Danzón en Matanzas
La 5ta. edición del Evento Danzonero Internacional Miguel Faílde se realizó en Matanzas del 29 de marzo último al 2 de abril en curso y convirtió a la ciudad en un espacio para rendirle homenaje a nuestro baile nacional, cuyo estreno oficial ocurrió con Las alturas de Simpson un 1ero. de enero de 1879, y a la figura de su creador, nacido en Guamacaro, Matanzas, un 23 de diciembre de 1852.
El evento tuvo una programación de lujo desde el punto de vista artístico y también teórico–práctico, que sobre ese aspecto hace énfasis cada edición: el aprendizaje, la perpetuidad y la búsqueda de una música y un baile que varía según el contexto.
Apunto algunos de esos momentos memorables, que van desde el primer día hasta el último, para detenerme en otras cuestiones, que de alguna manera dimensionan el evento, en el que sin dudas no se puede dejar de nombrar el liderazgo de Ethiel Failde, capaz de aglutinar junto a un equipo, a muchos de los mejores cultores del danzón en la ciudad de Matanzas.
Su talento creativo e interés por situar al baile nacional en el sitial histórico que le pertenece y llevarlo a la contemporaneidad con su orquesta, con conciertos, discos, programas de televisión como Danzoneando y muchas otras acciones de promoción, que alcanza su instante más significativo en las cinco ediciones del evento, para las que se necesita sensibilidad, conocimiento, persistencia y fe, demuestran su importancia en el panorama cultural de la nación.
La Plaza de la Vigía inició el evento con un inolvidable mano a mano entre la orquesta anfitriona y la legendaria Aragón, fue un encuentro memorable, de calidad artística, entre dos generaciones.
En mi opinión, la Aragón es un auténtico patrimonio musical de la nación cubana, cuya calidad permanece desde su fundación hasta la actualidad. Esa primera noche terminó en el Teatro Sauto, institución a la que se le entregó el Premio Honorifico, con la revista musical Tan Musical, en que repitió la Orquesta Miguel Failde y la Compañía Verdarte.
El que se perdió el concierto de la noche del viernes 31, con los pianistas Alejandro Falcón, Rolando Luna y el clarinetista Janio Abreu, no pudo admirar el virtuosismo de los tres durante más de una hora de actuación, en una mixtura de ritmos musicales que recorrió el changüí, el son, la samba y diversas piezas de danzón, especialmente las concebidas por la genialidad de Falcón, uno de los compositores más relevantes de los últimos tiempos por su rigor técnico, audacia creativa y brillantez interpretativa. Un músico joven, que glorifica el extenso panteón musical yumurino.
Otros instantes del evento fueron el concierto de Danzonera La Playa, ejemplo de la tradición danzonera mexicana, además de los talleres, paneles, muestras de baile del danzón mexicano o clases magistrales, como la del maestro Santiago Alfonso, Premio Nacional, con lecciones prácticas de la danza en pareja y sus conexiones históricas, que resumen lo social, lo político y hasta lo ético, en su evolución desde sus orígenes hasta la actualidad, lo que suscitó innumerables interrogantes, reflexiones, que desde mi punto de vista merecían más tiempo en la programación.
Lo ocurrido en Matanzas durante estos días demuestra que el danzón es de gente fervorosa, que lo ama y defiende con pasión y eso propicia que en cada espacio donde confluyen músicos o bailadores aparezcan los intercambios y confrontaciones propios de un género, que tiene sus especificidades y relaciones históricas de la mezcolanza cultural. Estos debates se hacen más intensos cuando se relacionan cubanos y mexicanos, y se habla de las particularidades, de como se desarrolló o vive en ambos lares.
El teatro cubano ha mostrado esos intensos debates en varias ocasiones, cuando en nuestro teatro bufo obras de nuestro acervo lo han tenido como personaje, como es el caso de El proceso del oso, de Ramón Morales Álvarez (Ajiaco bufo–lírico–bailable), con música del maestro Enrique Guerrero, estrenado por los bufos de Salas, dirigida por Eusebio Perales, en el Teatro Torrecillas el 28 de enero de 1882. Precisamente la historia de esta obra es el proceso en el momento en que el conocido danzón El Oso es llevado a juicio, donde se encuentran los otros ritmos de moda en el momento, para evaluar la significación del mismo.
En aquel instante, la pregunta era: ¿Es popular el danzón? ¿Lo sigue siendo ante la influencia de otros bailes, algunos extranjeros?
La defensa del danzón, convertido en personaje masculino, que es como muchos se lo imaginan, por el sentido patriarcal y que la misma escena años después subvierte, se hace evidente en su aparición ante la jueza, la musa de la danza, Terpsícore, en la que refiere su origen y la ascendencia sobre los cubanos en diversos espacios públicos.
De alguna manera en esta obra se ponen sobre la escena algunos de los debates que surgen en la actualidad en los propios espacios teóricos que suscita el evento. ¿Cómo se mantiene vivo el danzón entre las nuevas generaciones? ¿Sigue siendo nuestro baile nacional? ¿Qué se ha transformado durante este tiempo?
En El proceso del Oso se dignifica al danzón por encima de todas las influencias musicales y bailables de la época y al final, antes de caer el telón, Terpsícore pronuncia su veredicto: “Cada mochuelo a su olivo, / y antes que baje el telón, / con tan plausible motivo, / bailaremos el danzón».
La obra culmina, según refiere la acotación, en un baile danzonero entre algunos de los personajes.
Otra obra, que pone al danzón en la polémica e interroga su vigencia y significación ante la influencia de otros ritmos nacidos en Cuba o importados es ¡Arriba con el himno!, revista política, joco–seria y bailable en un acto, cinco cuadros y apoteosis final, de Ignacio Sarachaga, en colaboración con Manuel Saladrigas, escrita en 1900.
Es una obra que personifica medios de prensa, instituciones teatrales, barrios y también los ritmos bailables.
También, se pone en duda la vigencia y significación del danzón, solo que aquí ya no es un personaje masculino como en la obra de Morales Álvarez, sino femenino, una hermosa y sandunguera mulata que seduce a todos con su baile y que es incluso defendida por un gallego aplatanado como Pancho, quien entre otras frases de su monólogo cantado refiere, con respecto al danzón, y en contra del Two Step, de origen norteamericano, que “El no podrá hacer fortuna / en la cálida región / donde el tropical danzón / hace de dos almas una.» Luego reafirma: “Mientras exista el danzón / y en nuestras orquestas gima, / ¡no habrá quien nos eche encima / el peso de la anexión!» A partir de ese instante la describe. Ese cuadro culmina con la seducción de todos por la mulata–danzón, que los “embruja” con su baile, mezcla de culturas y cubano hasta la médula.
Aún hoy en día la polémica sobre el tema sigue vivo y además alcanza proporciones que rebasan nuestra frontera, cuando se habla de las especificidades muy evidentes entre el danzón que nació y permanece vivo en Cuba y el que llegó a México y adquirió una identidad muy afín a la región donde se “aplatanó” y adquirió rasgos muy particulares.
Pienso que el evento suscita esas interrogantes y también muchas respuestas, que lo hacen vivir, renovarse.
Matanzas se convierte e espacio de confrontación entre pasiones que hablan de la historia y la tradición. Y eso se lo debemos, primero que todo, y repito, a la figura de Ethiel Failde, a los espacios creados bajo su liderazgo durante la trayectoria de su orquesta y al apoyo que se le ha dado desde las instituciones, especialmente de las Direcciones provincial y municipal de Cultura.
Hace un tiempo atrás, a pesar de existir encuentros de este tipo, no habían en la ciudad cuna instantes como los que he presenciado en las cinco ediciones del evento que nuclearan esas variantes posibles de lo que puede generar lo creado por Miguel Faílde, quien da vida, según referencias en el periódico Aurora de Yumurí, a su orquesta en 1871, logrando en su trayectoria y hasta un año antes de su fallecimiento, en 1921, seguir defendiendo su creación.
En mi ponencia Danzón como personaje dramático, que presenté en la Sala White, antes de acaloradas, iluminadoras y bizantinas discusiones -además de trazar su presencia en la dramaturgia nacional, también presente, aunque no como personaje- en el texto A danzonear, del maestro René Fernández Santana, estrenada por Papalote, intenté llegar a una de mis últimas creaciones dramatúrgicas, que partiendo de nuevas esencias del musical y las conexiones entre México y Cuba, asume dramatúrgicamente la estructura del danzón y lo convierte en personaje protagónico como Danzón Cuba, que viaja a México para competir con Danzón México, una travesía en la que se conjuga un diálogo entre la historia, la tradición y lo contemporáneo.
Un homenaje que de alguna manera también me ha suscitado ser testigo y protagonista de algo como el Danzonero Miguel Failde y la evolución de la figura de Ethiel Failde y su orquesta. ¿Cómo nacen y se funden esas esencias que el espacio matancero dimensiona y contribuye a mostrar en toda su riqueza?
Hay innumerables respuestas, pero cuando he visto bailar a diversas generaciones de cubanos y mexicanos, en una misma plaza, unidos por la pasión que inició y suscitó en el siglo XIX Miguel Failde, se iluminan, relacionan todos los vericuetos de lo que el danzón continúa significando.
Es cierto que la 5ta. edición ha culminado, pero cada cierre es un punto aún más positivo en la reafirmación de un pensamiento identitario –las obras mencionadas del siglo XIX y principios del XX lo abordan–, mediante la significación que el danzón tiene en el entramado cultural de la nación. Y esa es la gran ganancia que hay que seguir apoyando, consolidando, especialmente, como es la solitud de muchos abiertos a las comunidades, que es hacerlo a la nación toda.
- Ulises Rodríguez Febles