De Martí a la independencia: el legado del Partido Revolucionario Cubano (+Audio)
Bajo la inspiración y liderazgo de nuestro Apóstol, José Martí, y con el objetivo de enrumbar tanto a Cuba como a Puerto Rico hacia sus respectivas independencias, el 10 de abril de 1892 nació una de las más trascendentales organizaciones de nuestra Isla, reconocida por su notable accionar contra el colonialismo español y el imperecedero historial sociopolítico que legó a las presentes y futuras generaciones.
En correspondencia con la simbólica jornada que 23 años antes la Asamblea de Guáimaro constituía, el primer intento del movimiento insurrecto por centralizar la dirección del país, el Partido Revolucionario Cubano representó un espacio para superar aquellos obstáculos que mellaban la cohesión entre el mambisado y destacó además por el enfoque unificador e integral de sus artífices, en su afán de construir una nación democrática, equitativa y justa.
Gracias a sus concepciones independentista, latinoamericanista, antirracista y antiimperialista, acordes a los preceptos de quien devino su más sublime delegado, el Partido vilipendió aquellas prácticas autoritarias y burocráticas que, desde lo político y económico, arreciaba el mando colonial sobre el pueblo antillano, al tiempo que proclamó el esfuerzo reunido de todos por orquestar una contienda generosa y breve, además de acentuar las relaciones con los países amigos que permitieran acelerar su anhelo libertario.
Asimismo, en su admirable periplo, el periódico Patria, órgano oficial del Partido también creado previamente por el Maestro el 14 de marzo de 1892, jugó un papel fundamental en la consolidación de la gesta revolucionaria, gracias a su preponderante compromiso con la verdad y la pericia que destelló en el campo de la crítica social, así como la manifiesta directriz patriótica con que, haciendo honor a su nombre, aglutinó a la creciente turba mambisa tanto dentro como fuera de la isla caribeña.
Una vez caído en combate el principal mentor de la Guerra Necesaria en mayo de 1895, asumió como delegado Tomás Estrada Palma, quien lejos de mantener vivos los ideales de su antecesor, propició la decadencia del carácter democrático, la capacidad de movilización popular y las proyecciones políticas de aquella organización que, al calor de la creciente simpatía con que la propaganda de entonces abrazaba la intervención yanqui, corrompió por completo los orígenes del Partido martiano, cuyo ocaso se acabó materializando en diciembre de 1898.
A poco más de un siglo y tres décadas de la fecha en que vio la luz, el Partido Revolucionario Cubano sigue siendo reverenciado por la proyección libertaria, inclusiva e internacionalista con que fue concebido, el innegable quehacer con que Martí y sus adeptos hicieron de este un perenne símbolo de rebeldía y esperanza, principalmente, por su inigualable influencia en el movimiento patriótico antillano.