Ecos de un silencio centenario
Así, entre el olvido y la leyenda, el cementerio de Diana sigue esperando. No para ser redescubierto, sino para ser escuchado. Porque hay lugares que no necesitan palabras para contar su historia. Solo silencio… y tiempo.
Entre las raíces retorcidas del monte y el susurro persistente de la maleza, yace un lugar que el tiempo ha querido borrar, pero que la memoria insiste en conservar. Hoy les hablamos del cementerio de Diana, un rincón olvidado por más de cien años, donde la historia se mezcla con el misterio y el silencio habla más que las palabras.
Dicen los viejos del pueblo que allí descansan sus abuelos. Que fue el antiguo dueño del ingenio quien mandaba a enterrar a sus esclavos en ese terreno apartado, lejos de la vista, lejos del reconocimiento. Cruces oxidadas emergen como fantasmas entre los cúmulos de tierra y pedazos de pared se aferran a su forma como si se negaran a desaparecer.
Los más jóvenes cuentan que, en sus correrías de infancia, encontraban anillos sencillos, pulsos de oro enterrados como secretos. ¿Vestigios de quienes allí fueron sepultados? ¿O simples leyendas que el monte ha alimentado con su espesura? El autor no puede confirmar estas historias, pero ahí reside su encanto: en lo que no se sabe, en lo que se intuye.
Hoy, el cementerio de Diana es un monte tupido, cubierto de follaje y raíces que lo abrazan como si quisieran protegerlo. Pero su valor arqueológico no ha pasado desapercibido. Algunos investigadores ya lo miran con interés y no sería extraño que pronto un equipo de arqueólogos se adentrara en sus misterios.
Así, entre el olvido y la leyenda, el cementerio de Diana sigue esperando. No para ser redescubierto, sino para ser escuchado. Porque hay lugares que no necesitan palabras para contar su historia. Solo silencio… y tiempo.
