Notas del Diago: un viaje a las artes visuales en Matanzas
Conservar y mostrar, como preámbulo, varios programas de otras ediciones del Salón provincial de Artes Plásticas Roberto Diago Querol, es una manera de articular la historia y trascendencia de este evento matancero, en cuyas ediciones han dialogado varias generaciones de artistas.
Revisando cada programa, uno se traslada a nombres y obras significativas, que reafirmaron las potencialidades de las artes visuales matanceras.
El Diago, como se llama, es un espacio que también propicia el intercambio y la confrontación entre creadores y donde se realiza la entrega del Premio provincial de Artes Plásticas, que en esta ocasión recayó en el destacado fotógrafo Ramón Pacheco Salazar.
De alguna manera extrañé la presencia física de creadores como Agustín Drake o Rolando Estévez, a los que se les rindió homenaje de dos maneras. Al primero, con la entrega de un premio de la galería del «Lolo», que recayó en la joven Amanda Rodríguez Leyva; mientras al segundo se le dedicó el evento como manera de significar su trascendencia artística como pintor, diseñador gráfico y escénico, promotor, profesor y notable creador de performance.
Con un carácter competitivo, como en otras ocasiones, y luego de un trabajo curatorial, el Salón, con una muestra de 23 creadores y un conjunto de 26 obras de pintura, grabado, fotografía y escultura, entregó premios del jurado, integrado por Sergio Roque, Helga Montalván y Armando Abel Rodríguez, especialmente en las categorías de Adquisición y Promoción. Además, otorgaron premios la Uneac, el Fondo de Bienes Culturales, la ACAA y la galería Génesis.
Agradece descubrir en un recorrido por el Salón la presencia de jóvenes artistas, con obras que destacan por sus resultados técnicos, por la fusión de recursos y el rigor estético de las mismas, por la frescura de sus propuestas y la validación de una generación que se impone, como es el caso de algunas de las artistas y obras premiadas de Susana (Gío) Fernández y Liliana Fuste.
En la primera, con solo 18 años, destaca un tríptico fotográfico de estilo fine art, que refleja un elaborado trabajo estético, de manipulación fotográfica y muestra un dominio de la apropiación y la reinvención de obras de destacados artistas, así como la excelente capacidad de recrear la psicología, la delicadeza de los vestuarios y la escenografía que ofrecen por la atmósfera, el contexto, un distanciamiento al estilo brechtiano, que provoca -como espectadores- el acto de sumergirse en el logrado efecto visual, como destacó el jurado, en otros Espacios y Tiempos, en los que emerge la obra de Rubens, Vermeer y Rembrandt, recreando una realidad que se metamorfosea con imaginación.
Ganadora el año pasado del premio en el apartado de Adquisición, este año Liliana Fuste resultó galardonada en el de promoción. Su pieza Aguru tente onu reinventa la iconografía de los cultos sincréticos y en ella hay una sutil influencia de la grabadora Belkis Ayón, pero más que todo, de la apropiación personal de lo sincrético, con una elaborada técnica, sugerente, con signos que se superponen y crean una potente imaginería, en la que confluyen escenas, personajes, que nos llevan a los intrincados códigos de la espiritualidad afrocubanas y a un espacio de teatralidad.
Con dos premios colaterales, el del Museo de Arte y el del Fondo de Bienes Culturales, Lázaro Infante, en Ciudadano Modelo, óleo sobre lienzo, ofrece con impecable técnica y síntesis en el discurso una metáfora, que se mueve entre lo irónico de los signos, que ofrecen múltiples lecturas y una alusión poética de connotación ideológica y social.
Entre los otros premios colaterales, la obra del fotógrafo Ernesto Cruz Hernández nos ofrece dos sugerentes imágenes que denotan la búsqueda del artista que se aleja de ciertos estereotipos predominantes, no solo en las obras fotográficas, para atraparnos desde lo lírico, lo imaginativo y lo reflexivo de su propuesta.
Hemorragia, de Lorenzo Prieto, reconocido por el Fondo de Bienes Culturales, humaniza la arquitectura y con la técnica de acrílico sobre lienzo y las «heridas-tajazos» en el material utilizado, alerta, denuncia, dramatiza la destrucción del patrimonio de cualquier ciudad, un grito de desesperación, en el que el personaje (en eso convierte a los edificios), inanimado, pero vivo, se desangra y desde su creación nos revela el dolor y la agonía.
Otros galardonados con premios colaterales, además de los ya mencionados, fueron los artistas Yubiel Sánchez Ruiz, Osniel Yoel Mella García, entre otros.
Del artista invitado, Adrián Gómez Sancho, en La memoria asombrada están las obsesiones del artista, con una poética consolidada, con un imaginario lírico y conceptual que lo ubica entre uno de nuestros más significativos artistas.
Obras de Eddy Hernández, que combina lo abstracto con lo objetual, produciendo dentro de una mística cristiana, transgredida por la perspectiva del creador, lecturas sugerentes, abiertas, dinamitadas, así mismo ocurre con artistas como Erick González Triana, que atraviesa el simbolismo patrio, por objetos, con una dimensión metafórica.
- Ulises Rodríguez Febles