El crimen de Tarará y la política hostil de Estados Unidos
La política estadounidense dirigida a destruir la Revolución, los incumplidos acuerdos migratorios con Cuba y el estímulo a las salidas ilegales del país, han dado lugar a secuentros, piratería de naves o aeronaves y hechos repudiables como el asesinato consumado el 9 de enero de 1992 por en el litoral del este habanero.
Los protagonistas de aquella vil acción fueron dos hombres que al frente de un grupo de siete personas, incluidas dos mujeres y una niña, pretendían robar una embarcación de la base náutica de Tarará, con el propósito de huir hacia los Estados Unidos.
Alentado por la Ley de Ajuste Cubano, promulgada por la nación norteña el 2 de noviembre de 1966, el cabecilla, un extrabajador de ese centro que aunque fue expulsado los primeros días de diciembre por abusar sexualmente de una compañera de labor, aprovechó que era conocido para acercarse a la garita y entretener a quienes hacían guardia mientras su compinche los tomaba por sorpresa para golpearlos y amordazarlos.
Al no alcanzar el objetivo porque todas las embarcaciones estaban desactivadas, regresaron a la garita para eliminar los testigos. Ahí asesinaron a los jóvenes Yuri Gómez Reinoso, sargento de tercera, Orosmán Dueñas Valero, soldado de tropas Guardafronteras y Rafael Guevara Borges, custodio.
Tras el sonido de las balas el sargento de primera Rolando Pérez Quintosa, acudió al lugar y también fue baleado. Quines iban tras el sueño americano, lo dejaron por muerto y abandonaron la escena.
Gravemente herido Pérez Quintosa, recibió una atención médica de excelencia pero faltaba uno de los medicamentos imprescindibles, la vacuna antiendotoxina que los Estados Unidos le negaron a Cuba, y aunque manos solidarias lograron enviarla desde otros países, resultó demasiado tarde.
Pérez Quintosa falleció 37 días después, víctima dos veces de la política hostil y antihumana de los Estados Unidos hacia la mayor de Las Antillas.
De aquel crimen que conmocionó al pueblo cubano, Fidel dijo:
«Asesinar es repugnante, asesinar a hombres desarmados y amarrados es monstruoso…».
En tanto que Raúl en la despedida de duelo sentenció.
«Si no escarmientan y persisten en provocaciones y en atrocidades como la que tuvo lugar en la base naútica de Tarará, (…) sépanlo de una vez, el que a hierro mata a hierro muere».