Ni poco ni demasiado
“Ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida”, sentencia una canción. Se dice que si no sabemos de dónde venimos, no sabremos hacia dónde vamos.
Apoyado en estas dos definiciones voy a exponer mi criterio. Un razonamiento que considero necesario compartir. La prensa cubana, en todas sus instancias, es repetitiva —no digo reiterativa— al redundar, hasta el cansancio, desperdiciando espacio que podría ser cubierto por otras informaciones, también de interés para la población.
Es cierto que si no sabemos de dónde venimos, no podremos saber hacia dónde vamos. Por eso es necesario informar a las nuevas generaciones sobre acontecimientos pasados. Sin embargo, estos temas deben ser dosificados y presentados con un lenguaje adaptado al momento y al público que no los vivió.
Este tipo de información no debe causar rechazo. Hay que pensar que para muchos de la actual generación esos temas no son de interés, por lo que debemos buscar fórmulas que atraigan su atención. No se trata de narrar por narrar. Y mucho menos de no decir.
Tampoco debemos escribir o hablar del momento presente con un enfoque apologético, edulcorado y lleno de optimismo irreal, porque entonces las futuras generaciones recibirán una lectura difusa o irreal del momento que estamos viviendo. Y esa generación también necesita saber hacia dónde va.
El llamado que se ha hecho por las máximas figuras políticas y gubernamentales del país, desde el propio Fidel, sobre el papel de la prensa es que sea veraz y oportuna. En ningún momento he escuchado o leído que se deba encubrir la realidad.
La prensa tiene que parecerse a su pueblo: señalar dificultades, escasez, logros y todo lo que la agenda pública difunde. El pueblo no puede hablar en un idioma y la prensa en otro, porque así no se pueden entender. En esto, la ley de comunicación es precisa. Solo nos queda cumplir con su llamado.
