4 de octubre de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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El arte de ser uno mismo

Interesado por mucho tiempo en la arqueología, la espeleología y otras formas del arte, no hubiera imaginado pertenecer hoy a la conocida banda Mariachi Los Coyotes y vivir tan enamorado de la música.

Por más increíble que parezca, él nunca se visualizó como músico. El joven, como me gusta referirme a él a pesar de que, entre casi en la línea de los 50 años de edad, interesado por mucho tiempo en la arqueología, la espeleología y otras formas del arte, no hubiera imaginado pertenecer hoy a la conocida banda Mariachi Los Coyotes y vivir tan enamorado de la música.

El nacimiento de un artista de pies a cabeza

Carlitos es ese hombre de tez muy blanca, amigo de los vecinos y muy amigo de los amigos. Un artista por naturaleza. Además, proviene de una familia de cantantes y pintores. Su mamá, la persona quien fuera más cercana a él, fue una excelente intérprete durante sus años de juventud y el carisma que poseía, tan grande que no cabía en su menudo cuerpecito, permaneció siempre con ella. El trompetista, reflejo vivo de su progenitora, no pudo haber tenido una mejor inspiración. 

¿Cómo te adentraste en la industria musical?

Mis sueños iniciaron en casa, pero tomaron fuerza en la Escuela Vocacional de Arte de Matanzas ‘Alfonso Pérez Isaac. Desde que comencé mis estudios allí en 1986 fue muy duro el cambio de un ambiente hogareño a un centro estricto. Cuando uno es niño esas experiencias marcan. 

El primer año de la especialidad transitaba de lo mejor. Estaba a gusto. Sin embargo, sólo fue cuestión de pasar al segundo año de la carrera y sentir que el mundo se me venía encima. Ser pequeño e inexperto, no me eximía de sufrir dificultades, incluso si se trataba de salpicaduras de mis propios padres. Para ese momento, el matrimonio de ellos atravesaba su peor etapa de crisis y definitivamente ese hecho constituyó un duro golpe, emocional y psicológico para mí.

¿Dicho acontecimiento trajo consecuencias para tu desenvolvimiento en la escuela?

Imagínate que poco tiempo después perdí la oportunidad de continuar allí y así con mi salida se desvanecieron gran parte de mis motivaciones. Ya en la secundaria básica seguí vinculado a la música y formé parte de mi primer proyecto como trompetista en la Banda Goucuría, de 1986 a 1990. Luego llegaron los Camilitos que significaron una especie de renacer. Volví a enamorarme y esta vez de la pintura.

Arqueología, espeleología, pintura y música… ¿De cuánta historia y vida está compuesto este hombre? 

¿Qué sorpresas devinieron con estas nuevas metas?

Mis episodios con la arqueología y espeleología acontecieron casi en el mismo período. Desde 1990 a 1998 formé parte de la Sociedad Espeleológica de Cuba y pertenecí además a un grupo de arqueología, ciencia que igualmente me atraía y a la cual le dediqué mucho empeño.

Realicé bastantes excavaciones con mis compañeros y la experiencia fue realmente enriquecedora. No mucho tiempo después me arriesgué por el mundo de la fotografía. Tanto así, que inclusive me presenté a una convocatoria para estudiar fotografía en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba y a pesar de no ser aprobado, continué apasionado por la disciplina.

Años después llegaría un día que perdura vívidamente en su memoria. El siguiente hecho marcaría desde luego su recorrido profesional. La escena tuvo lugar en La Habana y Juan Padrón es el segundo protagonista del cuento. Por medio de una entrevista, el icónico inventor de animados cubanos como Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, observó algunos dibujos de Carlitos y quedó fascinado por sus habilidades. Ese día llovieron elogios por parte de ambos artistas, pero no fue nadie más que el joven matancero quien sintió más honra por la meritoria invitación del maestro. 

¿Qué impacto tuvo en tu vida el haber sido elogiado por un artista de tal calibre como Juan Padrón?

¿Qué te puedo decir?…  ¿Quién le hubiese dicho a ese joven que recibiría la dicha de sumarse al ICAIC? Fue toda una locura. No importa cuánto lo analice, incluso hoy en día. Es el sueño de miles. Realmente fue un punto de inflexión en mi trayectoria como artista de la plástica. Forma parte de esos días mágicos para Carlos Junior.

Como me contó en una ocasión Raymundo Vinajeras Llanos, un amigo y vecino suyo de hace aproximadamente tres décadas, Carlitos es una persona dedicada íntegramente a su trabajo y cuando algo realmente le gusta, no pierde el enfoque fácilmente. Es una persona muy estudiosa que no pierde el interés por superarse en todos los sentidos.

Es mi amigo, casi como mi hermano, pero lo admiro muchísimo.

En 1993, en pleno período especial, Carlos Junior perdió su trabajo producto del debilitamiento de la economía nacional con la pérdida de sus principales fuentes de ingresos que hasta entonces garantizaba el campo socialista. Una vez más, sin empleo y vivienda en la capital, no le quedó de otra que regresar a Matanzas. 

¿Qué hiciste para salir de ese «bache» en el que te encontrabas?

Yo siempre digo que los planes de Dios son exactos. Al volver a mi ciudad natal, Varadero fue la zona que me dio la bienvenida. No obstante, en esta ocasión mi conexión con el ámbito artístico respondió a la culinaria. Tomé un curso de cocina internacional y al acabarlo continué trabajando cerca, pero desvinculado del sector del Turismo. Pasé a trabajar en CUPET, donde mismo aconteció la explosión de la Base de Supertanqueros hace dos años, y me fue bien. Hablo del período que abarca los años entre 1994 y 1997.

Sin embargo, luego reuní fuerzas para iniciar una nueva aventura en La Habana con la vieja y única intención de apostar por otra oportunidad en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos.

Pese a eso, su suerte no se encontraría en otro lugar más que en la Escuela de Música, en la que un amigo suyo lo inscribiría sin su consentimiento. Al igual que su compañero, el instrumento por el que optó fue la trompeta y seis años después culminarían sus estudios.

Era estudiante y trabajador a la vez. Claro que fue muy agotador, pero no me arrepiento de nada. Significó una de las mejores etapas de mi vida.

¿Pero cómo te llega la oportunidad de integrar la banda Mariachi Los Coyotes como el trompetista principal?

_Por allá por el año 2006, ‘Unión Atenas, también conocida como Sabor a Cuba, fue otra banda musical con la cual tuve la satisfacción de ser un integrante más. Compartimos muchas anécdotas y momentos exquisitos. Posterior a eso, pasé un año en México debido a asuntos laborales y al regresar, emprendí la aventura con uno de los mayores regalos de mi vida: Mariachi Los Coyotes.

El ser humano más allá de trazos, recetas y pentagramas

Carlitos es un individuo en constante evolución. De tal manera él mismo se cataloga. Un sujeto que permanece siempre con los pies en la tierra y es consciente de que todavía le queda mucho por aprender y experimentar. Un ser aún incompleto. 

¿Tienes un mantra de vida o un motto? Si es así, ¿cuál es y qué significa?

Se trata de ‘’Menos ego y más alma’’. Esa es la lucha constante que tengo conmigo mismo. Dicho sentimiento no se puede eliminar, pero es importante cuidarlo e intentar limitar su vuelo. Todo en demasía provoca rechazo. Si excede niveles altos, se convierte en un factor determinante que impide el crecimiento, tanto espiritual como profesional.

—Yo soy bastante enérgico y me gusta innovar. Aunque me rodea un aura muy tranquila, a veces soy un poco intranquilo. Confieso además que soy romántico y melancólico, y esos son aspectos que me caracterizaron significativamente en la adolescencia y primeros años de la juventud.

A Carlos Junior el tiempo le ha enseñado que una de las vías para alcanzar la realización espiritual es encontrar la manera de trascender la tristeza y alzar la felicidad interna que reside en cada persona.

Tanto el criterio de sus conocidos, como los frutos de su esfuerzo y el camino recorrido, demuestran su valía.

—No creo que merezca tanta atención. Tantos elogios.

A pesar de que él no se considere una figura tan relevante, las paredes de su hogar y el polvo de la carretera lo contradicen.

¿Qué es para tí el amor…, la vida?

Es algo irónico. El componente del amor siempre ha sido el romanticismo y me inquieta que hoy en día prácticamente no se ve. Yo fui testigo de una etapa muy romántica cuando era más joven. Personas tomadas de las manos en cada calle y besos por donde mirabas. Discreto, pero se hacían mirar por lo bonito de las compañías.  Mensajes y audios de voz por Whatsapp, son las mayores pruebas de afecto en la sociedad moderna. 

Mariachi Los Coyotes y Roberto Carlos: los grandes amores de Carli 

¿Qué te ha regalado la música? ¿Qué constituye para ti?

Sencillamente lo es todo. Creo que ha sido un don del Señor, el cual me ha hecho comprender que todos venimos al mundo con una misión específica por sobre otros objetivos. A mí me guió por el sendero de tan bella profesión y aunque no fue mi sueño de chiquito, aquí estoy y seguiré.

Carlos Junior Hoyos Verdura siente infinita gratitud por tres cosas: su madre, su hijo y el grupo musical que lo ha acompañado por más tiempo del que es capaz de recordar. Aproximadamente 15 años de trayectoria, pero como si fueran una vida entera.

Cuéntame más de la banda. ¿Cómo ha sido tu vida desde tu inserción en la agrupación?

Le pregunto con un timbre sutil, pero intencionado. No puedo evitar soltar una media sonrisa, puesto que sé cuán especial es la banda para él.

—Con Mariachi Los Coyotes tengo los mejores recuerdos. Es una agrupación llena de personas imperfectas como yo, pero con todas las ganas de proporcionar felicidad como si de canastas con huevos de Pascua en plena Navidad, se tratara. Explica entre risas.

—Es un grupo de música popular mexicana creado el día 12 de octubre del 2007 con el fin de llevar las sonoridades del hermano pueblo azteca a todos los rincones de la Isla. Lo dirige nuestro queridísimo Daniel Méndez Rojas y pues, afortunadamente, el conjunto goza de gran prestigio y reconocimiento a nivel nacional.

Junto a ella y la Banda de Conciertos de Matanzas ha cosechado cientos de aplausos y halagos de los sitios más emblemáticos del país. Han incursionado en muchos géneros como la música clásica (desde Chaikovski hasta Beethoven), la romántica, la tradicional cubana y, por supuesto, la ranchera mexicana.

Ellos son mi vida. Cada uno de mis colegas, que también son mis amigos. La familia escogida, como dicen por ahí. Gran parte de lo que soy se los debo y siempre estaré eternamente agradecido por el chance de retarme a mí mismo en el ejercicio de la música y haber triunfado en el intento.

Ya para el año 2013 llegaría otra razón para vivir en el camino del apasionado artista. Roberto Carlos vino a enseñarle el verdadero significado de la paternidad.

Por favor, háblame ahora sobre tu faceta de papá. ¿Cuán grandes fueron los cambios en tu vida luego del nacimiento de tu pequeño?

—Exactamente, el 8 de junio de hizo once años atrás, conocí a ciencia cierta la importancia de la palabra felicidad. El amor más puro y genuino que un ser humano sería capaz de experimentar jamás. Un niño muy travieso y gracioso.

—El niño siguió mi camino y actualmente, con once añitos estudia en la Escuela Vocacional de Arte de Matanzas, en la especialidad de trompeta. Sí, así mismo. Solamente imagínate cuán orgulloso me siento por eso. No sólo lleva uno de mis nombres en el suyo y tiene varias facciones y características mías, sino que al igual que yo experimentará la fascinación por la música.

Es un chiquillo maravilloso y es mi otra mitad. El amor que busqué y busqué, y tuve en mis brazos antes que nadie más. Mi más fuerte razón de ser y el motor impulsor de mi existencia.

Carlitos, ese hombre eternamente músico y eternamente padre. Ojalá pudiesen ver su rostro llenarse de júbilo cuando habla de su niño. De su bebé. Hecho de consagración, amor y respeto. Hay sombras y luces en él. Ninguna sobra. Errores y arrepentimientos. Ninguno sobra. Defectos y virtudes circulan en su interior, pero no abandonan el lugar. Ninguno sobra.

Ese hombre eternamente joven y eternamente artista. ¿Cómo puede ser incompleto alguien con tanta historia y vida dentro?

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