8 de mayo de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Antonio Guiteras Holmes: la llama que no se apagó

Apenas veintinueve años denotaba el rostro de Antonio Guiteras Holmes cuando el 8 de mayo de 1935 la represión batistiana le arrebató la existencia.

Apenas veintinueve años denotaba el rostro de Antonio Guiteras Holmes cuando el 8 de mayo de 1935 la represión batistiana le arrebató la existencia.

Inspirado por el patriotismo, los ideales independentistas y el pensamiento martiano de sus familiares, aquel audaz joven de origen filadelfiano nacido en 1906 no escribiría su destino en las calles del norte industrial, sino en la intensa fragua de las luchas revolucionarias del Caribe.

Guiteras destacó tanto en las aulas como en la agitación política. Se graduó como Doctor en Farmacia en la Universidad de La Habana en 1927, un espacio desde el cual tomó parte activa en las protestas del Directorio Estudiantil Universitario contra la dictadura de Gerardo Machado y fue, en ese frenesí insurreccional donde comenzó a cimentarse su figura como líder revolucionario, comprometido no solo con la denuncia, sino también con la transformación radical de la nación a la que, por sangre y convicción, abrazó.

Su militancia no tardó en trascender los muros universitarios. Al vincularse con combatientes independentistas de antaño y exponentes de la naciente efervescencia juvenil como Julio Antonio Mella, Guiteras amplió sus horizontes sociopolíticos.

Fundó la Unión Revolucionaria, una organización cuyo «Manifiesto al pueblo de Cuba» consolidó a la lucha armada como la única vía para conquistar la libertad de la Isla.

Gracias a su aguda e integradora visión, supo entrelazar tradición patriótica y modernidad ideológica, abrazando un ideal de justicia social que incluía al campesinado, a los obreros y a las mujeres.

Así lo evidenció tras la caída de Machado, cuando devino Secretario de Gobernación, Guerra y Marina durante el denominado Gobierno de los Cien Días y manifestó su afán de democratizar y moralizar las estructuras de poder.

Sin embargo, su impulso transformador y su férreo vilipendio a la injerencia estadounidense fueron obstaculizados por la embestida de Fulgencio Batista, entonces jefe del Ejército y detractor cimero de su accionar social.

Nació en respuesta «La Joven Cuba», plataforma donde delineó un proyecto socialista, antimperialista y profundamente martiano, en un nuevo intento por asegurar la continuidad histórica de la causa libertaria encabezada por Céspedes en octubre de 1868.

El último capítulo de su vida se escribió en sangre junto a la costa matancera. En busca de armas y apoyo en México, fue traicionado.

Alertado el régimen, el flanco batistiano le tendió una emboscada en El Morrillo y Guiteras, junto al venezolano Carlos Aponte, sucumbió tras un encarnizado y desigual combate.

Sus cuerpos abatidos sellaron una promesa no cumplida, pero también encendieron una llama que nueve décadas después el tiempo no ha logrado atenuar, pues morir por esta Patria a la que entregó cuerpo, alma y honor, como él mismo profesaba, fue su forma más pura e ilustre de vivir.

 

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