16 de mayo de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Las 30 horas de Einstein en Cuba

Para sorpresa de sus guías y acompañantes, al día siguiente el científico insistió en visitar las zonas marginadas de la capital, atestiguando el perceptible contraste de barrios como Pan con Timba y Llega y Pon, con las zonas ostentosas de la ciudad y plasmándolo en su diario.

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Aunque para muchos pueda resultar algo insólito, La Habana fue testigo de la presencia de uno de los más prestigiosos artífices del progreso científico mundial.

El viernes 19 de diciembre de 1930 la capital de la Isla acogió con beneplácito la llegada del más eminente científico del siglo XX, Albert Einstein, a quien solo bastaron 30 horas en suelo antillano para atestiguar los problemas socioeconómicos que aquejaban a una Cuba en pleno periodo neocolonial.

Ajeno al clima tropical y a la intensidad del sol antillano, recibió del personal de la lujosa tienda El Encanto el característico sombrero veraniego conocido como «jipijapa», además de legar a nuestra Historia su única instantánea tomada por el artista Gonzalo Lobo, en el estudio fotográfico de la suntuosa instalación.

Como parte de su programa de actividades en el país, en la mañana se personó en importantes enclaves como la Secretaría de Estado y los salones de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la ciudad, mientras que durante la tarde asistió a un homenaje de la comunidad hebrea cubana y un banquete que en su honor ofreció el entonces presidente de la Academia en el roof-garden del hotel Plaza, para después recorrer la capital en automóvil en pos de conocer las zonas rurales capitalinas.

El periplo incluyó al exclusivo reparto de Miramar, las sociedades del Country Club y Havana Yatch Club, los verdes paisajes campestres de Santiago de las Vegas, el aeropuerto de Rancho Boyeros, la Escuela Técnica Industrial, las obras hidráulicas del Acueducto de Vento y el asilo de Mazorra para enfermos mentales, así como la Sociedad Cubana de Ingenieros, en cuyo paraninfo agradeció la deferencia y atenciones recibidas.

Para sorpresa de sus guías y acompañantes, al día siguiente el científico insistió en visitar las zonas marginadas de la capital, atestiguando el perceptible contraste de barrios como Pan con Timba y Llega y Pon, con las zonas ostentosas de la ciudad y plasmándolo en su diario.

Llegada la tarde, Einstein partió entonces con rumbo hacia Panamá y en su honor la vidriera principal de la tienda El Encanto erigió una elegante escenografía con una ampliación del retrato que le fuera tomado en la edificación, una docena de instantáneas del reportero gráfico Rafael Pegudo, perteneciente al periódico español El País y el profético rótulo «La Ciencia une a los hombres y evita las guerras», que pronunciara el científico a la prensa justo a su llegada a suelo habanero.

A casi un siglo de estos acontecimientos, el pueblo cubano inmortaliza la llegada de esta personalidad, cuya presencia en la Isla sigue suscitando la curiosidad y orgullo de nuestra nación.

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