Todos los días del Cuentero
Autor de libros como Taita, diga usted cómo, El caballo de coral, Gente de pueblo, entre otros, a Onelio Jorge Cardoso se le considera el Cuentista Nacional Cubano.
Lucas no quiere donar hierros viejos para que luego desperdiguen hombres jóvenes por la tierra, mientras en casa el arado envejece en espera de los hijos inocentes. Lucas no pronuncia ni una sola vez la palabra paz y yo la veo penitente en su rostro de guajiro despojado. Lucas, Onelio Jorge Cardoso, los dos o el mismo en el diálogo interior del propio personaje, me convencen de esa magia innata para contar cuentos más allá de la academia o los títulos universitarios.
El joven escritor supo aprovechar todos sus descubrimientos mientras se desempeñaba como viajante de comercio. Cuanto aprendió de Los carboneros, los pescadores, la Gente de pueblo o de ciudad supo contarlo con una maestría que le palpitaba En la caja del cuerpo. “A un hombre se le sabe el oficio si se le mira con detenimiento”, sentenció; y ¡yo creo conocer tanto al Cuentero Mayor cuando leo cada uno de sus textos!
En días recientes muchos medios le rindieron homenaje. Pero el hombre que nació y partió a la eternidad en el mes de los aguaceros, trasciende todavía las fechas y las edades. Su maestría para sorprender y dibujar escenas nos obligan a releerlo y recordar un Juan Candela tan real, tan nuestro.
¡Qué gracia la de Onelio Jorge para describir las escenas más comunes! “El ojo de ella mira el ojo de la aguja” y el lector siente el vértigo de la anciana cuando el agujero escapa de la punta afilada del hilo. Primer premio en el Concurso Alfonso Hernández Catá, Premio Nacional de la Paz, Consejero Cultural de la Embajada de Cuba en Perú y presidente de la sección de Literatura de la UNEAC, él alcanzó todo eso. Sin embargo, ¿habrá recibido mayor galardón que la profunda admiración de sus lectores?
El excelente escritor palpita 37 años después de su partida; lo hace en sus libros para niños, en la mirada de Negrita, o en las alas del cangrejo que quiso construir su casa en la rama de un caguairán, con un balcón que se meciera al viento cerca de las nubes. Su literatura sigue sorprendiendo al tiempo que enamora a pequeños y adultos. No cabe duda, su nombre está vivo en cualquier época del año, solo basta que exista alguien apasionado por los cuentos.
