Urbano Martínez Carmenate y la otra novela de Alejo Carpentier

La primera biografía de nuestro gran Alejo Carpentier está, al fin, en nuestras manos. Urbano Martínez Carmenate, su autor, la ha titulado con suspicacia, aludiendo a los obsesivos ocultamientos en torno a la existencia del gran escritor cubano.
La manera en que la ha llamado podría responder también al arduo camino del biógrafo para acceder a determinadas fuentes de información y a la demora en su impresión. Así que Carpentier, la otra novela podría ser no solo “la otra novela” sino también “las otras novelas”.
El germen de esta biografía se remonta a 1998, cuando su proyecto mereció el Premio Razón de Ser, de la Fundación Alejo Carpentier. Cinco años después, recibió mención en el Premio Casa de las Américas. Posteriormente, Urbano continuó trabajándola, hasta entregarla a Ediciones Matanzas en 2018. In so facto quedó lista, se envió a donde se tenía que enviar y desde entonces, año tras año, esperábamos el milagro de su salida.
La obra ha visto la luz en dos tomos, no porque lo necesitara como tal sino por requerimientos técnicos de la industria poligráfica cubana, a partir del número de páginas con que cuenta. Se estructura en cuatro partes, desde las que se ofrece un acercamiento cronológico a las principales etapas en la vida de Carpentier: desde su nacimiento en Suiza en 1904 hasta su establecimiento y formación emocional e intelectual en Cuba; desde su inicial periodo parisino hasta su estancia en Venezuela; la vuelta a la Isla con el triunfo revolucionario y finalmente su lapso como diplomático en Francia, donde moriría en 1980.
Las dos primeras partes del libro están concebidas más desde la biografía tradicional, más contadas al modo de una novela, apegadas al fluir natural de los episodios del biografiado. Luego, en las dos partes finales, se produce un cambio de tono, de enfoque, y el libro se nos convierte en una especie de biografía-ensayo, quizás porque empieza a concentrarse en su producción artística, describiéndolo sobre todo en medio de sus proyectos de escritura.
Estas páginas tienen la virtud de retratar, o más bien de revivir, de poner en acción frente a nosotros a un Alejo Carpentier intensamente humano. Junto a su madre y a su padre arquitecto, lo vemos niño asmático en diversas zonas de La Habana, viviendo con entusiasmo nuestro campo y nuestra ciudad, con su primera novia, una muchachita mexicana, y enamorado, muy enamorado de la música y los libros. Lo vemos en su inserción exitosa y meteórica en la prensa de la época, ya periodista avezado, conocedor de nuestros procesos culturales, flamante jefe de redacción de la gran revista Carteles. Lo vemos, fulgurante intelectual, en el vórtice de los acontecimientos, miembro del grupo Minorista, envuelto en la lucha antimachadista; lo vemos en el congreso de intelectuales antifascista en España, en el movimiento surrealista en París, unido a la revolución cubana y figura clave de la nueva novelística latinoamericana. Lo vemos con su corpachón impresionante, con sus inevitables erres arrastradas al hablar, encandilando al auditorio ante sus disertaciones, siempre brillantes, sea de lo que sea.
“Unas palabras” de Martínez Carmenate al inicio del primer tomo dan cuenta del esfuerzo para lograr que apareciese ante nosotros este Alejo Carpentier de carne y hueso que el propio Carpentier trató de ocultar por razones que, nos explica el biógrafo, no tenían demasiado sentido en el fondo. No había nacido en La Habana, pero ¿quién se atreve a negar que es cubano? ¿En qué lo menoscababa a él y a su adorada Toutouche que el padre los abandonara repentinamente? Ocultaba su militancia en el ABC o el hecho de que no se había identificado con la guerrilla en la Sierra, ¿pero se puede juzgar desde lejos, fuera de la circunstancia? De hecho, ¿no fue ese mismo Carpentier el que luego acabó renunciando a cuanto tenía en Venezuela para regresar a la isla y aportar al proceso revolucionario?
Para lograr esto, en el presente libro hay un recurso fundamental: las notas a pie de página, las cuales adquieren una importante función dramatúrgica, de apoyo a la estructura general del libro. Este vital contrapunteo no podría producirse dentro del cuerpo de texto porque entorpecería el fluir de la biografía, de lo que se cuenta, incorporando un tono quizás demasiado ensayístico. Por otra parte, en medio del sainete entre el biógrafo y el biografiado, el lector adquiere protagonismo, saca sus propias conclusiones.
Al hablar de este volumen, es imprescindible referirse al trabajo con las fuentes de información, algo esencial si se piensa en las características del biografiado, ese echar humo en torno a sí, y está el propio reto que implica la dimensión de una personalidad como Alejo Carpentier, con residencias prolongadas en varios países y con un papel decisivo en relevantes sucesos y procesos culturales, sociales y políticos.
Por otra parte, según ha comentado el propio Urbano, hubo un momento en que le resultó imposible llegar a documentos imprescindibles, tras cerrársele a cal y canto algunas puertas, tanto de ciertas personas como de importantes instituciones culturales. ¿Qué hizo el biógrafo? Acudió a fuentes de información alternativas. Investigadores amigos le compartieron elementos que habían podido consultar con antelación. Aprovechó el caudal rico que ofrecían los testimoniantes, algunos citados con carácter anónimo.
Los testimonios orales que recogió Urbano son muy valiosos. Entre otros, se hallan los de Lilia Esteban, la viuda y albacea; el musicólogo Leonardo Acosta, hijo de uno de sus grandes amigos en París: José Manuel Acosta; Paul Estrade, quien compartió con él en París; Gregorio Ortega, embajador de Cuba en Francia en la etapa en que él fue agregado cultural; el escritor Imeldo Álvarez, editor de sus novelas; la ensayista Ana Cairo, investigadora de su producción literaria, y la bibliógrafa Araceli García-Carranza, a cargo del Fondo Carpentier en la Biblioteca Nacional José Martí hasta su traslado a la Fundación.
Urbano no escatima esfuerzos desde su afán por buscar nuevas texturas, enfoques, luces que moviéndose muestran otras cosas. Es así que aporta autenticidad y múltiples matices simbólicos, la manera en que la propia obra literaria de Carpentier se incorpora a la biografía: como elementos paratextuales, desde abundantes exergos en los comienzos de cada parte y de cada capítulo, pero también integrándose de lleno al discurso específico del biógrafo.
Vemos en estas páginas descripciones de Bakú, tomadas de La consagración de la primavera, forman parte la reconstrucción del viaje del pequeño Alexis y su familia hacia esa ciudad rusa —donde esperaban cobrar una supuesta herencia del recién fallecido abuelo materno—, mientras el recuento del recorrido de Alejo Carpentier por la selva, por el Orinoco, lo matizan fragmentos de la magistral novela que inspiraría este mismo suceso: Los pasos perdidos.
El reconocido narrador cardenense Pedro Juan Gutiérrez ha dicho que “Carpentier es sin dudas el escritor cubano que con más recelo y éxito preservó su vida privada de miradas indiscretas”.
Afortunadamente, a partir de todo este esfuerzo de Urbano a lo largo de casi dos décadas, a partir de la manera en que ha asumido el acercamiento a esta figura imprescindible de nuestras letras, reafirmándose como uno de nuestros más importantes biógrafos contemporáneos; gracias, en fin a todo esto, podemos hoy, tras leer estas páginas sentir que esta distancia del Alejo Carpentier hombre se ha reducido y que no es algo malo. Se le entiende mejor a él y a su obra. Era algo necesario.
Tomado de👇
https://www.claustrofobias.com/urbano-martinez-carmenate-y-la-otra-novela-de-alejo-carpentier/
Por: Jorge Céspedes