Iris en su propia voz

Una figura pequeña asciende con dificultad las empinadas lomas de la calle Milanés hasta la esquina de Guachinango. Cansada, sube las escaleras y, al llegar, con gran esfuerzo esboza una sonrisa.
Un micrófono vacío la espera. La Atenas de Cuba la espera. Jesús García la espera. Frecuencia Abierta comienza en 15 minutos. Abre la puerta y la melodía de su voz encanta a todos los que se apresuran a saludarla.
Lo primero que hace es pedir un chupa-chupa. ¡Adora los caramelos y los chocolates!, el énfasis en esta oración es importante, intento compartir la alegría en su rostro cuando me dijo que no podía vivir sin ellos.
Iris Castro, una de las voces más bellas de Matanzas, se negó reiteradas veces a conceder esta entrevista.
“Odio hablar de mí ¿Qué te voy a contar que sea interesante?”.
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“Soy la tercera de cuatro hermanos, la más chiquita de las hembras. Era muy ñoña, nunca me separaba de mi mamá. Soy miope y tengo mis problemas en la columna, quizá por eso mi familia me protegía tanto, me mimaban mucho.
“Era muy casera y adoraba escuchar la radio, lo hacía todo el tiempo. Me enamoré de las voces de los locutores y aprendí de ellos. Cuando íbamos a la casa de mis abuelos, en Colón, había un tocadiscos. Yo ponía el disco y, cuando empezaba el shhhhh, presentaba los temas musicales”.
Iris, antes de locutora, fue una oyente aficionada que participaba en los programas. Su primer acercamiento a una emisora ocurrió en 1984, cuando tenía 22 años.
“Lanzaron una convocatoria y una locutora me avisó. Me dijo que tenía una voz bonita y fresca, que me presentara. Llegué a Radio 26, en la calle Contreras, e hice la prueba. Me preguntaron si tenía teléfono en la casa y esa misma noche me llamaron; podía comenzar a trabajar al día siguiente.
“En aquella época no se permitía que un locutor nuevo hiciera un programa en vivo. Teníamos que entrenar con los grabados. Inicié en la discoteca de la madrugada. Tuve el asesoramiento de grandes, como Manolo Díaz Castillo y Manolo García, que me guiaron”.

Aunque está más tranquila y concentrada en la conversación, noto su incomodidad. Desea que nuestra charla termine. Yo insisto en las preguntas. Me cuenta que en 1991 se enamoró de un director de programas de Radio Progreso. Él la llevó para La Habana.
“Empecé en Radio Reloj. Me tuve que ir por la lejanía, y es que me tocaba el turno de la madrugada. Ahí descubrí lo que realmente me gusta: las noticias, porque no debes desdoblarte tanto. Luego, permanecí un mes en Enciclopedia. Llegué a Progreso más tarde e hice todo tipo de programas, desde 1991 hasta 1997, que regresé a Matanzas. No soportaba estar lejos de mi familia”.
Iris Castro es la primera mujer que trabajó en Alegrías de Sobremesa como locutora. Considera esta experiencia extraordinaria como un pequeño detalle. No le gusta contar estas cosas.
“Eduardo Rosillo estuvo de vacaciones una semana y me lo propusieron. Lo hice y después supe que fui la primera voz femenina en hacer la locución del programa. Es un orgullo para mí”.
Iris es como una niña atrapada en el cuerpo de una mujer. Sus gestos, el tono de la voz, incluso, la forma en que viste, muestran su inocencia. La melancolía la invade; cuando observas con detenimiento, encuentras tristeza detrás de su sonrisa.
“Afrentas disímiles situaciones: pérdidas familiares, problemas personales y operaciones delicadas, aún así, debes transmitir mucha alegría, porque las personas no son culpables de lo que nos sucede. Creo que ahí radica la mayor dificultad de esta profesión.

“Los placeres, sin embargo, son numerosos. Recibir el cariño del pueblo, saber que la gente te quiere y te admira, eso me hace feliz”.
El 25 de mayo Iris cumplirá 41 años en la radio, pero, antes de llegar al micrófono, fue educadora de círculo infantil.
“Siempre me han gustado mucho los niños. La música y los niños son mis dos grandes pasiones. Estudié, encauzada por mi amor a ellos, en la Escuela de Formación de Educadores de Círculo Infantil, en Pastorita. Trabajé en los círculos de Versalles durante tres años. Todavía hay madres que me ven por la calle y dicen: ‘El niño se acuerda de ti”.
Su semblante cambia. Los ojos pierden la expresión alegre. Intenta disimular su desánimo, sin éxito. La voz parece quebrarse, pero los locutores saben fingir. Se recupera en un instante y, claramente, sentencia: “No pude tener hijos. Es como un castigo, un castigo no sé de qué”.
Hace un rato, mencionaste una operación delicada que debiste enfrentar. ¿De qué se trata?, pregunto esto con miedo a meter la «pata» y echar a perder toda la entrevista.
“Estoy operada de cáncer de mama. En el año… creo que 2016 o 2017, no sé. He tratado de borrarlo. Esta operación me trajo muchas tristezas y estados depresivos. Fue difícil enfrentarme al trabajo; demostrar que todo estaba bien.

“Para que veas a qué extremo llega esto de las apariencias, te voy a hacer un cuento. Una vez alguien me dijo que una persona entró a una bodega donde estábamos Tony Medina y yo. Me reía mucho con él, siempre inventaba cosas para que estuviera feliz, lo mismo que hace Jesús, en Frecuencia. Esa persona que te comenté, dijo: ‘Se ve que no tienen problemas. ¡Escucha cómo se ríen!’.
“¡¿Que no tenemos problemas?! Somos humanos igual que los demás y atravesamos las mismas cosas”.
Le anuncio una última pregunta.
“¿Otra? Ay, ¡no me gusta hablar de mí!”.
***

“No creo que sea una de las voces más bellas de la provincia ni nada por el estilo. No me gusta escucharme, siempre encuentro un defecto, no me resisto.
“Intento transmitir dulzura, cariño, y que la gente me vea como un familiar más. Que cuando enciendan la radio digan: Ahí está Iris, mi amiga”.
Ya, le digo que vamos a terminar aquí. “¡Muchachita!”, me dice muerta de risa y triunfante, su tortura ha concluido.
Nos quedamos hablando un rato y me pide que le abra el chupa-chupa. Cumplo la misión y me despido. La dejo sola, sentada en el pasillo, disfrutando de su caramelo. Es difícil saber si está feliz o triste. Debe esperar a las 6:00 p. m. para salir al aire en el noticiero provincial. En unas horas, su voz encantará a Matanzas.
- Tomado de Girón/ Daniela Lantigua Carballo, estudiante de Periodismo