26 de julio de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

Rostros visibles de una memoria invisibilizada

El 25 de julio no es solo una marca en el almanaque, es una brújula ética. Nos convoca a escuchar lo que durante siglos se quiso acallar y a mirar en cada rostro afrodescendiente una fuente inagotable de cultura, sabiduría y dignidad.

Cada 25 de julio, la historia se abre paso en el calendario para exigir justicia. El Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente —también conocido como Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora— trasciende el carácter de efeméride: es una jornada de reivindicación política, cultural y afectiva que rescata el lugar legítimo de millones de féminas, largamente silenciadas, racializadas e invisibilizadas.

Instituida en 1992 en Santo Domingo, República Dominicana, durante el Primer Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe, la fecha se consolidó como plataforma continental de articulación emancipadora. En ese histórico encuentro, más de 400 mujeres, procedentes de 32 naciones, pusieron en común urgencias compartidas: el sexismo, la pobreza, la migración forzada, la violencia estructural y la exclusión sistemática.

De aquella cita fundacional nació la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, que desde entonces ha constituido uno de los principales espacios de resistencia frente a la doble discriminación —por género y etnia— que restringe derechos, merma oportunidades y distorsiona representaciones. Esta jornada, por tanto, no se festeja desde el protocolo sino desde la dignidad que florece en cada periferia y en cada voz sobreviviente al olvido.

A lo largo de los siglos, las mujeres afrodescendientes han enfrentado la brutalidad colonial, la desvalorización histórica y la hipersexualización cultural. Sin embargo, lejos de resignarse, han sido arquitectas de nuevos mundos, cuidadoras de cuerpos y memorias, narradoras de lo no dicho, pensadoras de futuro, defensoras del territorio y tejedoras de esperanza.

Figuras como Harriet Tubman, tenaz abolicionista que lideró rutas de escape durante la Guerra Civil estadounidense; Rosa Parks, chispa silenciosa que avivó el movimiento por los derechos civiles; Maya Angelou, escritora y vocera de la dignidad negra a través de la palabra poética; Angela Davis, pensadora marxista y activista incansable del feminismo interseccional; y Marielle Franco, socióloga y defensora brasileña de derechos humanos, cuyo asesinato evidenció el racismo estructural en América Latina, encarnan legados insumisos que desafiaron los sistemas de opresión y continúan inspirando movimientos transfronterizos de justicia, memoria y reparación.

En América Latina y el Caribe, donde más de 200 millones de personas se identifican como afrodescendientes, las desigualdades persisten y se agravan en contextos de crisis. La pandemia de COVID-19 expuso con crudeza los vacíos estructurales en materia de salud, empleo y protección social, impactando de forma desproporcionada a mujeres negras que habitan zonas urbanas marginales o laboran en sectores de alto riesgo. El racismo institucional, sumado a la precariedad económica y la violencia de género, conforma una matriz de vulnerabilidad que demanda respuestas urgentes tanto del Estado como de la sociedad civil.

El 25 de julio no es solo una marca en el almanaque, es una brújula ética. Nos convoca a escuchar lo que durante siglos se quiso acallar y a mirar en cada rostro afrodescendiente una fuente inagotable de cultura, sabiduría y dignidad.

La historia de estas mujeres no comienza en la marginalidad ni concluye en la denuncia: se escribe en la lengua, el canto, el gesto político y el legado comunitario. Celebrarlas implica también comprometerse con un mundo más justo, donde cada voz importe y donde ninguna raíz se pode en nombre del poder.

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