Todos los amigos en una camisa escolar

Diáspora, historias (IV)
Llegó sofocado a la casa, con los cachetes enrojecidos y el pelito claro alborotado. Venía feliz, con las notas en las manos. Ya «estaba» en sexto grado, a solo un curso de entrar en la secundaria y convertirse «oficialmente» en un adolescente. Como si con eso ganara el derecho de hacer cosas que hasta el momento le estaban reguladas.
Traía algunos dulces para el hermano pequeño. Soltó el merendero y vino hasta donde yo estaba para contarme los detalles de la fiestecita. De las fotos que se tiraron y en las que al fin salía «porque se había puesto para alante», no como otros años, en que nos cansábamos de buscarlo y solo se le veía el pelo al final del grupo; de que él no bailó reguettón porque no le gusta: y de que le firmaron, todos, la camisa del uniforme a Marlon.
Inmediatamente vino el regaño, !escribir una camisa de uniforme!, con lo escasas que están y además, que en sexto grado no tienen derecho a uniforme nuevo… Y rápidamente vino la pregunta: -?Y la maestra les permitió escribirle la camisa a Marlon…?
Sin dejarme terminar la frase llegó, con cierta tristeza, la explicación. Que había sido idea de las maestras, porque Marlon se iba a vivir a otro país y así se llevaría el recuerdo de las letras de sus amigos de quinto grado. Se quedó callado y yo no supe, de momento, qué decir. Retomó el aliento y me explicó que Marlon se iba el 25 de julio con su familia para España y que, como ya no lo verían más, quisieron que se llevara un recuerdo de sus compañeros de aula desde hacía cinco años.
Me levanté para que no me viera llorar. Atiné a decirle que fue un gesto hermoso, que bien por sus maestras y que, quién sabe si un día, Marlon volvería a su país a verlos con aquella camisita. Lo dejé pensativo. Y para cambiarle la mirada, mustia, le dije que mi generación también hacía eso, cuando terminábamos la secundaria y el pre=universitario.
Pasaron los días y yo había olvidado el incidente. Recurso inteligente de la mente que tiende a borrar pesares. Era el 24 de julio y mi nieto me dijo: «Abuela, Marlon se va mañana». Lo miré y asentí con la cabeza pensando que después se le olvidaría, pero el 25, temprano, cuando se despertó, lo primero que me dijo fue:
«Abuela, Marlon se va hoy, ya no lo veremos más. ?Se habrá llevado la camisa que le firmamos…?»
Y no le dije lo que pensaba para no herirlo, porque no me iba a entender. !Ojalá Marlon no se haya llevado la camisita! !Ojalá sus padres le hayan evitado esa nostalgia cada vez que la viera! !Ojalá nunca hubieran tenido que sustituir la ausencia por sus letras en una camisa escolar…! Diáspora. Esdrújula a la que se teme mencionar…