Los ídolos no mueren, viven eternamente

Félix Isasi Mestre es una de las glorias del béisbol cubano, digo es, porque aunque se nos fue en las últimas horas hacia el Olimpo de los Dioses, es como el Palmar de Junco, “una leyenda que vive”.

Desde niño entregó todo su amor al deporte hasta llegar a ser una de las grandes figuras del amateurismo cubano y mundial. Siempre gozó del cariño de la afición matancera y del país, por su calidad como jugador, por su modestia y como dijera en una entrevista realizada por el escritor Leonardo Padura, “por romperse el alma  en el terreno”.

Los que tuvimos el privilegio de conocerlo y compartir en un estadio como jugadores, desde las categorías pequeñas en su querido barrio de Pueblo Nuevo, podemos asegurar que ya Isasi era Isasi.

Cuántas cosas bellas vivió en el béisbol, su pasión, cuántas jugadas brillantes disfrutamos, cuántos batazos decidieron juegos para los equipos que defendió. Su famosa bola escondida, jugada de la que es el Rey en nuestro béisbol, ha quedado bautizada con su nombre para siempre.

Hace menos de 48 horas lo visitamos en su hogar, ubicado cerca del Palmar de Junco y aunque su mirada ya no era la misma de años atrás, su sonrisa resplandecía al mencionar anécdotas de su rico historial beisbolero.  Fue ese mi último encuentro con Floro, como le decían sus amigos.

Isasi fue un ídolo y los ídolos no mueren. De él se hablará eternamente.