26 de abril de 2024

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Calendario gregoriano, la noche que duró diez días

Este 31 de diciembre concluyó el año, pero no siempre fue así. Nuestros antepasados tuvieron diversas formas de medir el tiempo, no siempre coincidentes con las actuales. Entonces… ¿Desde cuándo celebramos el inicio del año el primero de enero? ¿Cómo y dónde surgió el calendario actual y desde cuándo lo empleamos?

Calendario gregoriano, la noche que duró diez díasEste 31 de diciembre concluyó el año, pero no siempre fue así. Nuestros antepasados tuvieron diversas formas de medir el tiempo, no siempre coincidentes con las actuales. Entonces… ¿Desde cuándo celebramos el inicio del año el primero de enero? ¿Cómo y dónde surgió el calendario actual y desde cuándo lo empleamos?

Desde sus orígenes el hombre tuvo la necesidad de medir el tiempo en función de la supervivencia. No es posible determinar con exactitud dónde y cuándo comenzó esta práctica, pues existen evidencias de su medición desde la antigüedad en varias culturas inconexas entre sí. Su paternidad no se le puede atribuir a ninguna civilización.

Un reflejo de su importancia es que las comunidades humanas tuvieron la necesidad de medir el tiempo mucho antes de desarrollar la escritura.

Los primeros intentos

Fue a partir de las observaciones de la naturaleza que el hombre primitivo realizó las primeras mediciones del tiempo. La regularidad entre el día y la noche fue la escala básica para planificar la vida; los días solares le permitieron conocer, por ejemplo, la distancia entre dos puntos o el tiempo que demoraba en descomponerse un animal que se cazaba.

La luna fue también objeto de mucha atención por parte de nuestros antepasados; pues se percataron de su ciclo y, a partir de ello, midieron el tiempo. No obstante, tenían una gran limitante, ni los conocimientos adquiridos, ni la tecnología del momento les permitía medir largos periodos de tiempos.

Ello no varió durante muchos siglos. Es con el desarrollo de las civilizaciones en Mesopotamia, Egipto, China y Mesoamérica que se da un salto sustancial al respecto. De las grandes civilizaciones de la antigüedad, el calendario maya es probablemente el más renombrado y su fama la tiene bien justificada. Tal vez sorprenda a nuestros lectores saber que es más exacto que el gregoriano, empleado en casi todo el mundo en la actualidad.

.  Calendario maya.

Esta cultura tenía todo un sistema de calendarios y su exactitud se halla fundamentada en los profundos conocimientos matemáticos y astronómicos que habían alcanzado; desarrollaron un calendario trópico y uno sinódico, que seguía los periodos orbitales de planetas como Marte y Júpiter. Aún desconcierta a los científicos cómo pudieron alcanzar tales conocimientos y con tal precisión.

En esta, como en otras áreas del conocimiento, las culturas americanas estaban a años luz por delante de la “civilizada” Europa, donde se empleaban con regularidad los relojes de sol, de arena, los cuadrantes o las velas y las clepsidras, muy efectivas en la noche. Pero ello solo servía para periodos bien cortos, como horas o minutos.

Primeros referentes actuales

La mayoría de los investigadores concuerdan en que el calendario egipcio fue el primer calendario solar en la historia de la humanidad, su origen se remonta al 2.800 a. C y fue el primero en percatarse de que un año solar contaba con 365 días. Pero al no ser exacta, esta cifra perdía un día cada cuatro años.

En la antigua Roma se emplearon diferentes anuarios, la mayoría guiados por el ciclo lunar, pero todos muy inexactos, lo que creaba gran confusión en un territorio bajo la misma administración política. Fue Julio César quien vino a poner fin a este desorden; sus contactos con la tierra de los faraones no solo le permitieron nuevas conquistas territoriales y amorosas, sino también un modelo para medir el tiempo en todo el imperio.

Desde hacía varios siglos los propios egipcios tenían noción de la enorme diferencia de su calendario. Julio César ordena su perfección aceptando la propuesta de Sosígenes de Alejandría, un astrónomo y matemático que propuso un calendario de 365 días con un día de más cada cuatro años, para así enmendar el error. Pero primero había que volver a hacer coincidir el anuario con el tiempo astronómico, por lo que el primer año, es decir el 46 a.C, tuvo una duración de 445 días. Ha pasado a la historia como el año de la confusión. En lo adelante tendría 365.25 días, con 12 meses, de los cuales los impares contarían con 31 días y los pares con 30, a excepción de febrero que tendrá 28 días y 29 el año bisiesto.

Otra de las novedades es que el año ya no comenzaría en marzo como tradicionalmente se había celebrado, sino el primero de ianuarius (enero), nombre dado en honor al dios Juno.

El calendario juliano fue implantado en todo el territorio romano y, debido a la influencia del imperio, aceptado gradualmente en toda Europa y otros territorios cercanos. Así se mantuvo hasta finales del siglo XVI en que gradualmente fue sustituido por el gregoriano. Incluso en el primer cuarto de siglo XX varios países aún se regían por el calendario juliano, sobre todo aquellos en los que predominaba la religión ortodoxa.

El calendario gregoriano

Si bien la creación de Sosígenes permitió un importante salto para la humanidad, ni él ni sus contemporáneos pudieron imaginar que el calendario juliano también era inexacto, por lo que cada año se retrasaba 11 minutos y 14 segundos o un día cada 128 años. Este pequeño error no tuvo mayor importancia en el imperio romano y aunque en el transcurso de los siglos se fue haciendo notable, se consideró un error tolerable.

Desde el siglo IV los estudiosos ya sabían que el calendario juliano no era del todo exacto; y en el siglo XIII los astrónomos del rey Alfonso X de Castilla habían calculado con bastante precisión el error, computándolo en 10 minutos y 44 segundos por año.

La gota que rebasó el vaso fue cuando en el siglo XVI el error se hizo alarmante, 10 días, y las fechas dejaron de coincidir con las celebraciones religiosas, en especial con la Pascua, que desde el Concilio de Nicea en el 325 se había acordado celebrar el domingo siguiente después de la luna llena posterior al equinoccio de primavera. Esta fecha es muy importante porque determina el resto de las celebraciones del calendario litúrgico del cristianismo.

En 1515 un grupo de científicos de la Universidad de Salamanca realiza el primer estudio sobre el error del calendario juliano, el cual fue enviado al Vaticano; a pesar de no resolver el asunto, sentó el primer precedente. No obstante, el problema siguió siendo una preocupación entre los líderes de la Iglesia Católica y no es hasta el Concilio de Trento entre 1545 y 1563 que se toma la decisión de ajustar el calendario. Indicación ratificada por el papa Pío IV en enero de 1564.

Pero ni Pío IV, que moriría al año siguiente, ni su sucesor Pío V, resolverían el asunto de inmediato. La Iglesia vivía tiempos difíciles y eran momentos de reforma, por lo que ajustar el calendario no era una prioridad del momento. Sería finalmente el papa Gregorio XIII, continuador de Pío V, quien mandara a crear una “comisión del calendario” para estudiar las propuestas necesarias, en base a los estudios astronómicos. Luigi Lilio fue el autor principal de la propuesta de calendario que se tomó como modelo y que hizo llegar a la Santa Sede en 1575. A ello hay que agregar otro estudio realizado por la Universidad de Salamanca en 1578, que en esta ocasión tuvo mejor recepción que la anterior. Con la base de estas ideas se diseñó el nuevo calendario.

Lilio murió en 1576 sin ver la aprobación de su idea, lo cual ocurrió finalmente en septiembre de 1580. Sin embargo, su aplicación se retrasó hasta 1582. El 24 de febrero Gregorio XIII emitió la bula papal Inter gravissimas, ordenando su puesta en práctica, lo cual se materializó el 4 de octubre. Ese día, los habitantes de los reinos católicos de Italia, Francia, España y Portugal se fueron a dormir y “despertaron” 10 días después, el 15 de octubre. De esta forma se rectificaba el desfasaje creado por el calendario juliano con respecto al tiempo astronómico.

Facsímil de la bula del papa Gregorio XIII en 1582.

El nuevo calendario pasaría a denominarse gregoriano, en honor a su promotor. Si bien no es perfecto, redujo el error a un día cada 3 323 años, por lo que no hay motivos para preocuparse por ahora. Su extensión por Europa y el resto del mundo se produjo de forma gradual entre los siglos XVI y XX. En la actualidad es asumido de forma casi absoluta en todo el planeta.

  • Cubadebate

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