La décima en el Miércoles de Poesía

El Miércoles de Poesía, auspiciado por la Casa de las Letras Digdora Alonso y la UNEAC, conducido por Alfredo Zaldívar, es un espacio habitual, histórico, que se conecta con nuestra tradición poética y al que han estado invitados muchas de las más importantes figuras de la poesía cubana.

El del 19 de junio último se le dedicó a la décima y allá me fui bajo el apabullante sol, con un sombrero oaxaqueño, que me protegía y rendía homenaje a mi herencia «guamacareña» y a los sombreros -aunque este fuera mexicano- de mi tío Sabino Febles, que además era improvisador, como mi tío Pedro. De alguna manera, era un poco Francisco de la Cal y también, una forma de cambiar el «look» y protegerme del sol.

No había tantas personas, en realidad había muy pocas, pero lo que parecía no iba a ser espectacular, se volvió un espacio inolvidable de lectura, intercambio y debate.

Lo primero que cambió fue que el conductor ya no era Zaldívar, era Daniel Bermúdez, poeta y director de Ediciones Aldabón y gran conocedor de la décima, cultivador de la espinela, lo que demostró con un cierre dedicado a Juan Francisco Manzano, el poeta esclavo, intertextual, conmovedor, mezcla de tradición y contemporaneidad, donde estaba su relación de espirituano auténtico y de matancero iluminado, con una de las historias de una ciudad, que cautiva y trastorna.

Lo segundo es que no había un poeta invitado, sino una invitación a leer décimas, a hablar de la décima y la conducción de Daniel fue vital, por sus conocimientos de la espinela y porque desde Ediciones Aldabón se auspicia un taller de décima, que creo va a ser memorable y que de alguna manera sus resultados se hicieron visibles en el Miércoles de Poesía.

Pudiéramos decir que hubo cuatro poetas invitados: el propio Daniel, Maylan Álvarez, Cecilia Soto y Fara Madrigal, la actriz y líder de Teatro Tentempié, quien leyó o dijo de memoria algunas de sus décimas humorísticas, extraídas de la cotidianidad de nuestra tradición vernácula, una décima que bebe del anecdotario y el gracejo popular, de las experiencias vividas, con personajes de la realidad cultural.

Maylan demostró lo visceral que es la fuerza de su poesía, que le extrae a la realidad una belleza que nace de lo cotidiano, de lo testimonial. Lo hermoso y lo novedoso de su lectura, lo cual también es un resultado del mencionado taller de la décima, fue que a sus propios poemas los convirtió en décimas, en una lectura en paralelo de poemas de versos libres transformados en espinelas. Y el resultado del contraste, del diálogo entre las formas, entre las maneras de transmitir una idea y sensaciones, de construir con nuevos recursos expresivos, fue uno de los mejores instantes de la tarde.

Por otra parte y esto también fue memorable, Cecilia Soto leyó sus décimas humorísticas, que forman parte de una arista de su creación y también -al menos las leídas-  resultado del taller. Estas coincidencias apuntan  a lo positivo del mismo.

Demostró la poetisa su dominio de la espinela, su capacidad para transmutar lo cotidiano, una historia sencilla y contarla en versos, en imágenes, con gracia, haciendo uso de recursos de lo cómico, donde el juego de palabras fue esencial, un rasgo de la lúdica de sus décimas, que según anunciaron serán publicadas en un próximo número de la revista Matanzas, otro logro del taller.

También se leyeron textos de otros, especialmente de Alexis Díaz Pimienta, que por varias razones que suscitaron el debate sobre la décima, fue del autor que más se habló, por su singular aporte a la espinela escrita y oral, por sus libros poéticos, que ofrecen una perspectiva contemporánea, novedosa, además de sus aportes a la teoría y a la práctica. Es significativo apuntar sus talleres sobre décima, la significación para la historia de la cultura cubana de su libro Teoría de la Improvisación poética con varias ediciones, que constituye un libro bitácora.

En el espacio, que se volvió un debate intenso, además de tener una muestra de varios libros sobre la décima o de decimistas, «en consignación», un concepto del que pregunté su significado, y no es más que libros que determinadas personas dan a vender a las librerías, con un porciento para ambas, se puso ver, debatir y leer un espectro bastante grande de la décima, desde autores individuales o antologías.

Referencia constante fue la familia García, en el que se recordó a cada uno de sus miembros, y especialmente a Fernandito García, realizador de radio y televisión, promotor, investigador y poeta, por sus aportes a la historia de la décima, con su libro publicado por Ediciones Matanzas, La brevedad de lo eterno. La décima en Matanzas de 1729 a 2009, la más acuciosa recopilación sobre la espinela escrita e improvisada.

Al ruedo del dabate surgieron el programa Palmas y Cañas, las voces de varias generaciones de decimistas en Matanzas y en Cuba, la Casa Naborí y la pausa en su programación, por un 2023 afectado en todas las zonas de la cultura por aspectos esenciales de la economía.

Lo que parecía una tarde pausada, normal, nada trascendente, se convirtió en un espacio iluminado por los testimonios, los versos, la confrontación, la promoción de autores y libros que marcan un camino trascendente en la historia de la décima cubana, que se mueve en lo tradicional y la ruptura en todos los aspectos, el estético, pero también el de la comunicación, con un nuevo receptor.

El Miércoles de Poesía, aunque sencillo, humilde, demasiado íntimo, me recordó la tradición de tertulias en la ciudad de Matanzas. Esa vocación del encuentro, de la confrontación y la sensibilidad artística que nos une y nos hace reencontrarnos para hablar de arte o, como en esta ocasión, de la décima cubana.