Ercilio Vento Canosa: “la vida es un reto permanente”

Quien ha disfrutado aunque sea unos minutos de su compañía sabe que Ercilio Ventó Canosa es algo así como una enciclopedia viviente, una de muchas y variadas páginas.
Quien ha leído sobre él conoce que es médico de formación y vocación, espeleólogo y que ha realizado investigaciones esenciales sobre los asentamientos aborígenes en la provincia. También debe estar al tanto de que domina más de una decena de idiomas e innumerables dialectos.
En correspondencia con la intensa labor del Historiador de la Ciudad de Matanzas con el desarrollo del conocimiento y como profesor, la Universidad de Matanzas le confirió recientemente el título académico de Doctor Honoris Causa.
“Alguien me mijo que debieron dármelo antes. Yo creo que las cosas vienen en el momento preciso y lo aprecio más por dos razones. La primera es que retribuye un trabajo que he desarrollado desde que era adolescente.
“Me interesé realmente por todo lo que es ciencia, criminología desde que tenía 13 o 14 años, por la medicina incluso. Eso quiere decir que hay una vida, una continuidad. Me satisface mucho también porque es la universidad de la ciudad donde vivo, en la que yo trabajo y en la que me voy a morir.
“Aprecio mucho ese gesto de la Universidad de Matanzas y es lo que me hace sentirme mejor, no envanecido. Además es un doctorado en ciencias históricas y llegó en un momento en que uno tiene lucidez suficiente tanto para agradecerlo adecuadamente como para comprometerse.
“Siempre he dicho que un cargo no hace respetar al individuo, el individuo es el que tiene que hacer respetar el cargo. Para mí este título no representa llegar a la cima, sino que es llegar a una puerta que la universidad me abre hacia otro camino que sigue. Hay quien dice llegué y descanso. No, no, no, el descanso me lo pondrá la muerte”.
Bajo el influjo de libra, nació a las 8 y 20 de la mañana de un viernes de octubre de 1947. Cuando muchos pequeños disfrutan de las canciones y cuentos infantiles, él se extasiaba escuchando leyendas de aztecas, mayas e incas.
Con cuatro años descubrió la letra impresa, regalo que lo acompaña hasta hoy como una necesidad que lo satisface. Desde la más temprana edad, cursando los estudios secundarios se interesó por conocer idiomas por su cuenta. Así fue como empezaron sus andanzas por el alemán, el latín, el inglés.
Tal vez las enseñanzas impartidas por profesoras como Digdora Alonso, Celia Michelena, Rosa Cartaya y Carilda Oliver Labra mediaron para que la literatura fuera otra de las grandes pasiones de este hombre quien ha convertido su vida en un cúmulo de experiencias, saberes y vasta cultura.
Con cerca de 500 publicaciones en una veintena de países, 28 libros publicados y otros en proceso de confección, Ercilio se siente orgulloso de que sus textos no envejezcan en las bibliotecas. Entre ellos resultan de especial interés las investigaciones históricas, aunque otras responsabilidades ocupan su tiempo.
“He dedicado a la Historia un margen de tiempo muy grande, más que la Medicina. Ocurre también que aunque la medicina legal evoluciona, la investigación en cuanto a lo que es el fallecido, el lesionado no ha variado mucho.
“Un libro por ejemplo escrito en el siglo XIX sirve porque las lesiones son las mismas. La Medicina, entonces, es la razón de mi profesión, pero en la Historia encuentro otras motivaciones: la continuidad de la historia, los hechos, impulsados también por las posibilidades que me proporciona mi trabajo en la Oficina (del Historiador) y es el tiempo, el acceso a los documentos y a los lugares me satisface mucho. Yo soy muy organizado a la hora de investigar. Estoy realmente contento.
“Doy algunas conferencias a los estudiantes de medicina porque a mí la docencia me encanta y estoy trabajando todos los casos de paternidad en la provincia, además de escribir un libros sobre procesos filiatorios y otro sobre Medicina Legal”.
Un aspecto interesante en su vida es que trabajó incansablemente para descubrir los misterios de Josefa Margarita Petronila Ponce de León y Herederos, la momia de Matanzas, con la que convivió durante 25 años. Otro de los temas sobre los que más ha investigado es la vida y la obra de José Martí, con seis libros publicados hasta el momento.
“La Cruz de Caguairán fue el primero. El que acaba de darse a conocer que se llama ¿Cómo murió José Martí?, un análisis de la ciencia forense publicado por Luminarias. Publiqué en España Carmen, la agonía del verso, que es el mejor libro que he escrito; tengo el de la letra de Martí con un estudio de 188 documentos para demostrar que el Apóstol no tuvo ni miedo ni odio.
“En Capiro tengo el de María Mantilla y está este otro que estoy preparando ahora que es el estudio médico-psicográfico de José Martí porque ahora están tratando de destruir la imagen de Martí y brinda aportes acerca de manipulaciones burdas que se hacen de los últimos momentos de su vida”.
Ercilio Vento no descansa mientras está en la Oficina del Historiador de la Ciudad. Aunque hace un alto para conversar es evidente que minutos antes estuvo trabajando, investigando, escribiendo. Se considera un explorador de mundo, un perenne buscador del conocimiento.
“Acabo de terminar un libro que se publicó en Argentina y Estados Unidos sobre paleopatología aborigen. El que tengo pendiente sobre Martí en la editorial Capiro, otro sobre el último día Antonio Guitaras, en la Editorial Loynaz, de Pinar del Río y estoy terminando uno sobre las lesiones en Medicina Legal.
“Yo estudio mucho, pero sin agobio. Como me gustan los idiomas siempre ando repasando latín, griego. El italiano me fascina. Mis padres me incentivaron mucho a todas estas cosas, fueron muy impulsores. No eran personas con títulos universitarios, pero eran lectores voraces. Entonces me incitaron, no me pusieron frenos. Tampoco yo crecí por la libre, crecí con la disciplina del siglo XIX”.
Su hogar es el lugar donde se resguarda del mundo exterior. Allí encuentra la paz necesaria para dedicarle tiempo a sus distracciones: la pintura, la carpintería, la cerámica, sus colecciones de armas blancas y réplicas de barcos antiguos que él mismo construye.
Su familia, además de su amor infinito a la ciudad de Matanzas, es su gran pasión. Con su esposa comparte las labores domésticas por el placer de emprender tareas, de compartir tiempo juntos.
“En mi casa yo cocino, lavo, plancho, pongo un botón, limpio la casa. No soy machista. Yo no me puedo sentar a ver una televisión y ver a mi esposa haciendo lo que puedo hacer yo o lo que quiero hacer yo. Además que trabaja igual que yo”.
Se confiesa admirador y amante de la belleza femenina, fuera del mensaje erótico que esta lleva implícito y sabe apreciar, como pocos, la verdadera esencia de la vida.
“He vivido la vida que yo he querido, sin abusar de terceras personas. Lo que yo he querido hacer, lo he querido ver, lo he podido hacer y ver. Yo podría decir que yo soy una persona feliz, sobre todo por un hecho.
“La infelicidad es parte de nuestra vida. No es posible ser feliz eternamente. Hay que aprender a vivir con eso. Por eso es que vivo intensamente con una regla: no hacerle daño a los demás.
Tengo varias responsabilidades, pero una en especial. A veces le digo a mi esposa tú te das cuenta de mi compromiso como Historiador de la Ciudad. Tengo que leer muchísimo, tengo que documentarme, tengo que estar a la altura de lo que me precedieron. Ese es mi mayor reto.
“Creo que la vida es eso, un reto permanente. Yo estoy muy contento, muy satisfecho con la vida que tengo y la que he tenido”.
Ercilio es más que el hombre de ciencia, más que el Historiador de la Ciudad (responsabilidad que lleva con orgullo), más que la persona para la cual la Medicina es un sacerdocio irrenunciable. Vento es como un sabio del Renacimiento en la época contemporánea.