2 de mayo de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Carnaval y Don Pantalón en sus 60

Carnaval, como escribí en otro texto, era un viejo sueño de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero Medina con Teatro de Las Estaciones, que transitó por varios intentos y por fin llegó a escena.

Carnaval, como escribí en otro texto, era un viejo sueño de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero Medina con Teatro de Las Estaciones, que transitó por varios intentos y por fin llegó a escena, con cuatro de los más veteranos actores de la agrupación, Maria Laura Germán, Iván García, Yadiel Durán, que además es bailarín y coreógrafo, y Rubén Dario Salazar.

Y sobre este aspecto quiero reflexionar: la actuación y la figura de Rubén Darío Salazar, quien cumplió 60 años en el 2023, después de haber admirado en la Sala Pepe Camejo esta fantasía para actores y figuras, que se sustenta en lo coreográfico, lo actoral y fundamentalmente lo musical, con las 14 piezas de la suite de El carnaval de los animales, de Camille Saint-Saens, además de otros compositores europeos como Gabriel Fauré, Félix Mendelssohn y Robert Schumann.

Y ello intervenido por la sólida cultura musical y teatral de Raúl Valdés, donde los personajes clásicos de Colombina, Arlequín, Pierrot y Don Pantalón, nos devuelven el concepto originario del carnaval, su sentido de lo fantástico y la relación con una de las tradiciones más apabullantes de la escena, que es la comedia del arte, que alcanzó su consolidación entre 1570 y 1580. Su característica más significativa fue la primacía del actor sobre los otros componentes de la representación.

Rubén, que es una combinación de actor, pedagogo, gestor cultural, director teatral, promotor, dramaturgo, nos revela en este espectáculo que aún está en forma y que aunque no es el jovencito que estrenó con Teatro Papalote Okin, pájaro que no vive en jaula, en 1984, bajo la tutela del maestro René Fernández Santana, sigue siendo esa mezcla de artista maduro, pero irreverente, que construye espacios, proyectos novedosos, personajes como Don Pantalón, el viejo egoísta, ambicioso, manipulador, que como buen arquetipo, sigue vivo, lo que lo demuestra este Carnaval.

La obra se estrena como preámbulo de los 29 años del colectivo que fundó junto a Zenén Calero en 1994, ambos, Premios Nacionales de Teatro.

Rubén construye el personaje desde los rasgos heredados por la tradición occidental, mezclados también con la ternura, la capacidad de dudar entre la belleza, el amor y la avaricia, y todo eso se traduce en su personaje, que de alguna manera articula dramatúrgicamente la historia.

Trabaja el actor lo corporal y lo gestual, los signos de manos, brazos, en la relación con algo que en esta puesta y en la poética de Teatro de Las Estaciones es tan importante: la belleza, funcionalidad y teatralidad del objeto, dentro del universo que plantea la puesta, que se mueve entre lo real y lo fantástico, sustentado en lo coreográfico. Por ello ese cuerpo del actor veterano danza signos que buscan numerosos referentes, con organicidad y una energía controlada por el entrenamiento y la formación de más de 30 años de entrega al teatro, que se sustenta además, en las búsquedas como actor y director, en los 29 años de Teatro de Las Estaciones.

La máscara facial, diseñada por Zenén, con sustratos de la comedia del arte, el teatro no japonés y la ópera china, tiene su máxima connotación en la creada por el actor, en el uso apropiado, convincente, de caracterización con los músculos faciales (ojos, boca, nariz)  integradas al rostro-máscara, resumen de lo que el personaje es, un viejo avaro, manipulador, egoísta, pero también tocado por la ternura, que actúa y danza creando imágenes.

Esto, junto a los elementos escenográficos y las luces, propician espacios oníricos o realistas, en que de alguna manera está el carnaval con su origen pagano, en el que la gente detrás de las máscara, inmersos en  el jolgorio y lo festivo, se transformaba en otro y donde la comedia del arte llega a nosotros con una historia de amor y avaricia, construida desde la articulación de la parodia, el enredo de situaciones y concretados en la gestualidad, el trabajo corporal, el énfasis poético y dramático, con determinados elementos como objetos, onomatopeyas, equívocos, que producen risa, develan el trasfondo humano y social, y se sumergen en el mundo de la fantasía, lo onírico y el lirismo que producen las imágenes.

De alcanzar todo esto es responsable Rubén, quien además es un especialista en marketing, un empresario teatral que sabe como proyectar los intereses del colectivo, las estrategias anuales, la relación con el mercado y los festivales, los diversos públicos. Algo de eso también tiene Carnaval, la sensibilidad e inteligencia aprendida en años de experiencia con Teatro Papalote y como líder de Las Estaciones, confrontando con otros maestros experiencias, eventos, posicionándose en múltiples escenarios. Lo escribo pensando en cómo Carnaval nos representará en agosto en un festival teatral en Francia y al que la obra le rinde homenaje con la música y también adonde llegó la comedia del arte, que de Italia pasó a gran parte de Europa.

60 años y más de 35 de entrega al teatro nos presenta a un artista maduro, consolidado, audaz, persistente.
Carnaval es también una lección en ese sentido, de un grupo que no descansa, con un repertorio histórico activo, renovado, con varios elencos, como para hacer en la programación lo que pocos hacen en nuestros escenarios por muchas razones, mientras Don Pantalón vive en esta fantasía, afincada en la realidad teatral, en sus caminos y esperanzas.

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