
Aseguran algunos especialistas que en pasados periodos geológicos su cauce pudo ser mayor, incluso existe la posibilidad de que se conectará en algún punto con el río Canímar.
Sí existió una estrecha relación con aquella corriente, advierten los estudiosos, al mencionar los hallazgos de evidencias arqueológicas de presencia aborigen, seguramente de las poblaciones asentadas en la vasta región de Canímar y el Morillo.
Con los años el Bueyvaca perdió caudal, y hoy su existencia depende del régimen pluvial. Para gran dicha nuestra las lluvias de los últimos días nos permitió encontrarnos con un paraje inigualable, como si la corriente se extendiera kilómetros adentro.

Allí aún se puede apreciar la tupida vegetación compuesta por mangles. A un costado de la corriente se erige un pronunciado farallón desde el cual se puede obtener una excelente vista del entorno, y que demuestra que hace millones de años bien pudo tratarse de un gran río.

Con los años devino en una especie de muelle, del cual permanecen en pie y a flor de agua, varias estructuras de metal y concreto como atracadero para embarcaciones.
El sitio seduce por su belleza y bien vale una aventura, sobre todo porque se trata de un espacio ubicado en la propia ciudad de Matanzas.
A pesar de ello, cuando se enumeran los ríos y puentes yumurinos apenas se hace alusión a esta corriente, quizás entre las menos favorecidas de la urbe.

Cerca de allí aún permanece uno de los viaductos más antiguos de la ciudad, el puente antiguo de Bueyvaca, oculto y olvidado entre la maleza.
Entre escombros, la estructura observa el moderno vial construido para conectar a Matanzas con Varadero.
El río Bueyvaca perdió parte de su trascendencia ante el nacimiento del centro recreativo Cabarrocas.
Entre los atractivos más destacables del lugar se yergue el viejo castillo construido por el famoso arquitecto a quien el espacio le debe su nombre.
La llamativa edificación engrosa la lista de los tantos diseños del afamado urbanista Félix Cabarrocas, una eminencia de la arquitectura nacional.
Cabarroca y el río Bueyvaca no escapan a los designios del tiempo. El paso de los años puede ser devastador, sobre todo cuando los hombres no asumen la protección de un espacio.
Muchas edificaciones construidas para el esparcimiento comienzan a desaparecer, como el viejo gimnasio de judo.
Por suerte una parte de las instalaciones deportivas siguen convocando a decenas de pobladores. El bullicio propio del divertimento de los jóvenes que se entregan al saludable esparcimiento que propicia la práctica de deportes retumba en el lugar.
Son muchas las generaciones de que crecieron allí, y cortaron por ese lugar para darse un chapuzón.
Incluso forma parte del imaginario colectivo de los vecinos de Pastorita, un vínculo alimentado con leyendas de mantas rayas y tiburones que se adentraban hasta la playita.
Hasta la incipiente corriente llega la algarabía de los muchachos que se divierten con sus balones. El sonido se confunde con el susurro placentero de las hojas de los árboles. La presencia imprevista de un fotógrafo aventurero desata el canto asustadizo de algún ave que eligió el sitio como refugio.

El río Bueyvaca amaga con un caudal que muere a escasos metros, aún así se muestra hermoso y apacible en ese corto trayecto que nos permite comprender la majestuosidad de la naturaleza en toda su dimensión.
Fotos: Del autor