora, abogada, periodista, profesora de dibujo, pintura y escultura. Estudió en la Universidad de La Habana, donde alcanzó el título de Doctora en Derecho Civil.

Investigadores de su obra indican que su primer libro, Preludio lírico, fue publicado en Matanzas en 1943. En esta selección de poemas escritos entre 1939 y 1942 se percibe un latir poético en el que, como exponen, aparecía el amor, con sus devanes, inquietudes, zozobras, desalientos, aciertos, así como los temas de la familia, la abuela, la madre y el padre presentes en un cuadro que no desaparecería nunca de su creación.

En 1951 le fue conferido el Premio Nacional del Certamen Hispanoamericano, convocado por el Ateneo Americano de la ciudad de Washington para celebrar el tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz, y el accésit al Premio Nacional Hernández Catá, por su cuento La modelo. En esa misma temporada culminó sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Matanzas, que la acreditaron como profesora de Dibujo, Pintura y Escultura. Hacia 1952 apareció en la antología Cincuenta años de poesía cubana, preparada por Cintio Vitier.

Desde los tempranos versos de Al sur de mi garganta, ella imprimió su sello especial a las letras cubanas con su imaginación sensual y una auténtica emotividad de fuerte raíz nacional.

Pero Carilda, como futuro presagiado desde el año 50 por los más prestigiosos intelectuales cubanos, continuó escribiendo y su voz emergió en tiempos de insurgencia patria con el Canto a Fidel que marcaba el camino del deber ético.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta…”

Al triunfar la Revolución, desde 1959 ejerció como profesora en escuelas de Matanzas y Cárdenas, participó en la Campaña de Alfabetización. Publicó en La Habana Antología de versos de amor, a la vez que José Sanjurjo la incluye en Poetas: poemas sociales, humanos y eternos y en Poesía cubana contemporánea, de Humberto López Morales, ambos publicados en España.

A partir de los años 70 encabezó el taller literario provincial en Matanzas; colaboró con el periódico Girón, el semanario Yumurí y otras publicaciones nacionales. Recibió homenajes a su obra en distintas latitudes y formó parte de diferentes certámenes nacionales e internacionales tales como el 26 de Julio, Concurso Poesía de Amor Varadero’85, Fórum Nacional de Poesía, además de representar a Cuba en la Primera Bienal de Poesía Hispanoamericana en Madrid. Visitó Venezuela, España, Bulgaria, Rusia y Estados Unidos. Poemas suyos fueron traducidos al inglés, francés, italiano, ruso, búlgaro, rumano y vietnamita.

Fue elegida como miembro del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Casa de las Américas la invitó como jurado de su premio anual, en el género de poesía, entre otras importantes acciones que requirieron su presencia. Recibió en 1997 el Premio Nacional de Literatura.

“Caemos por turno frente a las estrellas…”

Cuesta decir que no está físicamente con nosotros desde el 29 de agosto de 2018.

La crítica ha señalado el alto sitial que le corresponde dentro de la literatura nacional e iberoamericana. Su espíritu poético le inspiró una vastísima obra. Entre las más significativas, además de las citadas se encuentran:

Canto a la bandera y Canto a Martí, 1953; Canto a Matanzas, 1955; los cuadernos: Memoria de la fiebre, 1958; Las sílabas y el tiempo, 1983; Desaparece el polvo, 1984; Calzada de Tirry 81, 1987; Los huesos alumbrados, 1988; Se me ha perdido un hombre, 1991 y Error de magia, 2000. Tanto poemas suyos como estos libros han sido reeditados y antologados en numerosos países.

De Carilda Oliver Labra han expresado criterios numerosos y destacados escritores.

Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, apuntó de nuestra poetisa: “profunda como los metales, dura como el altiplano, su poesía, de ser divulgada con justicia, pronto ejercerá ardiente magisterio en América.”

Virgilio López Lemus dijo:

“Fiel a sí misma, a su ciudad y a su elegido camino poético, Carilda Oliver Labra es, literariamente hablando, el mejor ejemplo cubano de simbiosis entre recursos expresivos vanguardistas, del neo romanticismo y de la poesía coloquial”.

Antonio Piedra escribió en el prólogo a la edición española del poemario Desaparece el polvo:

“La figura de Carilda Oliver Labra, cubana de observancia rigurosa y de una apasionada independencia, ya posee un capítulo importante y específico en la poesía hispanoamericana del siglo XX”.

De continuo se sienten los pasos de Carilda por la calle de Medio “buscando una ilusión”; se escucha su voz quebrada por la emoción al recitar sentimientos que van más allá del roce de la piel; se dibuja su silueta vivaz adentrándose  en la ciudad que tanto amó y en la casona neopoblana se percibe el teclear de su vieja máquina de escribir, como recuerdo de la grandeza de su lírica e intelecto.

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