9 de mayo de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Roxy, árbitro nacional de fútbol sala

Roxana Rodríguez Martínez es una joven de 20 años de edad, estudiante de Periodismo en Matanzas, con sueños y metas en la vida, los cuales muchos los ven como locuras, sin embargo, ella ha sabido pelear por sus aspiraciones, sobre todo en el mundo del fútbol.

Roxana Rodríguez Martínez es una joven de 20 años de edad, estudiante de Periodismo en la Universidad de Matanzas, con sueños y metas en la vida, los cuales muchos los ven como locuras e imposibles, sin embargo, ella ha sabido pelear por sus aspiraciones, sobre todo en el mundo del fútbol.

Martínez cuenta que su pasión por este deporte comenzó cuando cursaba la enseñanza primaria: “Desde que estaba entre tercer y cuarto grado todas las tardes salía de la escuela directo para un barrio que no es el mío, para casa de mis primas, ahí jugaba con los varones, con ellos aprendí”. Ella se ve a sí misma como una persona hiperactiva y a la práctica del balompié como una vía para derrochar la energía que lleva dentro.

“Nunca estuve en un equipo femenino, solo jugaba con una amiga mía, éramos ella y yo, pero cuando iba a La Habana, me contaban que habían varias muchachas que jugaban y me he dado cuenta de que el fútbol femenil en Cuba ha ido creciendo, aunque creo que en Matanzas actualmente no se desarrolla”, cuenta la joven nacida en el municipio de Cárdenas, provincia Matanzas.

Roxana expresa que siempre tuvo miedo de enfrentarse a las pruebas de ingreso y decidió estudiar Licenciatura en Periodismo, debido a las ventajas sobre otras carreras a la hora de optar por ella, pues en medio de las afectaciones por el Covid-19, el Ministerio de Educación Superior y los organismos rectores del Periodismo en Cuba, decidieron que solo era necesario aprobar las pruebas de aptitud y no debían hacer pruebas de ingreso.

En la Universidad de Matanzas existe un fuerte movimiento de fútbol sala, sobre todo en las tardes, en una cancha al aire libre, la cual tiene las condiciones creadas para la práctica de este deporte. Al comenzar su vida en la casa de altos estudios Roxana fue acercándose poco a poco. Las primeras semanas por pánico escénico solo observaba como jugaban los del sexo opuesto, hasta que decidió formar parte y sorprendió a muchos por su técnica, sobre todo por ser una mujer entre tantos hombres, rompió una barrera y hoy la conocen como la chica que juega fútbol.

La jovencita supo moverse en un mundo diferente, donde quizás ninguna otra hubiera tenido el valor, así se fue relacionando con los profesores del departamento de Educación Física, sobre todo con el que llaman cariñosamente “Papucho”, quien le inculcó muchos conocimientos y mostró la posibilidad de formar parte de un curso de arbitraje, ya que como futbolista veía muy pocas posibilidades por las trabas del deporte en la rama femenil.

A pesar de a Roxana gustarle más el juego que verlo desde afuera, decidió enfrentar el reto: “Pasé un curso internacional en La Habana, me hicieron pruebas teóricas y físicas, de estas últimas se hicieron tres, aprobé dos y suspendí la ultima porque el nivel pedido era muy alto, pero aprendí mucho”.

El debut como árbitro oficialmente pareció haber sido sacado de una película: “Me enteré media hora antes del partido, el principal me dijo que no habían más árbitros y me tocaba pitar con él, yo hacía cuatro meses que estaba prácticamente desvinculada, le pregunté a «Papucho»: ¿Qué hago?, refréscame ahí la memoria, él me dijo que me tranquilizara que yo me sabía todo, repasamos un poquito y empecé el partido bien, fui cogiendo más confianza con el paso del tiempo”.

Ese día la vieron el comisionado y lo mejor del arbitraje en Cuba, quienes se mostraron asombrados con la actuación de la jovencita a pesar de señalarle las fallas para su futura superación. “El arbitraje consiste en la práctica diaria, pitar todos los partidos posibles y aceptar las críticas para mejorar”, plantea Roxana.

Roxy, como es llamada por los más cercanos, sabe lo que enfrenta, sobre todo por el hecho de la seriedad obligatoria en cada partido. Además entiende que debe mantener su posición como la autoridad que representa y sus decisiones deben ser respetadas: “Los jugadores, cuando le cantas una falta por la dinámica del juego normalmente se quejan, el partido te obliga a presentar diferentes conductas para poder enfrentar estas situaciones. Por ejemplo, una vez un atleta se dirigió hacia mí, me enfrentó, me llamó abusadora y me manoteó; como respuesta le saqué la tarjeta amarilla, al final del partido vino a disculparse conmigo. Estas son situaciones normales cuando los ánimos se calientan”.

Cuando pequeña, su familia no le apoyaba mucho, incluso jugaba sin que sus padres lo supieran. Hoy en día son un motor impulsor y apoyan con sus decisiones, sobre todo en la incursión como árbitro de fútbol sala. Su mayor agradecimiento es para Pablo Silvio Campos “Papucho”, quien ha hecho que su nombre sea conocido en el mundo del fútbol sala cubano y siempre la anima a seguir hacia adelante.

Roxana es ejemplo de que cuando se quiere se puede, solo es necesario proponerse una meta, un objetivo y luchar en contra de los obstáculos que aparezcan en el camino.

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