La Finca de los Monos, la indolencia y el silencio que arropa mentiras
Mi hija pudo estar ahí. Días antes sus amigos la trataban de convencer para asistir a un evento en la Finca de los Monos, probablemente el mismo del fatal desenlace que se ha hecho tristemente viral en las redes. Por suerte, los planes no se concretaron y a la hora en que todo ocurrió, mi adolescente y sus compañeros estaban a salvo.
De hecho, me pasé el sábado tratando de actualizar los muchos pendientes con que una procrastinadora irrmediable llega al fin de semana y apenas anduve por las redes, así que la noticia me llegó a través de una amiga que no vive en Cuba. Las capturas de pantalla y videos venían acompañados de una frase desesperada: ¡final con los menores en Cuba!
Mi amiga ama este país, pero está lejos y es madre, así que las noticias le llegaron al alma. Buscó lo que ella y yo consideramos fuentes confiables: instituciones involucradas o medios de prensa, pero no había nada. Es difícil así mantenerse inmune al bombardeo de irresponsables en redes sociales, de indolentes que sacaron el móvil para filmar y luego hacieron hasta chistes desagradables y sí, también, de los hater anticubanos que van a la caza de una mosca para atacarnos al costo que sea necesario, sin el menor escrúpulo.
Se mintió sin pudor ni piedad sobre la muerte y nada menos que la muerte de niños. En apenas 12 horas vimos de todo un poco: fake news, gente sensible dando sinceros pésames, familias indignadas desmintiendo la muerte de sus hijos, gente que aprovechó para irse por las ramas que más les gustan y hablar de mala música o de mal gobierno, según les acomodara.
Tristemente, medio día fue suficiente para descubrir en el Instagram historias de adolescentes consternados o frescos como una lechuga refiriéndose al hecho, a imagen y semejanza de la deshumanización que la furia del like ha sembrado.
Lo que ocurrió este sábado en la Finca de los Monos es, en muchos sentidos, preocupante. Nos plantea mil preguntas como sociedad y especialmente como madres y padres. Nos dice algunas cosas que no quisiéramos tener que escuchar, pero más vale ponerles oído y atención real.
Pero lo que ocurrió en las redes sociales, tras los sucesos de la vida real, también debería preocuparnos y ocuparnos de una vez. Muchas mentiras habrían sido imposibles si no las arropara el silencio de quienes tenían la verdad en la mano. Doce horas necesitamos esperar, mientras el enemigo se daba gusto inventando y manipulando, como otras tantas veces.
- Giusette León/ Cubasí
Habia enviado un comentario antes, pero se extravió en el camino.
El de ahora, son réplicas de comentarios más autorizados, pero que expresan mucho mejor lo que quise espresar:
En primer lugar, sobbre la reacción sumamente tardía y escueta de nuestras instituciones:
“Si el problema fuera la alharaca del enemigo, sus tergiversaciones y campañas, la solución sería fácil y ya la dio Humberto: desmentir públicamente. Pero ese no es el problema, el problema es el hecho en sí que motivó la noticia, reflejo de males incubados y de transformaciones sociales a la cara de todos”, dijo Estéves Rams
Una experimentada psicóloga añade:
“Creo que urge revisarnos, pero profundamente, remover las raíces de ésta historia hasta que podamos efectivamente actuar al respecto para que no se convierta en costumbre y luego en terror, si hay que buscar lugares, habilitar locales para que nuestros hijos que aún no alcanzan la mayoría de edad o están muy cercana a esta, pero estudian y no logran pagarse la entrada a los costosísimos bares capitalinos puedan divertirse sin quererse cortar la cabeza como animales habrá que hacerlo, pero YA”
El cantautor Israel Rojas advirtió: “Lo que pasó en la Finca de los Monos es el avance. La película se estrenará este verano, o el próximo. Todas las condiciones están creadas para situaciones así en cualquier rincón de Cuba. La grave crisis económica. El descuido en la atención de los gustos y preferencias de los grupos etarios protagonistas de estos sucesos. Adolecentes sometidos a contenidos digitales sin contrapesos éticos ni estéticos y a los que más dinero se les ha invertido para posicionar ¿cultura? portadora de antivalores. Ni hablar de la crisis del sector educativo. Todo eso y más está ahí, cuál sol que no se puede tapar con un dedo”
Claro está, coexisten otros problemas, que ya han provocado varios incidentes como este, y seguirán provocando:
“Si esos eran los `artistas´-comento a propósito Abel Sosa- no podía ser diferente el público asistente: muchachos salidos de nuestros barrios sin referente cultural, con carencias formativas y educativas, muchos de hogares rotos y disfuncionales. No puede aspirarse a una vida social tranquila y sin sobresaltos si el producto que se promueve exalta y convoca a la violencia. Otro aspecto, es que cuando el fin es el lucro, recordar aquello del genial Quevedo `poderoso caballero es don dinero´, es decir cuando el fin y el propósito es ganar por encima de todo, todo puede ocurrir