3 de diciembre de 2025

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El hombre que venció a la fiebre amarilla

Aunque nunca recibió el Premio Nobel, pese a las reiteradas nominaciones, su legado lo ennoblece en el panteón de los grandes forjadores de la ciencia universal

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La historia de la ciencia cubana se engrandece con figuras cuya impronta trasciende generaciones y fronteras. Entre ellas resplandece el nombre del insigne médico y epidemiólogo camagüeyano Carlos Juan Finlay Barrés, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla y paladín en la lucha contra el tétanos infantil, cuya obra se erige como símbolo de talento y perseverancia.

Nacido el 3 de diciembre de 1818 en la ciudad de Puerto Príncipe, Finlay emprendió un itinerario académico que lo condujo a Francia y Estados Unidos, donde obtuvo el título de Doctor en Medicina en el Jefferson Medical College en marzo de 1855.

Su curiosidad científica lo llevó a indagar en la propagación del cólera y el muermo, describir el primer caso de filaria en sangre observado en América e incursionar en la Oftalmología, siempre con la determinación de un investigador incansable.

El 14 de agosto de 1881, ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, presentó su más trascendental aporte: la identificación de la hembra del mosquito, hoy conocido como Aedes aegypti como vector de la fiebre amarilla.

Aquella teoría, inicialmente recibida con escepticismo durante más de dos décadas, terminó por imponerse como verdad científica y abrió un camino decisivo en la lucha contra las enfermedades infecciosas.

Pero su vida no se limitó al laboratorio. Finlay fue docente, ajedrecista de notable ingenio e integrante activo de la Real Academia, donde ocupó cargos de relevancia como Miembro de Número, Miembro de Mérito y Secretario de Correspondencia. En 1902 asumió la Jefatura Superior de Sanidad, reorganizando el sistema sanitario de la Isla y enfrentando con firmeza la última epidemia de fiebre amarilla registrada en la capital.

El reconocimiento a su obra se plasmó en múltiples distinciones internacionales: la Medalla Mary Kingsley, del Instituto de Medicina Tropical de Liverpool; la Orden de la Legión de Honor de Francia y el Premio Breant de la Academia de Ciencias de ese país y, en homenaje a su nacimiento, el 3 de diciembre fue instituido como Día de la Medicina Latinoamericana en varios países, perpetuando su memoria en la región.

Carlos Juan Finlay Barrés falleció el 19 de agosto de 1915, a los 81 años, en La Habana. Aunque nunca recibió el Premio Nobel, pese a las reiteradas nominaciones, su legado lo ennoblece en el panteón de los grandes forjadores de la ciencia universal. A más de dos centurias de su natalicio, su nombre continúa evocando el genio, la constancia y la entrega que permiten transformar la adversidad en progreso y situar la Medicina al servicio de la humanidad.

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