Bonifacio Byrne, el eterno cantor de la bandera cubana

El 5 de julio de 1936, en su natal Matanzas, se apagó la voz física de Bonifacio Byrne Puñales. Pero su verbo —ardiente, insurrecto, enamorado de la Patria— sigue ondeando como la bandera que tanto amó. A casi nueve décadas de su partida, su legado no se marchita: vibra en cada estrofa que enaltece la libertad y en cada verso que se alza como clarín de soberanía.
Había nacido en la Atenas de Cuba el 3 de marzo de 1861 y cultivó desde joven una pasión por las letras que lo llevó a fundar los periódicos «La Mañana» y «La Juventud Liberal». Su debut poético con «Excéntricas» en 1893 fue saludado por figuras como Julián del Casal, quien reconoció en él un espíritu renovador, audaz y dueño de una versificación impecable.
Aunque no empuñó el machete en la manigua, su poesía fue trinchera. Desde 1896, sus versos denunciaron la opresión colonial y exaltaron el alma rebelde de la Isla. Su soneto sobre el fusilamiento de Domingo Mejía lo obligó al exilio en Estados Unidos, donde se unió al Club Revolucionario de Tampa y colaboró con el periódico Patria, así como con El Porvenir y El Expedicionario.
Fue llamado “Poeta cantor de la Libertad” tras la publicación de Efigies, un homenaje lírico a próceres como Céspedes, Agramonte, Calixto García y los hermanos Maceo. Pero fue el regreso a su tierra el 4 de enero de 1899 lo que marcó su obra con un dolor más hondo: al ver la bandera cubana ondeando junto a la estadounidense, comprendió que la independencia había sido burlada. De ese desencanto nació «Mi bandera», poema emblemático del volumen «Lira y espada«, donde la enseña mancillada se convierte en símbolo de resistencia y orgullo nacional.
Más allá de la poesía, Byrne fue Secretario del Gobierno Provincial de Matanzas, fundó el periódico El Yucayo, escribió obras teatrales como «Varón en la puerta», «Rayos de Sol» y «El espíritu de Martí«, y obtuvo premios en los Juegos Florales de Sancti Spíritus y Matanzas y también fue socio correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras.
Con su estrella solitaria, su insurgente triángulo mambí y sus franjas de luz y cielo, nuestra enseña nacional —esa silente compañera de la gesta libertaria cubana— encontró en Byrne al más fervoroso de sus trovadores. Su pluma, como espada lírica, defendió la dignidad de la patria incluso cuando la independencia parecía una promesa traicionada.
Hoy, al evocarlo en el aniversario 89 de su muerte, no lo recordamos con luto, sino con gratitud, porque su palabra sigue viva, tremolando como su amada bandera, esa que —aun hecha pedazos— los muertos alzando los brazos, por siempre sabrán defender.