1 de mayo de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

Desde los ojos de Pablo de la Torriente

Primero Máximo Gómez, más tarde Pablo, la historia nos revela la vida de tantos hombres encarnados en una misma palabra que pocos pueden abrazar, aunque casi todos  la entendemos. La solidaridad, lleva a algunos a entregar cuanto sea necesario, no importa si se trata de otra tierra, en esa conmovedora amalgama de justicia y hermandad.

Primero Máximo Gómez, más tarde Pablo, la historia nos revela la vida de tantos hombres encarnados en una misma palabra que pocos pueden abrazar, aunque casi todos  la entendemos. La solidaridad, lleva a algunos a entregar cuanto sea necesario, no importa si se trata de otra tierra, en esa conmovedora amalgama de justicia y hermandad.

Pablo De la Torriente Brau, no había nacido en Cuba, aunque enseguida se debió a ella, persiguió los mismos ideales de Mella, se sumó a los sucesos del 30 de septiembre de 1930 y denunció desde las páginas del periódico Ahora la explotación sufrida por los campesinos del Realengo 18; tampoco era español, pero asumió las funciones políticas en un batallón durante la Guerra Civil Española y murió combatiendo en Majadahonda contra el fascismo el 19 de diciembre de 1936.

Su vida es una de esas historias  apasionantes que revelan a un periodista sin miedo, contra el vicio y la corrupción, contra todo lo que se empeñara en hacer a los pueblos miserables. Cuando llegó a  esta Isla era apenas un niño, pero su mente y su cuerpo muy pronto se inclinaron por la pluma aguda e incómoda para los opresores y tiranos.

El Nuevo Mundo y El Veterano (1920) fueron testigos de su talento indiscutible; Rubén Martínez Villena también. Los dos jóvenes tenían muy claras sus ideas políticas contra el dictador Gerardo Machado y escribieron valiosas páginas de la Revolución de 30. Pablo fue por  ello a la cárcel y salió de allí con tanto vigor que burló la censura y publicó en El Mundo los reportajes 105 días preso.

Para él se trataba de un destino impostergable, sus ojos se habían hecho para ver las cosas extraordinarias, y su máquina para contarlas. Eso era todo, como él mismo lo aseguró. No importaba si por ese voto fiel al periodismo y a la dignidad tenía que pasar casi otro año tras los barrotes y luego ser deportado.

Pero regresó tras la caída de Machado y de nuevo escribió, conspiró, luchó con el mismo ímpetu desde Cuba, luego desde Nueva York. Allí, incluso sin trabajo, o con alguno mal remunerado, contaba los centavos para sobrevivir, mientras resguardaba y distribuía los fondos acopiados al activismo político como parte de la Organización Revolucionaria Cubana Antimperialista  (ORCA).

Pablo de la Torriente Brau fue un soñador infatigable, pero uno de los que trabaja sin descanso para alcanzar imposibles. Y le gustaba la música, amaba los clásicos,  tenía una especial sensibilidad por la plástica. Mas, sabía cuánto arriesgaba con su verbo chispeante y sin hipocresías.

Incluso así sus ojos fueron también a denunciar el odio y la maldad  más allá del propio continente. Y escribió cuanto pudo con el mismo ímpetu e ingenio que lo había hecho siempre, hasta que sintió también la necesidad de encarnar al soldado y luchar con todo su cuerpo, con todas sus fuerzas, aunque en ello ofreciera la vida para siempre.

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