23 de mayo de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Un rastro en las estrellas: El Principito ilumina el Teatro de Las Estaciones (+ fotos)

Desde ese hermoso camino de aprendizajes, deleites y poemas invisibles para decir a la hora del crepúsculo, las familias disfrutan un viaje cuyo destino más próximo es la verdad, un viaje que siempre dejará un rastro en las estrellas y alegrías en el alma.

Desde que asistí por primera vez a la sala Pepe Camejo y luego comencé a conocer el repertorio de Las Estaciones siempre me extrañó en particular la ausencia de un clásico de la literatura para niños entre sus obras; pero dicen que todo llega a su tiempo y fue ahora, en 2025, cuando Rubén Darío Salazar hizo suyo el misterio de El principito. “Hace muchos años, cuando yo era un niño, mi padre me regaló una edición que aún conservo enmarcada de El pequeño príncipe, de 1969 y en el 2019, cuando cumplía el grupo 25 años, Zenén me regaló un minilibro de El pequeño príncipe. Por el camino yo había leído un poemario hermoso y son cosas que se van juntando”.

Sin embargo, El Principito no llegó en solitario a la tropa de la Luna y el Sol. Lo hizo de la mano de Asteroide B-612, una mirada poética de José Manuel Espino Ortega a la obra de Antoine de Saint-Exupery, merecedora del Premio Ismaelillo de la UNEAC 2015.

“Sería muy difícil mirarlo de manera imparcial, porque es una obra que parte de un texto que escribí en un momento muy difícil de mi vida en el que me operé de la vista y no podía ni siquiera escribir. Desde ahí fue una experiencia distinta.

“Ahora tener la bendición, palabra exacta, de que Las Estaciones retomaran el texto para darle una nueva visión teatral es algo fabuloso y que ciertamente me emocionó mucho.

“Me emociona porque son miradas a Exupery desde el teatro, que hacen el juego con los textos de mi libro, pero además que tienen también una mirada que va allá a la música, a lo visual, de un modo que es un regocijo.

“Me da la sensación de que uno siente realmente que ha llegado un asteroide cuando ve la obra. Se sienten bajo ese refugio también con el temor que tiene el principito en los tiempos que corren.

“Yo creo que por eso también es una obra valiente, porque es hermoso regresar a los clásicos desde la mirada contemporánea. Y eso es lo que hace Rubén, de una manera magistral, como siempre ha hecho. Eso es indiscutible”.

En el proceso de investigación sobre el Teatro Nacional de Guiñol, que tuvo como fruto el libro Mito, realidad y retablo, Salazar encontró el programa original del espectáculo del año 1965, del que se cumplen 60 años este 2025, y todo fue conjugándose para asistir a una nueva y novedosa lectura de la obra, estrenada en Matanzas los primeros días de marzo.

“Yo quería una versión titiritera. Hicimos una versión partiendo del libro de Espino, poético-titiritera. La poesía es el lenguaje natural de los títeres. Por tanto, si tú vas a tener una escena, como por ejemplo, del Bebedor, que son como tres páginas en el original, Espino dice:

Bebe, bebe, solo y tanto,
con mil botellas sin brillo,
arma su propio castillo
del que se adueña el espanto.
Pobre reino del desencanto,
donde ni a soñar se atreve,
confunde el sol con la nieve,
pobre su tristeza ve
y le recuerda por qué,
hasta el mismo fondo, bebe.

“Es una síntesis maravillosa. Es muy simbólico todo. Siempre se cuenta la historia a partir del Aviador. Yo trabajo con niños y cuento la historia a partir del pequeño. Mi niño no es rubio ni delgado, es gordito y pelicolorado. Es una versión muy particular a la manera de Teatro de las Estaciones”.

Se trata este de uno de los textos clásicos de la literatura universal más representado, traducido y versionado. Lo que pudiera parecer una garantía para alcanzar el éxito, en realidad suele convertirse en el mayor reto para un creador: sorprender con su propia mirada de un texto tantas veces visitado.

“Hacer El pequeño príncipe es un reto mayúsculo. Es una obra que se hace después de la Segunda Guerra Mundial. Es una obra de esperanza, es una obra de renacimiento, es una obra humanista, pero complicada por su temática, que aunque el libro es para niños, tiene una temática dura.

“Ya no hay cosas que a los niños les sorprendan porque los niños también viven las guerras, como en Gaza, como en Ucrania. O sea, son parte de algo que no debieran padecer. Los niños también viven las carencias, las malas economías, los procesos sociales, las migraciones geográficas. El niño lo vive todo.

“Por lo menos tenemos la misión, los teatristas, de hacerle volar la imaginación, de contribuir a que sean felices, pero no tontos; que se formen también en el humanismo, en la filosofía altruista, en la solidaridad, en todos los valores culturales de paz en medio de los que el niño debiera crecer, elevarse”.

Entonces el azul se derrama por toda la sala y ya no existen barreras entre espectadores y actores, entre el niño del escenario y los que lo observan con una mezcla de curiosidad y ternura.

En el preciso momento en que te aproximas al espacio galáctico, la hermosa música compuesta por Raúl Valdés, las coreografías de Yadiel Durán y los maravillosos diseños de Zenén Calero Medina te hacen dudar si aún estás sentado en tu butaca o si, por arte de magia (esa magia infinita del teatro), andas sobrevolando otro planeta.

“Cada técnica, cada títere, cada planeta es diferente por completo. No hay una homogeneidad visual en el espectáculo, a no ser en la Tierra, a no ser en el planeta del Principito. O sea, cada estética tiene una diferencia”.

Las actuaciones también se lucen en esta versión titiritera de El principito. “Es una mezcla de generaciones de teatristas, de titiriteros. Está ahora mismo Iván García, que está aquí desde el año 2006 y alguien muy joven, como Laura Marín, que llegó el año pasado.

“Es una mezcla de decires y de haceres que se complementan a un espectáculo que quiere hablar aquí y ahora de la humanidad, de la cultura, de la importancia del arte y de la belleza de la vida. El Principito es una obra donde el protagonista se muere, pero se muere luchando por encontrar otra vez su mundo”.

Arlettis Cazorla formó parte del elenco durante sus primeras puestas con singular sensibilidad. Ale García, Iris Mantilla, Raúl Alvarez y María Laura Germán. A su vez, Yadiel Durán y María Laura Germán se desempeñan como asistentes de dirección.

“Es súper emotivo porque es una historia que casi todo el mundo conoce, que está marcada en el imaginario mundial, en esta versión con una mirada verdaderamente desde el niño, desde la dolencia del niño, desde de las necesidades del niño.

“En Teatro de Estaciones hacemos un teatro dirigido mayormente en el público infantil, pero que involucra a toda la familia, buscando la formación de valores, a partir de toda la importancia que tiene la familia, la importancia que tiene el niño en el contexto, porque el niño también puede sentirse solo dentro de la infancia. El niño puede sentirse desprotegido dentro de la infancia.

“Entonces, va de este viaje que hace a este pequeño príncipe diferente, a la manera de ver de Zenén Calero y de Rubén Darío Salazar. Y emite un viaje hermoso donde los planetas, aquel que conozca el libro, se va en cinco minutos y hay que verlo”. (Ale García)

“Muchos roles porque, como en el libro, el príncipe viaja por varios planetas donde se encuentra al Bebedor, al Geógrafo, al Farolero y demás. Ha sido un trabajo arduo a nivel físico porque lleva mucha coreografía. Estamos atados, de cierta manera, a una música también”. (Iris Mantilla)

“Pienso que Rubén lo ha querido hacer así para que el niño se vea reflejado en ese niño porque casi todas las versiones que han hecho las hacen tal cual la novela, desde la mirada del Piloto. Entonces busca darle valor, protagonismo al niño”. (Raúl Alvarez)

“Son tiempos muy duros y no estoy hablando solo de una realidad nacional, estoy hablando de una realidad internacional. Tiempos muy convulsos, muy oscuros, incluso para los niños, aunque a veces pensemos que los niños no se dan cuenta, pues de alguna manera todas esas realidades raras los afectan.

“Entonces, son tiempos donde tenemos que, desde el teatro, que es lo que mejor sabemos hacer, y desde la poesía, sacar a los niños de esa nebulosa, regalarles un poco de magia, un espacio donde ellos puedan sentir que se trabaja para ellos, desde ellos y donde se sientan libres de fantasear.

“Estamos acostumbrados a ver al Principito desde la visión del Aviador. Ahora, de pronto, en el centro del espectáculo está el niño y cómo descubre todos los planetas.

“También son tiempos donde las familias se rompen constantemente, donde los familiares se alejan y los niños también viven esta realidad. De pronto, tal vez ver un niño en escena, que estando solo no está tan solo, ayudemos un poco a los niños a que sepan que esa soledad no siempre es tan grande como se piensa. Siempre estamos ahí para ellos”. (María Laura Germán)

La versión que hace el colectivo matancero de El principito es fiel y consecuente con la esencia de Teatro de Las Estaciones: desde múltiples historias, con estéticas tan variadas como situaciones y personajes, ensalza al niño como centro de todos los procesos, sin prejuicios ni tabúes, y denuncia todos los posibles escenarios que le son ríspidos, al tiempo que defiende la necesidad de encontrar siempre la belleza de vivir.

A decir de Rubén, “uno tiene que encontrarle a la vida las partes optimistas, porque las pesimistas ya están. La vida tiene momentos duros que uno tiene que afrontar, pero encontrarle la belleza a un atardecer como el principito, eso no lo rompe nadie; encontrar belleza en las flores, escuchar buena música. El Principito responde a eso y Teatro de Las Estaciones siempre responde a la belleza de cualquier tendencia que sea. A esa belleza me refiero, a lo lindo del hombre, lo lindo interior y exterior”.

Mientras, luego de disfrutar la puesta en escena José Manuel Espino se nota emocionado, satisfecho, conmovido. “Me siento absolutamente feliz, como un niño. Hechizado es la palabra también que podría caber, porque no todo el tiempo uno tiene la suerte de que alguien lleve tus textos a otra dimensión, a una mirada tan particular y que dialogue con tanta fidelidad con la tuya.

“Eso es algo que también agradezco, la fidelidad que existió con los textos, que hubo un absoluto respeto. Me siento infinitamente feliz de que sean ellos y son inmensos mis deseos de que más personas puedan llegar a esa obra”.

Rubén Darío Salazar, al frente de Las Estaciones toma como referente las obras de Antoine de Saint-Exupery y José Manuel Espino y diseñó un espectáculo lleno de metáforas, en el que siempre se venera al amor.

Un rastro en las estrellas volverá al escenario de la sala Pepe Camejo en función única el sábado 24 para luego presentarse en la sala Adolfo Llauradó el viernes 30 de mayo a las 5 de la tarde, el sábado 31 y el domingo primero de junio, a las 11 de la mañana dentro de la programación del Encuentro Internacional de Artes para la Infancia Corazón feliz.

Desde ese hermoso camino de aprendizajes, deleites y poemas invisibles para decir a la hora del crepúsculo, las familias disfrutan un viaje cuyo destino más próximo es la verdad, un viaje que siempre dejará un rastro en las estrellas y alegrías en el alma.

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