Para que los ojos de Enma vuelvan a brillar
La mirada de Enma no es la misma. Los ojos que tenían el poder de iluminarlo todo, ahora parecen vagar lejanos por otro mundo, quizás detrás de la muchacha llena de espíritu que solía ser antes.
Enma se pierde a lo lejos, donde la juventud le devuelve a los amigos que se han ido, donde encuentra también las alas para volar sin miedos y las fuerzas contra todos los maltratos.
Bajo las líneas cada vez más largas dibujadas en su frente, caen los párpados inmensos y pesados de quien se ha cansado de mirar. Enma se siente vieja y triste ante el gesto indiferente de los nietos o los constantes regaños de su hija.
Se siente como un objeto más en un rincón de aquella inmensa sala donde antes reunía con júbilo a la familia. Desde allí escucha planes de viaje sin retorno, comentarios demasiado adelantados para su conciencia y cuestiona en silencio el pasado, el presente y el futuro.
En la actualidad existen muchas Enmas. Ancianas y ancianos dañados e incomprendidos en cualquier ámbito; cansados de buscar en sus hogares o la sociedad, la confianza y la seguridad que necesitan.
La agresión verbal y la incomprensión, el aislamiento físico y emocional son otras formas de maltrato no menos dolorosas para quienes transitan la última etapa de su viaje.
Cada 15 de junio muchísimas voces se elevan en contra de ese tipo de actitudes. El Día Mundial de la Toma de Conciencia del Maltrato y Abuso en la Vejez fue una oportunidad para reclamar los derechos de este grupo etario.
No es de sabios añadir azotes a quienes cada vez sienten mayor el peso de su pérdida auditiva, cambios en la piel, disminución de su capacidad visual e intelectual. Brindarles amor y comprensión, involucrarlos en nuestras decisiones y proyectos será siempre la mejor forma de regalarles vitalidad y alegría; no sea que, como en aquella popular historia sobre este tema, encontremos a nuestros hijos preparando para nosotros un rústico plato de madera como el que usamos para servir a nuestros ancianos.
