Aquella mujer contaba cuantos negocios tenía su hija para apoyar a la familia con los gastos de sus estudios. Concluyó con la siguiente frase: «Cuando ella se gradúe, sabrá más de ventas que de Periodismo».
Sí, la hija comerciante de cigarros, ropa y comestibles, es una futura periodista. Su hija le revende productos a sus compañeros para ayudar a su mamá con los sobreprecios pagados hoy en día por todas las familias cubanas. Y sí, su hija probablemente se gradúe como la negociante que también es Periodista, y no viceversa.
El periódico Girón publicó en su sitio web un reportaje sobre esta situación. Allí los autores comentaban: «ser universitario es gratis pero cuesta».
Se ha convertido en una cotidianidad, el encontrar a un joven con uno y hasta dos trabajos simultáneos a sus estudios. Esto produce agotamiento y hasta cierto descontento en ellos, por eso es muy común que un estudiante renuncie a su carrera o matricule en los cursos por encuentro para enfocarse en ese trabajo proporcional al tan anhelado sustento.
Le explico: El estudiantado cubano batalla a diario con un transporte irregular de precios impredecibles para asistir a clases, y paga internet para poder estudiar en una era donde todo es digital. Un estudiante también hace colas, sufre las irregularidades del servicio eléctrico, necesita medicamentos, comida, ropa y aseo. En fin, el estudiante es un ciudadano más que también batalla para satisfacer las más básicas de las necesidades.
Claro está, a los jóvenes aún nos gustan las fiestas, el buen lucir y otras comodidades convertidas cada vez más, en deseos utópicos. Pero créame, esos «caprichos» dejaron de ser preocupación de la mayoría hace mucho tiempo.
La actual situación económica nos ha forzado a una madurez prematura, para ser más comprensivos con nuestros padres y hasta más independientes. Hombres y mujeres antes de tiempo, convertidos en el sustento o apoyo económico de sus hogares. Negociantes inexpertos contribuyentes a la inflación que tanto les afecta. Luchadores diestros de la economía fluctuante de su país.
Entonces ¿La solución es dejar los estudios de lado? ¿Continuar expuestos a la doble vida entre lo académico y laboral? ¿O que el sistema educativo y los demás organismos cubanos reinventen y enfoquen su funcionamiento en garantizar las mejores condiciones para sus estudiantes?
Tal vez la situación económica nacional e internacional no permita encontrar una solución inmediata para este problema. Quizás resulte imposible mejorar esta situación, y el número de jóvenes desvinculados al estudio por motivos económicos continúe en aumento.
Pero realmente el estudiantado cubano merece mejores decisiones y respuestas aún más certeras. Ellos son el futuro de un país necesitado de una población obrera instruida y competente. Debemos entonces, enfocarnos en reparar este mal desde su raíz, para garantizar el desarrollo próspero y sostenible de una nación como la nuestra.