Cosas que me suceden
Hay cosas que no las puedo resolver sin la ayuda de otra persona, por ejemplo hacer boniatillo. Recuerdo que cuando quería hacer el dulce tenía que recurrir a mi amigo René Romero, no al hijo, ese gran locutor de Radio Reloj, que también es mi amigo, pero no sabe hacer boniatillo. Llamaba al padre, quien muy servicial me daba la receta, que al paso del tiempo la perdía o se me traspapelaba, pero sabía que el viejo Romero estaba ahí para volverla a dictar.
Sucede que un día Romero falleció y como es lógico no tenía a quien recurrir, aunque Google está ahí, pero temo que no me iba a quedar igual. Realmente desde la pérdida física de Romero no he hecho más boniatillo.
La otra ayuda se la solicito a mi amiga y colega Maritza Tejera, y es una frase que me gusta mucho y que hace tanto bien si se cumpliera con su encargo, pero se aplica poco en los últimos tiempos. Maritza siempre está dispuesta a dictarla y yo a perderla hasta la otra oportunidad que la vaya a utilizar.
La frase en cuestión es: “La repetición del estímulo agota el interés”. Es algo así como repetir reiteradamente lo mismo. Por estimulante que sea, llega a causar rechazo y eso es muy perjudicial.