23 de abril de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

Las preguntas

Para mi hija un «no sé» ni siquiera clasifica como respuesta. Así, miro a la persona y según su cara lo bautizo Juan o Pedro, o Wanda o María, y cuando tengo el ánimo creativo me pongo nativa americana y los llamo Pequeño Sobrino o Nube Alta.

No sé en qué momento exacto se desató la preguntadera, pero hace par de semanas Amalia es un aluvión de interrogantes.

Hay dos que son sus preferidas, la primera es «cómo hace». ¿Cómo hace el perro, el gato, el chivo, la vaca? Y hasta ahí no hay problema, porque son los animales cuyos sonidos le hemos enseñado a identificar e imitar.

Pero Amalia nunca se queda en lo tradicional, y en las últimas jornadas me ha preguntado por animales cada vez más y más difíciles, como el pulpo. Y también ha empezado a incursionar en elementos como los lunares.

Hoy, por ejemplo, me preguntó: «Mamá, ¿cómo hacen las estrellas?». Yo, toda docta, empecé a explicarle: «A ver, Amalia, una estrella no es un animal…». Pero ella me interrumpió: «Mamiiiiii, ¿cómo haceeeeee?», y yo, derrotada, contesté: «zzzzzzzz».

Su otra pregunta favorita es ¿cómo se llama? y me señala todo objeto que se le pase por delante, lo cual es, lo reconozco, muy bueno, porque se acelera su aprendizaje y aumenta el vocabulario. Lo que sucede es que ver la tv con Amalia se ha convertido en una tortura, porque me pregunta cómo se llama cada persona y dibujo animado que sale en pantalla.

Es muy fácil si son los de la novela, Patricia Arés, un dirigente, Fernanda la detective, o algún colega periodista; pero cuando no los conozco debo inventar.

Las preguntasPara mi hija un «no sé» ni siquiera clasifica como respuesta. Así, miro a la persona y según su cara lo bautizo Juan o Pedro, o Wanda o María, y cuando tengo el ánimo creativo me pongo nativa americana y los llamo Pequeño Sobrino o Nube Alta.

Sin embargo, el peor «cómo se llama» se produjo durante la hora de la comida. De pronto, Amalia me miró y me preguntó arrugando las cejas: «Mamá, cómo tú te llamas». Alarmada por la más mínima posibilidad de que algún día mis hijos me llamen por mi nombre, intenté hacer trampa, y le contesté: «¿Yo?, me llamo mamá».

Pero ella me miró con una expresión tan desconfiada, mientras decía: «Yo Amalia, ¿cómo te llamas, mamá?», que debí ceder, y muy bajito confesé: «Soy mamá Yeilén?».

«Yelen», repitió ella, y a los dos segundos me pidió: «Mamá, agua». Respiré aliviada, y esa noche me puse a investigar cómo hace el pulpo.

Yeilén Delgado/ Granma

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