Lenin: ingenio, rebeldía y Revolución
Ecos de la Ciudad es una exposición que trasciende el tiempo y transforma lo cotidiano en una narrativa poética. El fotógrafo y dramaturgo Reyrichart Segura Domínguez despliega en cada imagen un relato intimista donde la ciudad se convierte en un escenario vivo, un testigo silente de encuentros y desencuentros. Con la sensibilidad teatral que lo caracteriza, sus composiciones capturan la luz y la sombra de calles y plazas, entrelazando vestigios históricos y murmullos modernos en un diálogo eterno.
Esta muestra invita al espectador a descifrar los ecos del entorno, a sentir el pulso de una ciudad que narra su propia historia a través de instantes capturados con maestría. Así, "Ecos de la Ciudad" se erige como un homenaje visual y narrativo, donde la mirada poética rompe barreras entre el arte y la vida, invitándonos a redescubrir lo ordinario como un universo de emociones y significados.

Aquel joven de mirada ardiente y verbo desafiante, conocido cariñosamente como Volodia, no solo vio grietas en el muro de la autocracia zarista: supo dónde golpear para derrumbarlo. Nacido el 22 de abril de 1870 en Simbirsk, Rusia, Vladimir Illich Ulianov—el hombre que pasaría a la historia como Lenin—creció en un hogar ilustrado, forjado en los valores del conocimiento y el compromiso social.

Desde joven, Lenin mostró una inteligencia precoz y una voluntad férrea. Tras licenciarse en Derecho, pese a su expulsión de la Universidad de Kazán por actividades revolucionarias, se sumergió en la lectura del marxismo y abrazó con vehemencia la causa del proletariado. Su temprana militancia le llevó a la clandestinidad, la cárcel y el exilio, pero también le consolidó como una figura central en el movimiento revolucionario ruso.
A principios del siglo XX, Lenin ya era una exponente de peso entre los socialdemócratas rusos. Con la fundación del periódico «Iskra» y la publicación de textos cruciales como «¿Qué hacer?», promovió la creación de un partido de revolucionarios profesionales, marcando una línea divisoria definitiva entre bolcheviques y mencheviques. Fue una ruptura organizativa, y filosófica, puesto que Lenin concebía al partido como vanguardia esclarecida y guía de las masas hacia la toma del poder.
La Revolución de Octubre de 1917 consagró su transgresora visión. Con el zarismo ya derrocado, regresó a Rusia para conducir el proceso insurreccional que instauraría el poder de los soviets. Bajo su liderazgo, los bolcheviques promulgaron decretos históricos: la redistribución de la tierra a los campesinos, la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial y el derecho de autodeterminación de las nacionalidades. Así, el poder político fue colocado por primera vez en manos de los trabajadores.
Pero el nacimiento del nuevo Estado no fue sereno. Entre 1918 y 1920, Lenin debió hacer frente a una cruenta guerra civil contra enemigos apoyados por potencias extranjeras. En ese contexto, también impulsó profundas reformas económicas, defendió la potestad del proletariado, fundó la III Internacional y, cual expresión máxima de su visión internacionalista, devino artífice en la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922.
Su salud, sin embargo, se deterioró rápidamente hasta el 21 de enero de 1924, cuando feneció sin ver florecer del todo el país que ayudó a moldear. Aun así, legó a la posteridad una obra monumental: teoría, praxis y una arquitectura sociopolítica que cambiaría el curso de la historia moderna.
Más allá de admiraciones o vilipendios, consolidado quedó como un hombre cuya impronta constituye un verdadero baluarte político, pues no fue solo un adalid revolucionario: fue una fuerza histórica en sí misma.