9 de octubre de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Jesús Orta Ruiz: El Indio Naborí

Hoy se celebra el Día Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado. Una razón marca la fecha, el nacimiento, el 30 de septiembre de 1922, de Jesús Orta Ruiz, el cubano que con esa composición poética llegó a la savia de esta tierra.

Hoy se celebra el Día Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado. Una razón marca la fecha, el nacimiento, el 30 de septiembre de 1922, de Jesús Orta Ruiz, el cubano que con esa composición poética llegó a la savia de esta tierra entretejiendo artísticamente el folclor de nuestros campos con el gracejo popular.

El Indio Naborí, como él mismo se hizo llamar desde la temprana edad de 17 años, fue un prolífico poeta e improvisador, de lo más acabado de la espinela y contemporáneo de otro grande del repentismo, su amigo Ángel Valiente.

Fue premiado en vida con la Orden Félix Varela de Primer Grado, la de Héroe del Trabajo de la República de Cuba y el Premio Nacional de Literatura.

El pueblo de Limonar, Matanzas, le rinde homenaje en el Centro Cultural “Casa Naborí” que se instituyó el 19 de octubre de 1989.

La extensa obra de Jesús Orta Ruiz, reconocida nacional e internacionalmente abarca diferentes géneros literarios desde la poesía, incluyendo la poesía improvisada, el ensayo y el periodismo.

Sus poemas nos ofrecen la paradójica visión de un poeta ciego que con un sexto sentido logra visualizar el mundo más allá de lo tangible. Entre sus poesías figura:

El amor en los tiempos de prosa

Junto a mi cabecera
una mujer marchita,
celosa de la muerte,
está velando día y noche,
atenta a mis orines y mis heces fecales,
sustituyendo con los ojos suyos
los míos obsoletos,
dándome el alimento como a un niño,
bañándome, vistiéndome,
besándome, acariciándome las manos.

En un ambiente así
—no luna, no balcón, no prímola—,
si Romeo y Julieta no hubieran decidido suicidarse
y hubiesen arribado a la vejez
ella, caído el seno y desdentada,
poniéndole un enema a su galán montesco;
él, enferma la próstata
y consumido el falo,
¿e mantendría la promesa del amor eterno?
No sé:
pero el amor en las postrimerías
es más prueba de amor que el suicidarse
una joven pareja enamorada,
pues los muertos no ven su pudrición.
Nosotros, sin embargo, pudriéndonos en vida,
palpando nuestras ruinas como los jaramagos,
continuamos amándonos,
cambiamos la pasión por la ternura
y reafirmamos que es posible
la eternidad en el amor.

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