18 de abril de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

19 de abril de 1961: triunfo de «un team de acero» en Girón

Museo Playa Girón

Sí, porque el 18 de noviembre de 1960, al recién electo presidente John F. Kennedy, dos personajes nefastos de la CIA, el director Allen Dulles, y el subdirector Richard Bisell, le dieron una noticia que él no conocía en detalle, porque la urdimbre de la mala intención imperialista era aún clasificada como top secret:

Fue durante el gobierno reaccionario del general Miguel Idígoras Fuentes que Guatemala se convirtió en la trastienda de la idea criminal de la invasión por Playa Girón, denominada en secreto como “Operación Pluto”, desde mayo de 1960. Y los mercenarios se entrenaron en varias zonas guatemaltecas, fundamentalmente en la finca La Helvetia, en Quetzaltenango. De allí y desde otros sitios en Nicaragua y en Honduras, partió aquella tropa invasora hacia la Ciénaga de Zapata.

El plan altamente priorizado de la tenebrosa Agencia Central de Inteligencia con sede en Langley, Virginia, era precisamente ese: lanzar la Brigada 2506 a la cruel aventura de una invasión militar contra Cuba.

Siempre resulta revelador –en particular para los jóvenes de nuestros lectores– el hecho cierto de que entre los prisioneros de la Brigada invasora había unos 100 latifundistas, 35 industriales, 194 exmilitares de la tiranía batistiana, 67 casatenientes, 112 notables comerciantes, 89 altos funcionarios de empresas, alrededor de 415 pertenecientes a las capas medias de la sociedad y 112 clasificados como lúmpenes, según sus antecedentes penales y sociales.

Los muy acomodados entre ellos eran dueños de 27 000 caballerías de tierra; alrededor de 9 600 edificaciones y casas; unas 70 industrias importantes; incluía 10 centrales azucareros; 3 bancos comerciales; 5 minas, dos periódicos y muchas otras propiedades.

En aquellos días Fidel comentó que se le debía decir al mundo: “[…] el día 19 de abril de 1961 el imperialismo yanqui sufrió en América su primera gran derrota”.

Todo el andamiaje perverso y pavoroso de aquella tarea se había montado en vil silencio para destruir a la Revolución Cubana y, por ejemplo, aunque no como maniobra de guerra, ya el 16 de diciembre del año 1960, el antecesor de Kennedy, Dwight D. Eisenhower, ordenó reducir a cero la cuota cubana de azúcar para el período enero-abril de 1961.

El 3 de enero (el 20 asume la presidencia Kennedy) el gobierno estadounidense anunció la ruptura de relaciones con nuestro archipiélago rebelde y fidelista.

Dos días después, cuando se iniciaba ya la Campaña Nacional de Alfabetización para que decenas de miles de habitantes de nuestra patria aprendieran a leer y escribir, bandas contrarrevolucionarias también concebidas, organizadas, financiadas y entrenadas por Estados Unidos, capturaron al joven Conrado Benítez García, pobre, de piel oscura, con solo 18 años, por el tremendo delito de ser maestro voluntario en las montañas de Sancti Spíritus, y lo ahorcaron con la estúpida y peregrina idea de sembrar el pánico entre los familiares de la juventud que se estaba convirtiendo igualmente en alfabetizadora de campesinos iletrados en todo el país.

La nación autoproclamada “democrática” del mundo, “justiciera”, “honrada” y “noble”, donde reinaba “el sueño americano”, continuó equivocándose con Cuba como lo hizo en la época de nuestros heroicos mambises, pues tal crimen se convirtió en un ejército pacífico de maestros con 100 000 jóvenes (además de otras fuerzas populares), precisamente con el nombre de Conrado Benítez.

Por esos días, grandes e importantes tiendas por departamento de La Habana son destruidas por el fuego de petacas incendiarias de la CIA. Solo un triste y antológico ejemplo: el 13 de abril de aquel año 1961 se produjo el sabotaje a la tienda El Encanto, donde pereció heroicamente la trabajadora Fe del Valle. Uno de sus dos queridos hijos, Robin, vive todavía en la capital de todos los cubanos.

Engaño imperialista en el aire

Y dos días después, el 15 de abril, aviones B-26 propiedad de la CIA, despegaron de sus bases en Puerto Cabezas, Nicaragua, pintados con las insignias de la Fuerza Aérea cubana, y atacaron los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba para destruir los aviones de la Revolución. Siete combatientes de nuestra tierra cayeron ese día respondiendo a la sorpresiva, alevosa y traicionera agresión, una antigua especialidad yanqui que sigue en pie en esta época en muchos sitios del orbe.

Era el preludio del siniestro “notición” que dos de los jefes más criminales de la Inteligencia norteamericana le habían comunicado al nuevo presidente de los Estados Unidos antes de calentar su silla en la Casa Blanca. (Y digamos de paso que no le queda nada bien ese color y ese nombre que equivale a pureza y a paz, al hogar de trabajo y residencia de los presidentes del país sanguinario por antonomasia).

Declara Fidel el socialismo

Tal ignominia del 15 de abril sirvió perfectamente para que el joven abogado y Comandante en Jefe de la Revolución, Fidel Castro Ruz, anunciara al planeta, desde una tribuna improvisada sobre la cama de una rastra en la ya histórica esquina de las calles 12 y 23, en el Vedado habanero, a las puertas del Cementerio de Colón, que “lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, en sus narices y que ¡hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos!”.

En aquel discurso valiente y digno, Fidel, entre otras denuncias, expresaría: “El imperialismo proyecta el crimen, organiza el crimen, arma a los criminales, vienen los criminales y asesinan a siete hijos de obreros, aterrizan tranquilamente en los Estados Unidos y, aun cuando el mundo entero sabía de sus andanzas, declaran entonces que eran pilotos cubanos, preparan la historieta truculenta y novelesca, la riegan por todo el mundo, la publican en todos los periódicos, estaciones de radio y canales de televisión de la reacción […] y así se asocia en el crimen y en la mentira a toda la caterva de mercenarios, explotadores y farsantes que hay […]”.

Mientras el artífice de la Revolución Cubana despedía el duelo de algunos de nuestros combatientes que repelieron la brutal agresión y proclamaba públicamente el carácter socialista de nuestra lucha, navegaba ya la flotilla con la brigada invasora, escoltada por barcos de guerra de la armada estadounidense, y la emisora de radio contrarrevolucionaria, desde la isla hondureña Swan, lanzó al éter la contraseña de que “las cartas llegaron bien”, queriendo decir en clave que ya estaban sobre las olas los mercenarios, luego de que hombres ranas de Estados Unidos, especialistas en invasiones similares por muchos sitios de la Tierra, marcaban visiblemente los espacios adecuados para el desembarco.

Desde sus campamentos en Ratalhuleu, Guatemala, los mercenarios habían sido antes trasladados a Puerto Cabezas, Nicaragua, donde acudió a despedirlos un esbirro profesional graduado en sabotajes, asesinatos, torturas y guerras agresivas, el obeso e histriónico Luis Somoza, hijo del ajusticiado sátrapa Anastasio Somoza, quien les pidió encarecidamente que les trajeran como una valiosísima reliquia o trofeo “al menos un pelo de la barba de Castro”.

A la 1:30 de la madrugada del 17 de abril de 1961, la avanzada de las fuerzas de desembarco comenzó a tomar tierra en puntos de Playa Larga y Playa Girón, al sur de la península de Zapata, donde chocó con los pequeños destacamentos de milicias que montaban guardia y se entablaron los primeros intercambios de disparos.

El lugar exacto escogido por la Casa Blanca, el Pentágono yanqui y la CIA para su oprobioso ataque, era de difícil acceso: un área costera donde la Revolución había construido algunas edificaciones turísticas y un  aeropuerto, pero a la que solo se podía acceder por tres estrechas carreteras abiertas entre los tupidos montes y pantanos de la Ciénaga.

Plan del imperio yanqui

Según el entonces primer capitán José Ramón Fernández, quien fuera el director de la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas –aquellos milicianos del rombo en sus boinas como tenientes de milicias y jefes de futuros batallones–, contó en su momento a este redactor que la Brigada 2506 estaba compuesta por 16 aviones bombarderos B-26; 6 C-46 y 8 C-54, ambos tipos de transporte de tropas, y 2 PBY (Catalinas, capaces de aterrizar y amarizar), en total una proporción de pilotos de 6 a 1 con respecto a los nuestros; es decir, tres veces más aviones de combate que los de la Revolución entonces.

Los B-26 eran bombarderos livianos de alta capacidad de maniobra, con fuerte blindaje y defensa de ametralladoras pesadas. Cada uno de los 16 con que contaban los invasores podía transportar y lanzar casi 2 000 kilogramos de bombas de distinto tipo. Representaban el arma principal de la Fuerza Aérea mercenaria y constituían un apoyo muy importante para la aventura invasora.

Todo eso para cumplir el tenebroso plan de Estados Unidos que consistía en adueñarse de una cabeza de playa, consolidarla bajo la cobertura de la impunidad, y luego trasladar a ese sitio a un “gobierno” integrado por líderes de un llamado “Consejo Revolucionario Cubano”, los cuales el día 16 de abril habían sido encerrados por la CIA en un aeropuerto desierto de Opalocka en espera de los acontecimientos.

Cuando fuera reconocido tal “gobierno”, la Organización de Estados Americanos (OEA) actuaría a su modo oportunista, sumiso, cobarde e inmoral de siempre, en aras de legalizar la entrada directa al conflicto de los barcos, aviones y tropas de los Estados Unidos, que comenzarían una sorpresiva guerra de destrucción, de aniquilamiento, en la que son indiscutibles “maestros”, si antes la Revolución no se desplomaba por el golpe sufrido.

Batallón 114
Una de las primeras unidades de combate enviada con urgencia a Girón fue el Batallón 114, de Santiago de Las Vegas, hoy municipio habanero de Boyeros. La gráfica captó la reunión de su personal para rendir homenaje al Día del Miliciano y festejar la victoria, en 1979. / José Ramón Expósito.

Todo ocurrió de otra manera

Mas todo aconteció de la manera revolucionaria verdadera, no como lo proyectaron en las oficinas de la CIA, de la Casa Blanca y del Pentágono los generales acostumbrados a brindar por la victoria antes de tiempo por sus fechorías siniestras.

El día 17, la Fuerza Aérea Revolucionaria real –no la pintada en falaces aviones para engañar al pueblo cubano, a su Gobierno, a Latinoamérica y al mundo–  con unos pocos y viejos aviones le asestó duros golpes al enemigo y a sus barcos.

El día 18, la ofensiva del Ejército Rebelde, la Policía Nacional Revolucionaria y las Milicias, apoyadas por la artillería y los tanques, avanzó a lo largo de las carreteras y desalojó a los mercenarios de sus importantes posiciones.

Y el día 19, tras unas 65 horas de incesante batallar –no por dinero como los mercenarios, sino por noble conciencia y puro patriotismo– las fuerzas revolucionarias tomaron por asalto audazmente Playa Girón, último reducto de la Brigada de Asalto 2506.

Los agresores tuvieron unos 200 muertos y cerca de 1 200 prisioneros, mientras que las tropas cubanas sufrieron 176 muertos y alrededor de 600 heridos; de ellos, 50 incapacitados de por vida.

Solo un detalle muy gráfico y elocuente de que la invasión yanqui se estaba desmoronando, se aprecia en el mensaje del entonces jefe de la brigada mercenaria, José Antonio Pérez San Román, la tarde del propio 19 de abril de 1961, en el que casi gemía en vez de informar: “Estoy destruyendo todos los equipos y las comunicaciones. Hay tanques a la vista. Ya no tengo con qué luchar. Huyo hacia el monte. No puedo esperar por ustedes”. Así se ponía fin rotundo a las comunicaciones directas de la CIA y su flamante fuerza paramilitar. Y entonces San Román rechazó de plano, casi lloroso, la propuesta de sus oficiales de agrupar las fuerzas y retirarse hacia las montañas de El Escambray por el camino de Cienfuegos.

Los Valle Miranda
Dos de todos los varones de la familia Valle Miranda que acudieron juntos al combate, padre e hijo, ríen recordando cómo algunos de los mercenarios prisioneros aseguraron haber venido como “cocineros” en la imperial aventura. / Jesús González.

La invasión estaba condenada

Playa Girón no fue solo una victoria militar, pues significó también una derrota estratégica de los planes del gobierno norteamericano y de la contrarrevolución auspiciada por este.

Es oportuno conocer parte del Informe de la CIA guardado en secreto durante 37 años antes de ser divulgado sobre la Operación Bahía de Cochinos y que hizo balance de los factores que condujeron a la derrota de la invasión mercenaria en Girón:

“Se esperaba que se suscitara un levantamiento […] la operación debía dar la apariencia de la existencia de una resistencia interna […]. La Agencia carecía de pruebas suficientes de que los cubanos podían unirse a los invasores en gran número […] había armas y equipos disponibles para pertrechar a 30 000 disidentes que se esperaba se unieran a la fuerza invasora […]. En una base de Alabama […] había abastecimiento para 150 000 hombres […]. La Agencia seguía adelante sin saber precisamente hacia dónde iba […]. No consiguió mantener informado al Gobierno del país sobre las condiciones esenciales de éxito […].

“Muchos de los oficiales […] nunca habían estado en Cuba, no hablaban español y juzgaban a los cubanos con muy poco conocimiento […] consideraban que eran indignos de confianza […] idiotas […] cobardones […] y los oficiales navales los trataban como basura […].

“El éxito de las fuerzas de seguridad de Cuba […] el aumento del poderío militar […] habían convertido en obsoleto el plan original de actividades encubiertas […]. La invasión estaba condenada de antemano […] le faltaba un comandante único y de alto nivel que tuviera amplios poderes y capacidades establecidas para llevar a cabo esta misión tan grande y difícil”.

Rosendo Morales
Autor después de varios libros sobre la gesta en las arenas de Playa Larga y Playa Girón, el doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas Rosendo Álvarez Morales, ya fallecido, y profesor de Táctica de la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas, en 1991 nos contó que los mercenarios tenían un armamento superior, pero les faltaba el coraje de las fuerzas revolucionarias verdaderamente cubanas. / Marcos Fonseca.

Cuatro dignos comunicados

Cuatro fueron los documentos o comunicados firmados por el Comandante en Jefe sobre el curso de los combates durante aquellos tres días de un abril tan heroico.

En el comunicado número 1 se proclamaba con firmeza que los mercenarios venían a quitarnos las tierras que la Revolución entregó a los campesinos y cooperativistas; a quitarnos de nuevo las fábricas, los centrales, las minas del pueblo; a quitarles a nuestros hijos y a nuestras muchachas campesinas, las escuelas que la Revolución les había abierto en todas partes; a quitarles al hombre y a la mujer de piel de noche la dignidad que la Revolución les había devuelto; a quitarles a los obreros sus nuevos empleos; en fin, a destruir la patria.

En el número 2 se recalcaba que aunque el pueblo revolucionario de Cuba se batía con valor y heroísmo, y estaba seguro de aplastar la sucia agresión, se reclamaba la solidaridad de los pueblos de América y del mundo.

En el número 3 se anunciaba que la participación norteamericana en la invasión estaba ya debidamente comprobada con el derribo por nuestras baterías antiaéreas, en la zona del central Australia, de un avión yanqui B-26 que bombardeaba a la población civil y que el cadáver del piloto estaba en poder de la Revolución junto a su licencia de vuelo, su nombre y apellidos, la Tarjeta del Seguro Social, su dirección particular, su estatura y otros datos reveladores indiscutibles.

El Comunicado número 4anunciaba también que Playa Girón, el último reducto de los mercenarios, cayó a las 5 y 30 de la tarde y que en menos de 72 horas el ejército mercenario, que organizó durante muchos meses el gobierno imperialista de los Estados Unidos, estaba vencido. “El enemigo ha sufrido una aplastante derrota”, se decía en aquel documento que hoy es una reliquia histórica de Cuba.

Como si fuera poco en el cuarto comunicado suscrito por Fidel, se puntualizaba finalmente: “Una parte de los mercenarios trató de reembarcarse hacia el extranjero en diversas embarcaciones que fueron hundidas por nuestra Fuerza Aérea Rebelde. El resto de las fuerzas mercenarias, tras sufrir numerosas bajas de muertos y heridos, se dispersó completamente en una región pantanosa donde ninguno tiene escapatoria posible”.

A propósito de la gran actuación reciente de nuestro equipo Cuba en el Clásico de la pelota, denominado curiosamente como Team Asere, podría decirse –sin soslayar las grandes y lógicas diferencias del caso– que la fuerza revolucionaria dirigida por Fidel en las arenas de Playa Girón, hace 62 años, constituyó una suerte de Team de Acero que no es lo mismo, ni tiene igual ortografía, pero en valor, dignidad, lealtad y coraje, se le parece bastante, ¿no es verdad?

Luis Hernández Serrano/Tomado de BOHEMIA

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Fuentes consultadas:

Intervención de Fidel en la  Conferencia Académica Girón 40 años después, el viernes 23 de marzo de 2001, en el Palacio de Convenciones. Los libros, La Batalla de Playa Girón. Razones de una victoria, de Quintín Pino Machado; Historia y testimonios de una época, de Oscar Pino Santos; Revolución Cubana. 45 grandes momentos, de Julio García Luis y Las Cartas no llegaron bien, libro inédito de Luis Hernández Serrano.

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