Voces como la de Salvador Cisneros Betancourt, Juan Gualberto Gómez y Manuel Sanguily no se hicieron esperar para proclamar su rechazo e inconformidad con la Enmienda, siempre abogando por la independencia y soberanía otra vez escamoteadas a la nación cubana.
Mientras Cisneros condenó las engañosas actitudes de Wood y McKinley, Juan Gualberto Gómez repudió las cláusulas que permitían a los Estados Unidos el control de la jurisdicción, dominio y soberanía cubanas; y Sanguily, ante los voraces deseos expansionistas del país norteamericano, alegó que ningún país, bajo ningún concepto, tiene el derecho de comer o absorber a otro.
Con el tiempo, el otrora apéndice constitucional Enmienda Platt fue modificando, renombrando o incluso agrandando sus preceptos. Ni siquiera el triunfo revolucionario de enero de 1959, que marcó un antes y despúes para la Isla sirvió para socavar sus artimañas, sino que devino aliciente para arreciar aún más su contenido anticubano.
Quedan remebranzas de Girón, la Crisis de Octubre, los ataques de la CIA, la Operación Peter Pan, las leyes Torricelli, Helms-Burton, la imposición y agudización del bloqueo económico, comercial y financiero, las nuevas medidas impuestas por la administración de Donald Trump y pasiva o nulamente erradicadas por Biden y muchísimas otras muestras de la prepotencia de un gigante reacio a perder su batalla por la hegemonía mundial.
Y sí. Aunque aquel marzo de 1901 marcó una dolorosa página para nuestra historia, sirvió para resaltar el desafiante bregar de esta Isla por sus conquistas revolucionarias y sociales y siempre orgullosa de la independencia, la paz y la soberanía que tanta sangre le costó alcanzar.