Las colas y una forma de aprendizaje
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Una frase que vi hace un tiempo dice que la vida es 50 y 50, mitad cómo la vives y mitad lo que haces por mejorar cómo vives. Bueno…, al día de hoy, muchos me dirán que es un alto porcentaje de cómo la vives y el resto cómo te sobrepones a las dificultades.
Para no hacerle tan larga la historia, un domingo como otro cualquiera puse mi rutina en práctica: levántate, lávate la cara y la boca y sal en búsqueda de la más anhelada respuesta. ¿Habrá venido el pan a la bodega?
Y sí, puede que para muchos esto no sea relevante, pero para mí y muchos de mis semejantes conseguir el pan de la bodega es un tesoro, cual toque de rey Midas que convierte todo a su paso en oro.
—El último, el último para el pan —grito con la finalidad de encontrar respuesta entre el bullicio y el desconcierto de los que me rodean. —Yo -me responde con voz firme un anciano que, por la prominencia de arrugas en su rostro y canas en su cabello, debe pasar con facilidad las seis décadas de vida.
La respuesta en sí misma desencadena un cúmulo de información que debo ser capaz de procesar lo más rápido posible en pos de mi objetivo final. Voy detrás de aquel señor, el de la gorra roja, el pullver negro y el short blanco, que le sigue a aquella mujer que está conversando con la muchacha.
La muchedumbre, que en un momento determinado para mí solo fueron simples personas, ahora cobraba un significado diferente; eran piezas de una ecuación perfectamente calculada para llegar a un resultado primario, “el pan”.
Miro la hora, no pasan cinco minutos y vuelvo a mirar; camino de un lado a otro como un niño cuando busca de manera incansable una respuesta y sí, lo confieso, eso de la paciencia en mi vida nunca ha sido una virtud.
Hacer una fila para comprar el pan o cualquier otra gestión hoy en día supone un menester agotador y a la vez necesario, y el porqué radica en el propio aprendizaje que deja la acción.
¿Hacer cola durante una hora en qué me ayuda? Simple, durante el intervalo de tiempo en el que haces colas, despliegas un sinnúmero de habilidades que no empleas a diario. Te vuelves investigador para encontrar al último; la calma y la paciencia se vuelven tus mejores aliados para ayudarte a relajarte; pones en uso las capacidades comunicativas que la sociedad ha incorporado a tu subconsciente como buenas prácticas.
Soy un fiel creyente de que no existe el tiempo malgastado, sino un obstinado deseo de las personas por enfrascarse en cuestiones burdas que no les aportan nada en lo absoluto.
Y se ve difícil buscar lo positivo en un contexto que invita más a pensar en el derrotismo y en las quejas que en la alegría y en la tenacidad, pero estamos quienes de una cola sacamos aprendizaje para transformar un poco nuestra realidad.
Para muchos la frase de orden es “la situación está dura”, y sí, la verdad que vivimos en un panorama extremadamente enrevesado, con carencias, déficit de fluido eléctrico, problemas de transporte y otra infinidad de dificultades que si nos ponemos a enumerar no tenemos para cuando acabar.
La pregunta es ¿qué estoy haciendo yo para transformar mi realidad?, ¿realmente es tan compleja la situación o me refugio en una frase gastada para mantenerme inerte?
En muchas ocasiones la solución a lo que nos afecta está en nuestras manos y otras tantas no, pero acciones tan sencillas como ser “Colainómano”, pueden ser una ruta de aprendizaje de manera diferente.
Siempre estará quien diga que para aprender están las escuelas o los libros, aunque esos han de ser siempre los menos en la carrera por transformar nuestras vidas y moldear nuestra realidad.
