14 de septiembre de 2025

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Carlos Boissier: el Poeta Mambí de Matanzas

No toda vida breve es fugaz. Algunas, como la de Carlos Alberto Boissier, se inscriben con tal intensidad en la historia que su eco resiste al olvido. Nacido en Matanzas el 10 de septiembre de 1877, Boissier no fue solo un poeta precoz, sino un cronista lírico de la insurrección, un joven que convirtió la palabra en estandarte y la escena en trinchera. Su existencia, marcada por el exilio, la dramaturgia y la insurgencia, revela una figura que encarnó la fusión entre arte y acción, entre estética y sacrificio.

Desde sus primeros estudios en el colegio El amigo de la infancia hasta su graduación como bachiller a los 16 años, Boissier mostró una vocación intelectual que pronto se vio atravesada por la urgencia histórica. El exilio en Tampa, impuesto por el régimen colonial español renuente a su rebeldía, lo llevó a ejercer como periodista revolucionario en El Expedicionario y Patria, donde su verbo se afiló como arma de combate.
De regreso a su tierra natal, en 1894, se integró al Liceo yumurino como escribiente y estacionario de la biblioteca y, posteriormente, representó como actor el monólogo Bolitoneida, una pieza tragicómica de su autoría que evidenció su agudeza escénica y sus dotes como dramaturgo.
Ante la constante persecución hispana, emigró otra vez a la ciudad de Tampa y se unió al general Calixto García para la expedición del vapor Bermuda, que desembarcó por Maraví, Baracoa, el 24 de marzo de 1896. Si bien esta fracasó, la pluma rebelde de Boissier pervivió en publicaciones como La Aurora de Yumurí, Artes y Letras, El Fígaro y La Habana Elegante, donde sus poemas, firmados como Oscar, mostraron al vibrante mambí que emergía de su ser.
Posteriormente, se enroló en la expedición del barco Three Friends, que desembarcó en la costa norte de Pinar del Río. Enfermo y debilitado, fue descubierto por las tropas españolas, que truncaron su vida a machetazos el 10 de marzo de 1897, cuando apenas unos meses le separaban de cumplir 20 años.
Su efímera pero fructífera obra incluyó títulos como Por la patria, Tras la bandera y Resurrección, donde se advierte una poética de la exaltación patriótica, pero también una lírica del desarraigo, donde la belleza se entrelaza con la denuncia y se condensa el espíritu de una generación que prefirió la llama breve a la resignación prolongada y que tuvo en Boissier a un certero y perenne exponente más allá de la intemperie del combate, la fiebre de la distancia, la briosidad del verso y la sombra de la muerte.

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