Música matancera en los ojos de Mavi

La espontaneidad y sencillez que habitan en María Victoria Oliver Luis la convierte en uno de esos seres humanos que con su presencia logra llenar momentos y lugares.

Conocida como una de las musicólogas más queridas y admiradas de Matanzas, la pedagoga e intrumentista yumurina impregna su esencia en la historia cultural de la Ciudad de los Puentes.

Al siglo XIX se remonta la tradición musical matancera, marcada por la creación de la Sociedad Filarmónica y el Teatro Principal. Merecedora del seudónimo de la Atenas de Cuba, la ciudad de Matanzas fue testigo de un enorme desarrollo cultural, al acoger importantes presentaciones de las compañías de Ópera y Ballet, así como también a las de grandes intérpretes que además compartían sus conocimientos acerca de la más universal de las artes.

«Matanzas tuvo, por ejemplo, al Colegio de La Empresa en 1840, que utilizaba los métodos de estudios musicales del Conservatorio de París. Por tanto, se forma una cultura muy fuerte en esa sociedad matancera», argumentó Oliver Luis acerca del desarrollo musical en la urbe yumurina.

“A Matanzas -expresó Maria Victoria- se le debe la Rumba, nacida ante la necesidad de expresión y entretenimiento de los trabajadores portuarios, que entre cajas de madera y claves formaron parte del surgimiento de este género musical”.

La Tonada Matancera también posee su cuna en los campos yumurinos, «esa música campesina, resultado de la emigración de gallegos y andaluces, se radicaliza en los campos cubanos y logra adquirir color y características propias. La Ciudad de los Puentes tiene su Tonada Matancera que trasciende aún en nuestros días».

“Un papel importante -recalcó la musicóloga- posee la ciudad en el cultivo del Son como expresión, con una tímbrica muy característica, reflejado en el quehacer de la centenaria Sonora Matancera.

Privilegiada es la Cuna de la Rumba al poseer desde el inicio agrupaciones musicales como la Orquesta Sinfónica, creada en 1950 como Orquesta de Cámara, y oficializada posteriormente, cuya labor trasciende en la misión de mantener viva la música de concierto.

«El matancero tiene una característica, y es el hecho de tratar por todos los medios de no perder sus raíces», recalcó la también Máster en Ciencias al referirse a la capacidad de los yumurinos de mantener la esperanza musical y su idiosincrasia a pesar de la avalancha de géneros provenientes del extranjero que hoy influyen notablemente en la sociedad.

“Los matanceros por otra parte -aseveró la también guitarrista- necesitan ser educados. Esta educación debe partir de la familia, la escuela y la sociedad. Se hace necesario emprender la importante tarea de inculcar a los jóvenes el gusto por la buena música, objetivo que se encuentra en manos de los profesionales y sobre todo en los medios de comunicación masiva, dígase redes sociales, la televisión y sitios web debido a su impacto en las nuevas generaciones.

«Me preocupa la educación de los jóvenes, me preocupa el éxodo de intelectuales, de muchachos que hoy se encuentran dirigiendo orquestas en varios países del mundo, y duele perder los mejores frutos que tenemos», añadió la pedagoga

Apropiarse nuevamente del sobrenombre ganado aquel 17 de febrero de 1860 en el antiguo Liceo Artístico y Literario de Matanzas, no resulta tarea fácil, mas la magistralidad de María Victoria invita a reflexionar: «Aprendan a amar el lugar donde nacieron, como diría Martí, nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino», finalizó la entrevistada.

• Flavia de los Ángeles Contreras Vega/ estudiante del Colegio Universitario de Periodismo)