8 de julio de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

Ahí, desde hace más de un siglo, aguarda El Mayor

Inclinémonos ante el recuerdo de aquel joven bayardo que dejó birrete y toga, salones y teatros, el refugio de una amantísima mujer, por entregarse a la Patria. Hay quienes ascienden a la gloria aún sin proponérselo. Ahí, desde hace más de un siglo, aguarda El Mayor.

Volver una y otra vez al camagüeyano Ignacio Agramonte y Loynaz siempre será asunto pendiente. Nunca bastarán las palabras para recordar la entrega, la osadía, el desprendimiento de aquel que le devolvió a la tierra que lo vio nacer sus escasos 32 años. Le dejó a su Camagüey la primera y última mirada; el primer y último latido de su corazón; el primer y último aliento…

Y así fue, en el combate de los Potreros de Jimaguayú, donde cae inerte de su caballo el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz. Allí perdió sonido su voz, nunca más temblaron sus manos al abrazar a Amalia, la lucidez de aquel gallardo la truncó una bala española de la Sexta Compañía de León, que le atravesó el cráneo de lado a lado.

Aquel 11 de mayo de 1873 partió para siempre hacia la inmortalidad “la figura más prominente, el jefe más caracterizado, el caudillo más tenaz y animoso de la insurrección”.

Pero dejemos que sea el historiador camagüeyano Ricardo Muñoz quien nos aclare detalles de su muerte.

“Ustedes saben que cayó combatiendo, pero no como la mayoría de las versiones que dan del combate. Se cuenta que Agramonte iba atravesando el potrero y de casualidad lo mataron. Miren, un General que lleva cinco años combatiendo, después que coloca la fuerza no va a pasar por el medio de ella. Cayó haciendo lo que había hecho muchas veces. Haciendo un intento por sonsacar a la caballería española para que cayera en una trampa.

“Lo que se hace es que se provoca al enemigo y después se ataca. Eso lo hacía el Ejército Libertador y lo quiso hacer Agramonte, pero el jefe español no cayó en la trampa. Agramonte quiso hacer un movimiento con unos pocos hombres que lo acompañaban para ver si el jefe español soltaba la caballería, dejaba que la caballería atacara. Pero el jefe enemigo no lo hizo.

-No es nada extraño que un jefe mambí cayera en esa condición. ¿Por qué? Porque el Ejército Libertador siempre estaba en desventaja en hombres, armamento, etcétera, etcétera. Eso se suple con la justeza de la causa por la que se lucha, pero además, con el ejemplo personal de los jefes.

Las tropas agramontinas no pasaban de 500 hombres, mientras la Sexta Compañía de León contaba en sus filas con 800 soldados bien pertrechados.

Por ello entre los mambises hay tantos jefes, Generales, Coroneles, que murieron en la lucha, porque iban al frente de sus fuerzas.

La conversación con Ricardo Muñoz tiene lugar en el Museo de San Juan de Dios ante un grupo de asistentes al XXXVI Festival de la Radio Cubana, celebrado en Camagüey recientemente.

-¿Por qué traen a Agramonte a este lugar el día 12 de mayo? Porque aquí estaba el hospital y había que certificar la muerte e identificar el cadáver.

Sobrecoge saber que donde estábamos hubo un hospital. En un momento determinado caminé sola por el lugar y, efectivamente, había puertas y puertas, una al lado de otra, donde, supuestamente, estaban los cuartos de la instalación sanitaria.

Museo de San Juan de Dios. En 1873 funcionaba allí un convento-hospital.

 

Estremece saber que a este lugar trajeron el cadáver de El Mayor, después de llevarlo sobre la grupa de una mula hasta Puerto Príncipe, su ciudad natal, ubicada a 25 kilómetros de Jimaguayú, y exhibirlo como trofeo de guerra ante los habitantes de la ciudad.

(Foto: Regla Llorente).

El enfermero José Olallo Valdés, el Padre Olallo, recobró el cadáver de la Plaza de San Juan de Dios, que debe su nombre al antiguo convento-hospital, y en un pasillo del inmueble “con su propio pañuelo, mojado en alcohol” (1) lavó su cara llena de lodo, para presentárselo a los médicos que iban a hacer lo que decimos la autopsia, que no era autopsia en sí, simplemente decir que este cuerpo que tengo aquí está muerto por un tiro de bala que entró por aquí y le salió por allá.”

Agramonte
Murales explicativos en el hoy museo de San Juan de Dios.

Es Agramonte uno de los patriotas más queridos y admirados por varias generaciones de cubanos. Se conjugan en esta predilección múltiples razones. Nadie como él para cumplir con la misma loable devoción sus cargos como político y como guerrero. Generalmente el hombre de acción no es el político de palabra y oratoria deslumbrantes.

Hombre letrado, abogado como su padre, en su adolescencia había cursado estudios durante cinco años en Barcelona. Reunía a su preparación de profesional culto, primogénito de una familia de cierto rango –en una de las regiones más ricas de Cuba–, su destreza como esgrimista, su capacidad de organización y disciplina, que hicieron de las tropas del Camagüey notorias por sus hábitos disciplinarios, de moralidad y orden.

Por supuesto que el destino del cadáver de Agramonte es otra incógnita que despierta el interés de los presentes.

“Miren nosotros sabemos lo que son los símbolos y todo el mundo trabaja con símbolos. Los españoles sabían que tenían que desaparecer el cadáver, porque si no se convertía en un símbolo donde lo enterraran. Por eso una persona donó una carreta de leña, dos bidones de petróleo, desalojaron el cementerio, pusieron voluntarios en las puertas, hubo una candela y el cadáver desapareció.

“Puede que lo hayan chamusqueado o simplemente puede que lo hayan enterrado en una bóveda sin la vista de todo el mundo. El caso es que se corrió la noticia de que lo habían incinerado y habían esparcido las cenizas. Eso fue real. Se publicó en la prensa. Sin embargo, el Capitán General hizo una declaración en el mes de junio en el periódico diciendo que a Ignacio Agramonte se le había dado sepultura cristiana en el cementerio de Camagüey.

“¿Por qué? Porque incluso los periódicos extranjeros estaban hablando de la barbaria cometida a un cristiano. Y hasta hoy no hemos encontrado el cadáver”.

Solo 13 días después, para el 24 de ese mismo mes de mayo de 1873, había sido convocada una junta de jefes militares en Las Tunas, en la cual se iba a proponer su nombramiento para el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador, que se encontraba vacante.

“En el mes de abril del año 1874, más o menos localizaron el lugar donde cayó Agramonte en Jimaguayú y en ese lugar hicieron un hueco de dos metros por dos metros y lo llenaron de lajas de piedras. Ahí iban los camagüeyanos a rendir homenaje.

Martí envió un emisario a Camagüey cuando preparaba la Guerra Necesaria y le encargó llegar a Jimaguayú  y allá en la oficina en Nueva York, el Apóstol tenía un recipiente con tierra sagrada de Jimaguayú. O sea, Jimaguayú fue o siguió siendo el símbolo que  no podían encontrar los camagüeyanos”.

Ricardo Muñoz
El historiador Ricardo Muñoz al término de su conferencia. (Foto: Regla Llorente)

Amoroso amante, sus relaciones con Amalia Simoni son ejemplo de lealtad y comunión de sentimientos. Cualquier mujer sería dichosa al ser amada del modo en que Ignacio quiso a Amalia. Su correspondencia es la mejor prueba de ello.

“Ojalá, Amalia, que nunca se encuentren mi deber y tu felicidad” –le expresa él. “Tu deber antes que mi felicidad es mi gusto, Ignacio mío”, responde ella.

Su figura sobresale en Guáimaro, al redactar el proyecto de Constitución. Héroe de decenas de batallas a las que conduce a sus tropas, Agramonte fue un valiente y ardoroso soldado de la Patria.

Paradójicamente, cae prácticamente solo, rodeado por tres o cuatro de sus hombres, que en el fragor de la batalla se ven impedidos de rescatar su cuerpo inerte.

Así borraron la humanidad que fue el Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte Loynaz, jefe de la División del Camagüey y de Las Villas. Sin embargo, 152 años después aún se habla de él. Fue más fuerte su acción en la vida que aquel espanto que le mutiló la inteligencia, el amor, las ansias.

Inclinémonos ante el recuerdo de aquel joven bayardo que dejó birrete y toga, salones y teatros, el refugio de una amantísima mujer, por entregarse a la Patria. Hay quienes ascienden a la gloria aún sin proponérselo. Ahí, desde hace más de un siglo, aguarda El Mayor.

(1) Así murió Ignacio Agramonte, Juventud Rebelde, 10 de mayo de 2025.

Escuche y vea aquí el video de El Mayor, de Silvio Rodríguez, estrenada en la Plaza de San Juan de Dios la noche del 11 de mayo de 1973.

https://www.facebook.com/watch/?v=531632130863101

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