El legado de Montreal y el G77
Mientras sesiona en La Habana la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 77 y China, convocada por Cuba en su condición de presidente pro tempore, hoy el mundo evoca uno de los acuerdos internacionales más exitosos de la historia.
Y es que desde 1994 cada 16 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, en conmemoración de la firma, en 1987, del Protocolo de Montreal.
Con este acuerdo, heredero, por así decirlo, del Convenio de Viena sobre la protección de la capa de Ozono, más de 100 sustancias químicas nocivas se empezaron a controlar en aras de eliminar su producción y consumo. Desde entonces todos los calendarios para su erradicación se han cumplido incluso antes de lo previsto.
La capa ozono de la Tierra es uno de los primeros símbolos de la degradación del medio ambiente mundial, según publicara en un artículo la revista National Geographic, y si bien hoy se encuentra mejorando y en vías de recuperarse ha sido gracias a los esfuerzos realizados por los seres humanos durante los últimos 36 años en la eliminación gradual de dichas sustancias.
El Convenio de Viena y el Protocolo de Montreal, los primeros tratados de la historia de las Naciones Unidas en lograr la ratificación universal, constituyen un testimonio de la fortaleza de los pueblos cuando deciden unirse para conseguir avances reales en materia medioambiental.
El lema para este año, Protocolo de Montreal: reparar la capa de ozono y reducir el cambio climático, se encuentra muy a tono con las principales preocupaciones de la agenda internacional.
En un mundo fragmentado por el incremento de la pobreza, la inseguridad alimentaria, la migración y los conflictos geopolíticos, muchos gobiernos comprenden la necesidad de implementar acciones para enfrentar el cambio climático.
Durante la mencionada cumbre del G77 y China, mandatarios como Filipe Jacinto Nyusi, presidente de la República de Mozambique, han manifestado su inquietud ante esta realidad: “Nuestros países son proclives a ciclones, sequías e inundaciones, forzando el desplazamiento de las personas a áreas más seguras”.
Pero como agregara Nyusi, con el uso de la tecnología este mal puede ser previsible y son mayores las capacidades de prevención y mitigación. La apuesta de países como los que integran dicho grupo, decididos a enfrentar juntos los retos actuales mediante herramientas tan poderosas como la ciencia, la tecnología y la innovación, ratifica el legado de aquel 16 de septiembre en Montreal.
Con el apoyo mutuo es más fácil luchar por el futuro de la humanidad. Lo evidenciaron los acuerdos de Viena, Montreal y también lo demuestra hoy la cooperación Sur-Sur, que a través de esta cumbre una vez más enarbola la bandera de la unidad en función de la paz y el desarrollo sostenible.
