14 de octubre de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

A las puertas del “nunca jamás”

    Diáspora, historias (II)

La tarde presagiaba una lluvia lejana. Así y todo había una calma extraña en los que estábamos allí… Detrás de aquella calma forzada había mucha tensión.

Nos llamaron la atención porque habíamos traspasado la línea del espacio donde se entraba en el “nunca jamás”. Miré al joven y pensé que a lo mejor él nunca había tenido a alguien que traspasara esa línea que lo separaba de todo, hasta de sí mismo, para penetrar en el desarraigo.

Los autos llegaban y dejaban a los que viajarían y a sus equipajes. Estaba tranquila, era una despedida transitoria, temporal… Necesitaba creerme eso firmemente…, y me lo creía, una muestra más de mi ingenuidad, a veces muy beneficiosa, como en este caso.

En un momento parqueó un auto americano, de los viejos carros que muchos conservan y aún circulan por el país. No sé de marcas y siempre confundo un Chevrolet, un Hyunday, un Oldsmobile…, en fin, reconozco los Moskvich rusos, porque en casa tuvimos uno 33 años, y los Mercedes Benz, porque son de mi preferencia. Y hasta ahí.

La pareja que venía en él se acercó para saludar a mis acompañantes. Se iban en el mismo vuelo. Me sentí aliviada con eso, porque así mi hermana no se iría sola.

Entonces empezaron a salir del maletero de aquel carro y de los asientos traseros, unas especies de bolsas o maletines negros inmensos, tantos, que me preguntaba, primero, qué se llevaba aquella persona en ellos y, segundo, si los admitirían todos en el avión.

Entonces vino el mazazo. Al parecer, mi mirada fue tan inquisitiva, que alzó la vista hacia mí y me dijo lastimosamente: -Me voy definitivamente…, y sin mi nieto. Ahí me llevo toda mi vida, todos mis recuerdos…

No pude decir una palabra. El cielo se puso gris de pronto. La lluvia dejó de ser presagio para anunciar su presencia. Me sentí mareada. Traté de virar la cabeza y lo que alcancé a ver fue a dos ancianos, octogenarios, apoyados cada uno en un bastón, acariciando la cabeza de una joven, a la que a pesar de tener más de cuatro décadas, llamaban aún niña.

¡Dios mío! ¿Qué hago aquí? Hazme creer que volveremos los tres de regreso a casa y no solo dos. Vuelve atrás el tiempo. Haz que el avión no salga. Que se detengan todos los vuelos del mundo. Así, ni mi hermana, ni la señora y sus recuerdos, ni la “niña” de los ancianos, entrarían en el “nunca jamás”.

Hay situaciones en que Dios solo no puede. Te toca entonces superar las pruebas para las que él te preparó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *