Federico García Lorca en la escena cubana
Según reconoció en varias ocasiones el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, Cuba constituyó durante mucho tiempo una implacable curiosidad para él. Cuando se cumplen 87 años del fusilamiento del andaluz conviene recordar parte importante de su relación con la Isla y, en especial, con Matanzas.
Federico García Lorca llegó a La Habana en marzo de 1930. La visita respondió a una invitación del Instituto Hispanoamericano de Cultura. Durante su estancia en la isla ofreció conferencias, concluyó el manuscrito de su obra teatral El público y visitó el teatro Alhambra en varias ocasiones.
Conocida es la atracción que ejerció en él la capital de la Mayor de las Antillas, pero no tanto así las sensaciones que provocó en el artista su visita a la ciudad de Matanzas.
De dicha aproximación se guardan imágenes fotográficas donde el célebre escritor contempla el hermoso paisaje del Valle del Yumurí desde las alturas de Monserrate. Dicen que solo bastó una visita para que la bella Ciudad de los Puentes lo sedujera. Asimismo, la obra del español sirvió y sirve como inspiración para la producción escénica en Matanzas.
Mucha fue la admiración que profesó García Lorca hacia la cultura cubana y, en compensación, se nombre mantiene latente en la producción artística nacional. Especialmente los grupos de teatro matanceros hacen suya la impronta de este genial artista de la Generación del 27.
El primer acercamiento de los grupos de teatro cubanos a la obra de Lorca se produjo en la década de los años cincuenta a cargo del colectivo Prometeo, con la obra Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín.
Para 1962, el recién fundado Guiñol de Cuba llevó a las tablas dos espectáculos escritos por el poeta andaluz. Bajo la guía de los hermanos Camejo y Pepe Carril ocurrió el reestreno en Cuba de Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín y la puesta en escena de El maleficio de la mariposa.
A estos títulos le siguieron Teatro breve, El paseo de Buster Keaton, La doncella, el marinero y el estudiante y Retablillo de Don Cristóbal.
En Matanzas, Teatro Papalote fue pionero en la representación de las obras lorquianas, siempre con reinterpretaciones y recontextualizaciones por parte del maestro René Fernández Santana, Premio Nacional de Teatro y director del colectivo escénico matancero.
El otrora Guiñol de Matanzas recurrió en varias oportunidades a las obras de Lorca, hasta convertirse en el segundo grupo a nivel nacional que más se acercó al dramaturgo y poeta español en la isla.
Asumieron espectáculos como Quimera, Los títeres de cachiporra y, una vez más en la isla, Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín con un montaje experimental, aunque esta última esperó hasta el año 2000 para su estreno.
La zapatera prodigiosa fue otra de las creaciones de Lorca que llegó no solo a la escena matancera, sino también a escenarios de varias provincias del país. Asimismo ocurrió con títulos como Retablillo de Don Cristóbal y La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón.
Teatro de Las Estaciones es una de las agrupaciones que con más sistematicidad lleva al retablo las obras de Federico. Con La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón el grupo que dirige el actor Rubén Darío Salazar, Premio Nacional de Teatro, ofreció una gira por varias ciudades españolas.
Otros acercamientos del grupo al poeta andaluz fueron Federico de noche, en 2009, El irrepresentable paseo de Buster Keaton, para adultos y con objetos, en 2014 y Retablillo de Don Cristóbal y la Señá Rosita, en 2016.
