Pacto del Zanjón: una afrenta a la independencia

Tras una década de sangriento bregar por la causa independentista de la nación, el 10 de febrero de 1878 la mayor de las Antillas encontró en la firma del Pacto del Zanjón uno de los más bochornosos episodios de su decursar histórico.
El desgaste por la prolongada gesta, la escasez de recursos y el apoyo del gobierno estadounidense al mando español que oprimía a la Isla, facilitaron los planes del general Arsenio Martínez Campos, quien se valió de la falta de cohesión entre los distintos sectores mambises y las diferencias ideológicas y estratégicas que mellaron el accionar conjunto de estos para ganar terreno con las fuerzas coloniales y desarticular el movimiento insurrecto.
Bajo la promesa de reformas y el fin de las torturas, Martínez Campos consiguió la fragmentación del flanco insurgente y la disolución de la Cámara de Representantes de San Agustín del Brazo, hechos que además de representar una traición a los ideales libertarios ensalzados por Céspedes desde octubre de 1868, facilitaron las negociaciones para materializar el deshonroso acuerdo.
De la forma más indigna e infame posible, el convenio instaba a olvidar el convulso ayer entre cubanos y españoles, al tiempo que defendía la libertad de prensa y la formación de partidos políticos que no atacaran a España, la liberación de esclavos y colonos chinos miembros del ejército mambí y el reconocimiento al gobierno hispano como máxima autoridad de la Isla, así como el debilitamiento y desmoralización de las tropas independentistas.
Sus aspiraciones de supuesta normalización y arreglos favorables a las fuerzas políticas peninsulares echaban por tierra el camino histórico de sacrificio y patriotismo destellado por las tropas cubanas y proponía la concreción de la paz, pero entregando a España el porvenir de la nación caribeña.
A pesar de las promesas vacías que vociferaba el Pacto del Zanjón, la batalla no había acabado y Martínez Campos y sus hombres no tardarían en advertirlo, pues a pocas jornadas de la inicua rúbrica retumbó el 15 de marzo de 1878 la gloriosa querella de un heroico titán que posicionó a Baraguá como el nuevo epicentro de la contienda y reivindicó el indomable espíritu emancipador del pueblo cubano, ese que aún hoy, cuando suman 147 años de aquellos sucesos, mantiene firme e intacta su llama.