Normalizar lo que no debe ser normal

Con el paso del tiempo se aprecia en la sociedad una pérdida de valores y un creciente auge de la indisciplina social. A años luz quedaron esos momentos en los que un buenos días, un por favor, unas gracias o darle un asiento a un anciano en una guagua era sinónimo de respeto.
A diario chocas con disimiles formas de indisciplinas sociales. Por solo citar algunas, se volvió práctica cotidiana que los vecinos monten fiestas donde el escándalo hasta altas horas de la noche esté a la orden del día; en las colas dar el último o tener una conversación cívica con un semejante parece práctica del ayer.
Estas conductas no son únicas y exclusivas de la juventud, como gran parte de la población quiere y se esfuerza en hacer ver. Las malas conductas y la indisciplina social no se manifiestan solamente en los jóvenes, sino también en adultos y personas de la tercera edad.
¿Qué factores contribuyen a una pérdida de los valores, la educación formal y generan indisciplinas sociales? ¿Es única y exclusiva la enseñanza de valores por parte de la familia? ¿Qué acciones se desarrollan para revertir esta situación?
La escuela junto a la familia son los entes motrices para moldear y formar la personalidad de los adolescentes, pero su papel no debe limitarse a los contenidos que deben impartir o el conocer el estado académico de los educandos.
El papel de ambas partes debe extenderse a saber qué consumen sus hijos, con quiénes se relacionan, qué tipo de ambiente frecuentan. Si tenemos en cuenta que en las edades tempranas es donde se comienzan a formar patrones de conducta, es en esa etapa donde debemos enfocar los mayores esfuerzos.
En una sociedad permeada por múltiples circunstancias, tanto sociales, económicas, como de otras índoles, deberían estudiarse los factores que derivaron en que flagelos como la indisciplina social y la pérdida del civismo se transformaran en cuestiones normales.
