La inclinación musical de José Dámaso Pérez Prado le acompañó desde que vio la luz en la ciudad de Matanzas el 11 de diciembre de 1917 y, justo con la charanga de Senén Suárez y el estudio del piano clásico, comenzó un notorio periplo en el panorama sonoro que, una vez establecido en La Habana a sus 23 años, amenizó junto a las orquestas
Cubaney y de
Paulina Álvarez, así como la
Sonora Matancera y la
Casino de la Playa, entre otras.Durante ese período los hermanos Israel y Orestes López exploraban una nueva variante en el danzón con marcadas raíces africanas, un ritmo sincopado y un formato instrumental al suprimirse la voz cantora. Pérez Prado no solo fue un fiel adepto de esta tendencia devenida mambo, sino que además tomó como base la sonoridad del conjunto de Arsenio Rodríguez, impregnándole su propio sello con una pegadiza directriz bailable y ocupándose, a su vez, de internacionalizarlo e inmortalizarlo hasta nuestros días.
A escenarios de Argentina, Venezuela y Nueva York llegó este afamado arreglista, compositor y director con la agrupación en 1946 y poco tiempo después se trasladó hacia México, donde integró múltiples conjuntos musicales y otra orquesta de su autoría emergió, acogió a importantes intérpretes de la talla del «Bárbaro del Ritmo», Benny Moré y, así como bebió de las jazz bands norteamericanas al enriquecer su sonido con cinco trompetas y saxofones, contrabajo y bateria, maracas, cencerro, bongó y tumbadoras, fue cuna de un sinfín de piezas musicales veneradas por su genialidad y versionadas por innumerables cantantes del orbe.
En su fecundo repertorio piezas como «Patricia», «Caballo negro», «Concierto para bongó», «Rapsodia cubana», «Rico, caliente y sabroso», «¡Qué rico el mambo!» y los mambos No. 5 y 8 lo llevaron a la cima de las listas de popularidad, algo que en 1955 ratificó su versión de «Cherry Pink (and Apple Blossom White)» del músico francés Louiguy, tema que grabó dos años antes y que encabezó la lista estadounidense de Billboard durante 10 semanas.
«El Rey del Mambo» falleció en tierra azteca el 14 de septiembre de 1989 a la edad de 72 años dejando una impronta aún palpable en la industria musical, constituyendo un embajador de la cultura antillana y latina al contagiar a sus seguidores del espíritu festivo y alegre de su sonido y carisma y representando una inspiración cimera para las generaciones futuras.