30 de abril de 2024

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Andy gana su apuesta (+ video)

Un joven matancero de 21 años se empeña en superar a corto plazo sus resultados productivos en una vaquería.

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Andy aspira a elevar paulatinamente la producción de leche diaria. Autor: Hugo García 
Andy aspira a elevar paulatinamente la producción de leche diaria. Autor: Hugo García

Andy Guerrero Camaraza es un joven delgado, quizá muy delgado para la faena de vaquero. Sus manos ásperas dicen lo contrario. Tampoco su baja estatura es un impedimento para desempeñarse en lo que ama. Desde que estudiaba la carrera de técnico medio en Veterinaria, en el politécnico Álvaro Reynoso, Andy contaba con dos vacas, las cuales ordeñaba de madrugada, para luego ir a su escuela.

«En la primaria presenté una maqueta de una vaquería y siempre ayudaba a los vecinos con los animales. A los nueve años aprendí a ordeñar y ya a los 17 años ordeñaba 21 vacas en una jornada», detalla el joven, quien, tras cumplir el servicio militar, tuvo la oportunidad de trabajar en la vaquería No. 91, perteneciente a la UEB Triunvirato, de la empresa genética de Matanzas.

Otro se hubiera asustado. El ganado necesitaba de mayor atención y amor. Y en eso a él nadie le ganaría, se decía a sí mismo. Se empeñó cada minuto en cambiar el panorama. Sabía que nada le caería del cielo, sino que solo con su trabajo lograría resultados.

En el arranque se unieron la ayuda de sus padres, María del Carmen y Raúl, y de su hermano Sandy Rodríguez Camaraza. Había mucho marabú que se robaba el protagonismo en los potreros. Tenía que sembrar para garantizar el alimento del rebaño y todo eso fue con sacrificio, con muchas horas diarias haciendo de todo.

«Era una apuesta de que sí podría conducir por buen camino esta vaquería, y creo que la he ganado, tratando de hacer todo cada día mejor», apunta Andy, con solo 21 años de edad. «Somos solo dos trabajadores; el vaquero Yoismel Rodríguez Martínez y yo como administrador. Pero hacemos de todo.

«Empecé en febrero de este año y en ocho meses lo que he hecho es trabajar y trabajar mucho, para lograr los resultados que mostramos hoy», subraya, en medio del ajetreo propio de atender a tantos animales, limpiando los establos y áreas aledañas, pues cada día se generan muchos desechos.

Fotos: Hugo García

Sin muertes en su masa ganadera, Andy ha impedido el hurto y sacrificio en su vaquería: «Hago guardia nocturna, junto a mi vaquero y mi papá, que me ayuda. No es fácil, pero vale la pena ese esfuerzo, que no es de un día, sino de los 365 días del año», afirma el joven.

—¿Dicen que no permites el maltrato a los animales?

—Aunque no lo creas, conozco todas las vacas, y hasta les hemos puesto nombres, porque así es más fácil el manejo del rebaño, nunca maltratando a ningún animal, sino todo lo contrario, tratándolas bien, lo que se traduce en mayor producción de leche, al no estar estresadas. Igual sucede con los terneros, a los que les hemos puesto nombres: Jeringuilla, Feo, Erizo, Linda, Negrita…

—¿Le brindas mucha importancia a la siembra de alimento para los animales?

—Tengo todas las áreas chapeadas, he preparado tierras para sembrar y cuento con 52 hectáreas, de ellas 1,5  dedicadas a la caña, e igual cantidad de King Grass y de Tithonia, esta última; una planta proteica muy buena para el ganado. Es imprescindible contar con bastante alimento para todo el año.

Se propone cumplir, el próximo dos de diciembre, el plan de entrega de leche anual, ascendente a 16 300 litros, y el mensual de 1 943 litros. Andy cuenta con 81 animales, 15 terneras, 22 novillas gestantes, 42 vacas y una yunta de buey. La raza de su rebaño es la Mambí.

Vive en la misma vaquería junto a su esposa Mayelín Reyes Leyva, quien lo ayuda mucho, al igual que su papá Raúl. Se levanta a las cuatro de la madrugada, recoge el ganado de la corraleta, lo lleva a la nave de ordeño, donde terminan sobre las seis de la mañana.

Aunque cuenta con ordeño mecanizado, siempre trata de ordeñar a un grupo de vacas, para no perder la costumbre, nos dice. Y luego se acarrean para amamantar a los terneros, hasta las siete, entonces es que se sueltan en los potreros.

«A esa hora nosotros proseguimos en las labores agrícolas, cortando caña y otras plantas para molerlas en una máquina forrajera, alimento que le echamos a las once de la mañana al ganado, que se recoge para la nave, donde hay agua, sal y comida. Después, a las tres de la tarde, prosigue el ordeño. A veces son las nueve de la noche y estoy por el cuartón revisando si hay alguna vaca enferma».

—¿Cuál es el sueño inmediato de Andy?

—Producir cada día más leche para el pueblo y prosperar.

—¿Qué vaca es tu preferida o la que produce más leche?

—A mi mejor vaca tuvimos que mandarla al matadero, porque tuvo una pericarditis, no la pudimos salvar y lamenté mucho su pérdida, porque Coliblanca, que así se llamaba, producía 15 litros diarios. Me queda una hermana de ella que está casi al parir y si sale como ella me sentiré feliz. Ahora tengo a La China, que produce 14 litros diarios.

—¿Qué es lo que más le molesta a Andy?

—Si me mataran una vaca, sería una pérdida grande y sufriría mucho.

—¿Cuáles son los servicios que contratas para el buen funcionamiento de la vaquería?

—Tengo contratados tres servicios. El de control técnico, que me lleva la documentación de la masa; el de veterinaria, y el de la inseminación.

—¿No has pensado diversificar la producción?

—No, porque mi objeto social es producir leche y entregarla
al Estado. Nunca he tenido pérdidas porque no hayan venido a acopiar la leche, y si el camión llega un poco retrasado la leche la conservamos en termos refrigerados.

—¿Eres rentable?

—Imagínate, empecé hace ocho meses con un promedio de tres litros por vaca y ya ando por los ocho litros. Y mi meta no es esa, quiero aumentar la producción de leche poco a poco. Para elevar la producción vamos a introducir un comedero mexicano en el cuartón donde duermen, para que tengan toda la madrugada alimento, sal y agua, lo que debe repercutir en la producción de leche, sobre todo en el primer ordeño.

—¿Y el salario compensa tanto sacrificio?

—En el mes de noviembre ingresamos 142 000 pesos por la venta de leche. Mi vaquero cobró 20 000 pesos, y yo, 22 000, además de pagar la sal, la cal y otros insumos.

—¿Eres de las personas que esperan a que otros resuelvan el problema?

—Al contrario. Soy una persona con mucha energía. No le temo al trabajo, porque no se puede descansar cuando hay tanto por hacer.

—¿Y los medicamentos?

—Uso muchas plantas medicinales, pero para problemas  graves sí se necesitan medicamentos.

—Además, cuentan con un autoconsumo…

—Tengo sembrado bastante plátano fruta y burro, boniato, y ya preparé la tierra  para plantar yuca y tomate.

—El Presidente Díaz-Canel te elogió…

—Estoy muy feliz porque nos haya visitado. Fue algo muy bonito porque nunca había tenido la oportunidad de ver personalmente al Presidente, eso es un privilegio. Se llevó una buena impresión de mi vaquería, de que trabajando sí se puede, a pesar del bloqueo.

«Me hizo muchas preguntas y, aunque estuve nervioso, le expliqué cómo logramos nuestra producción. Porque es cierto que con la situación actual del país no podemos sentarnos a esperar a que nos traigan piensos u otros insumos importados. Lo vi contento con mis resultados.

«Eso me compromete a perfeccionar el trabajo, a esforzarme más, porque si algún día vuelve, le mostraré que hemos aumentado la producción promedio diaria de litros de leche por vaca, y por supuesto, la vaquería la vería igual de impecable, chapeada y con abundante comida sembrada para los animales».

  • Hugo García/ Juventud Rebelde

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