Un Código por y para las familias cubanas (+audio)
Como cada 15 de mayo, el Día Internacional de las Familias centraliza nuestra atención en la que es definida como célula fundamental de la sociedad, como estímulo para crear conciencia sobre el papel que estas juegan en la formación, crecimiento e interacción social de sus integrantes y, sobre todo, en pos de fomentar la funcionalidad, convivencia armónica y respeto entre sus miembros.
En el contexto actual, destacan las dimensiones sociohistóricos del recién aprobado Código de las Familias, que devino no solo un punto de inflexión para aceptar la diversidad familiar que caracteriza a la Cuba de hoy, sino también una oportunidad para enfatizar en la equidad de todos sus modelos y roles, así como para asumir el afecto, el amor, el respeto mutuo, la comunicación, la solidaridad y la igualdad de derechos y deberes por encima de la violencia, las diferencias de género, raza y orientación sexual y donde independencia, autodeterminación, igualdad y responsabilidad han de ser las palabras de orden.
Uniones consensuales, heterosexuales u homosexuales, familias monoparentales, reconstituidas o ensambladas, funciones parentales de miembros biológicamente emparentados o no, etcétera. Es evidente la pluralidad de formas de organización familiar en que la sociedad cubana se desenvuelve. No es sorpresa que el Código pluralice el término en su nombre y su reconocimiento a esta diversidad ya lo convierte en un acierto respecto a su antecesor de 1975.
Dos de sus conceptos más innovadores son la responsabilidad parental y la autonomía progresiva, los cuales contribuyen no solo a la democratización de la convivencia familiar, sino también a la preservación de afecto, protección, desarrollo, educación y recreación entre sus miembros, así como que, acorde al progreso tecnológico, esta nueva legislación exija el acceso de todos, principalmente niños y adolescentes, a un entorno digital libre de discriminación y violencia.
Punto para el Código que, en sincronía con la responsabilidad parental, concede a niños y adolescentes la facultad de decidir e influir en las decisiones que atañen al ámbito familiar, echando por tierra la inocencia, ignorancia y dependencia a la que siempre se les ha vinculado, a la vez que vilipendia todo acto de castigo corporal, trato humillante, negligencia, desatención o cualquier hecho que lesione o menoscabe física, moral o psíquicamente a los hijos e hijas.
Asimismo el Código exige el respeto a la autonomía privada, autodeterminación, financiamiento, protección y bienestar de los adultos mayores y de las personas con discapacidad, así como de aquellas personas que se dedican a su cuidado; estimula el desarrollo pleno de los derechos sexuales y reproductivos en el entorno familiar con independencia de aspectos como edad, sexo, género, orientación sexual e identidad de género, situación de discapacidad u otra circunstancia personal, y pondera el derecho a la información científica referida a sexualidad, salud sexual y planificación familiar adecuadas.
No hay dudas de que inyectar en una sociedad que conserva preceptos y estereotipos heteronormativos y machistas es todo un desafío. Es por ello que el nuevo Código de las Familias, con sus aires renovadores, representa un fuerte aliciente para atenuarlos y, como fiel reflejo de la realidad social que vivimos, el estudio de su contenido resulta esencial para garantizar la calidad de vida, convivencia y bienestar de las familias cubanas.
