25 de abril de 2024

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La maldición del hollín

Después de todo, la chimenea de la termoeléctrica Antonio Guiteras no es tan grande como parece. Con su imponente altura de 110 metros, terminó por plegarse a la voluntad de los rescatistas

Después de todo, la chimenea de la termoeléctrica Antonio Guiteras no es tan grande como parece. Con su imponente altura de 110 metros, terminó por plegarse a la voluntad de los rescatistas.

«No se preocupen, periodistas, en un rato lo vamos a encontrar», dijo convencido el socorrista Yoamel Santana Perdomo, técnico de Salvamento y Rescate del grupo de bomberos de Matanzas, mientras miraba hacia lo más alto de la torre que unas 30 horas antes se había tragado el cuerpo de Lázaro Frank Montero Pita, de 57 años de edad.

Había que creerle al experimentado rescatista, un joven cuyo nombre aparece en la lista de quienes se batieron por salvar a los suyos en el accidente del Hotel Saratoga y en la Base de Supertanqueros.

A su traje no le cabía una porción más de ceniza. Los ojos irritados y de un marcado color rojo evidenciaban el efecto de la contaminación ambiental.

«Logramos localizar y sacar con vida a dos de los obreros, pero lo que más hicimos fue extraer escombros de la chimenea. Fue agotador. Ayer apenas pude descansar un ratico y ni las botas me quité», confesó.

Ya eran cerca de las seis de la tarde de este sábado y estaba por darse la última página en la afanosa búsqueda de los rescatistas y el personal de la Cruz Roja por encontrar al último de los trabajadores atrapados en el interior de la chimenea.

El «braceo» de la cizalla de un equipo con múltiples asistencias hizo posible evacuar la mayor parte de los escombros y el hollín del cenicero. Sin duda, un aporte importante para facilitar el rescate.

SIN LAMENTOS

Debido a un derrumbe de una pared divisoria de siete metros de altura, cuatro obreros de la Empresa de Construcción y Montaje Especializado quedaron sepultados en la parte inferior de la chimenea de la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras, donde realizaban labores de limpieza como parte del mantenimiento a ese bloque térmico.

Las fuerzas de Salvamento, que acudieron de inmediato a la planta, lograron rescatar a dos de ellos, Maikel López Navarro y Ángel Dioris Pérez Montoya, tras liberarlos de los escombros del tabique de ladrillos refractarios que se vino abajo, y sobre todo de los gases y emisiones del combustible quemado, en el lugar conocido como «el cenicero».

Dixan García Moraga y otros integrantes de la brigada de apoyo de la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas efectuaban la limpieza en un área de la caldera, cuando los sorprendió ver a tanta gente corriendo.

«Enseguida bajamos y nos dieron la tarea de apoyar en la extracción de escombros. Yo subí a esa sección de la chimenea en el segundo grupo, y permanecí allí unas dos horas. Hicimos una cadena para pasarnos los cubos. Había hollín por todas partes, poca visibilidad y era difícil la respiración.

«Lo curioso es que nadie quería irse cuando llegó la hora del relevo. No escuché quejas de ningún tipo; eso sí, todos lamentaban lo ocurrido y la suerte de nuestros compañeros. Al bajar me alegró encontrar en el teléfono muchos mensajes de familiares y amigos en señal de preocupación, y cómo había incrementado el número de personas dispuestas a ayudar».

En esas horas de duro bregar, en medio del desafío que impuso la incertidumbre por la suerte de los accidentados y la molestia de los gases contaminantes, fue clave la participación del Grupo Especializado de Operaciones de Socorro de la Cruz Roja de la provincia, el cual encabeza Judith Rodríguez Reyes, y está integrado, además, por otras mujeres.

«Nuestro trabajo es bien duro y muy riesgoso, siempre en escenarios complicados, pero nada satisface más que entregarle una persona con vida a su familia. Es lo mejor que nos puede pasar, aunque a veces, como en esta ocasión, hubo dos fallecidos», comentó.

Dijo que en el equipo de 25 efectivos no hay delimitaciones entre hombres y mujeres. Simplemente se turnan en las labores, señaló, tras destacar que varios de ellos fueron alcanzados por las llamas durante el episodio en la Base de Supertanqueros.

OTRA VEZ LA SOLIDARIDAD

Mientras esto sucedía al interior de la Termoeléctrica y decenas de personas unían voluntades para salvar a esos trabajadores, víctimas de la casualidad o de algún descuido –aún se desconoce–, se multiplicaban las muestras de solidaridad.

El primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, dejó un mensaje de aliento al pueblo de Cuba que seguía las noticias referentes al siniestro.

«Estamos al tanto del accidente ocurrido en la CTE Guiteras y en constante comunicación con las autoridades mantanceras. Todo se ha dispuesto para el rescate de los trabajadores. Nuestros rescatistas y bomberos están haciendo un gran esfuerzo. Nuevamente Cuba está con Matanzas», escribió en Twitter el Jefe de Estado.

El Presidente cubano lamentó la muerte de los dos trabajadores –además de Lázaro, falleció Alexis Bernardo Labrada Junco– y envió condolencias a la familia, amigos y a los compañeros de trabajo, y mandó una ofrenda floral para acompañar las honras fúnebres.

Quienes sobrevivieron al accidente fueron trasladados de inmediato al hospital provincial Faustino Pérez, para recibir la debida atención médica, y ambos, incluido un tercero que intentó auxiliar a sus compañeros, evolucionaron de manera estable y sin peligro para la vida, según informó Taymí Martínez Naranjo, directora del centro asistencial.

EL EQUIPO «MILAGROSO»

Ante el peligro de derrumbe y el alto volumen de escombros que obstaculizaban las labores de búsqueda, la prudencia indicó auxiliarse de un equipo especializado para abrir, desde el exterior, otras vías de acceso al lugar siniestrado.

En opinión del teniente coronel Williams González Hernández, jefe de la Defensa Civil de la Región Militar

Matanzas, la decisión obedecía al propósito de asegurar al máximo la integridad física de los rescatistas y favorecer los trabajos de rescate.

Y así fue. Al ingresar al interior de la chimenea, la cizalla giratoria del equipo especializado, con un alcance de hasta 30 metros de altura, removió el hollín incrustado durante años en las paredes de la torre. Al ser expulsados hacia el exterior, los gases contaminantes eran perceptibles a una distancia considerable.

Tiempo después se vieron de nuevo las menudas figuras de los socorristas en el interior del «cenicero», para dar definitivamente con el cuarto compañero, víctima del accidente imprevisto que lo sepultó por casi 30 horas.

Lo encontraron justo donde el instinto de varios rescatistas lo localizaba. No pocos decían saber con seguridad el lugar exacto donde se encontraba.

A pesar de los inconvenientes que entorpecieron la búsqueda, al final, nada, ni siquiera la majestuosidad de la chimenea ni el maldito hollín, pudieron impedir que lo hallaran. Fue más convincente el espíritu de los socorristas y de todo un pueblo.

Por lo pronto, reconforta saber el compromiso del colectivo de la termoeléctrica Antonio Guiteras, de concluir los trabajos de mantenimiento, para empezar a tributar al Sistema Eléctrico Nacional.

  • Ventura de Jesús/Granma

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